DESGARRADORA TRAICIÓN

41 4 4
                                    

Sugerencia: escuchen la canción mientras leen.

Narrado por Juliana

Habían pasado días desde que Alessandro desapareció. Días en los que el restaurante parecía estar sumido en un extraño silencio, como si su ausencia lo envolviera todo. Yo iba a trabajar con la esperanza de encontrarlo, de verlo entrar por la puerta con alguna excusa, una mirada, algo que me permitiera entender qué estaba pasando. Pero no ocurrió.

Una tarde, mientras organizaba la cocina, escuché a uno de los chefs murmurar que Alessandro había llamado. Mi corazón dio un vuelco. Pero la esperanza se desmoronó cuando dijeron que estaba enfermo y que trabajaría desde su apartamento.

Me preocupé. Lo admito, dejé mi orgullo de lado y tomé una decisión que nunca pensé tomar: ir a su apartamento. Ese lugar que había sido testigo de tantas noches donde fui suya en cuerpo y alma. Sabía que podría ser un error, pero necesitaba verlo, hablar con él, entender lo que estaba pasando.

Esa misma noche, después del trabajo, preparé una sopa. Era una receta que mi mamá me enseñó, una que siempre decía que curaba no solo cuerpos, sino también corazones heridos. También hice algunos postres. Mientras empaquetaba todo, intentaba convencerme de que estaba haciendo lo correcto.

Cuando llegué al edificio donde él vivía, subí al ascensor con el bolso en una mano y el corazón en la otra. Cada piso que pasaba sentía que me acercaba más al abismo. Cuando llegué, toqué la puerta con manos temblorosas.

La puerta se abrió, y ahí estaba él. Alessandro. Su rostro tenía ojeras, y aunque parecía sorprendido al verme, su expresión era fría.

—¿Juliana? —preguntó, mirándome de arriba a abajo como si fuera una extraña.

—Hola... —empecé a hablar rápido, nerviosa—. Escuché que estabas enfermo y me preocupé. Quise venir... te traje esto. Mi mamá siempre decía que esta sopa ayuda a sanar...

Me detuve cuando una voz femenina rompió el momento.

—Amor, ¿quién es?

El tiempo se detuvo. Mi cuerpo se tensó y mi estómago cayó como si me hubieran tirado al vacío. Andrea Bruce. La reconocí al instante, con su cabello perfecto y su cuerpo delgado, casi frágil. Pero su presencia era devastadora.

Ella apareció detrás de Alessandro, con una sonrisa amable que parecía cortarme como una cuchilla.

—Hola —dijo, como si nada.

Miré a Alessandro, esperando, rogando que dijera algo que me diera paz. Pero su silencio fue un cuchillo directo a mi pecho.

—¿Quién es ella, amor? —preguntó Andrea, confundida pero sin rastro de hostilidad, definitivamente no me reconoció o mejor dicho ni me distinguió aquel día del reencuentro con Alessandro.

Él carraspeó, y cuando habló, su voz era tan fría que me hizo estremecer.

—Es una empleada del restaurante. Vino a traer algo que pedí.

Sentí cómo el piso se derrumbaba bajo mis pies. Cada palabra suya era una bofetada. Me quedé paralizada, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.

—Sí, es verdad... soy solo una empleada. —Mis propias palabras salieron como un susurro, ahogadas por el dolor.

Extendí la bolsa con la comida y lo puse en sus manos. Mis ojos recorrían la escena: Andrea en pijama, su cabello aunque era hermosos estaba despeinado, ambos lucían cansados, como si hubieran pasado días juntos. La imagen era clara, demasiado clara.

—Buenas noches. —Fue lo único que pude decir antes de girarme y caminar hacia el ascensor.

Mis pasos eran rápidos, pero cada paso sentía que mi corazón se hacía más pesado, el pecho me ardía y cada vez que respiraba, dolía, sentía que tenía un raspón a carne viva en mi corazón. Quería salir corriendo, pero mi cuerpo estaba atrapado entre el dolor y la rabia. Cuando llegué al ascensor, las lágrimas calientes ya estaban rodando por mis mejillas.

—¡Mierda!... Me arde respirar. Espérate Juliana, aún no, aquí no.— susurre para mi misma, tratando de darme algo de calma para no terminar de quebrarme.

De pronto, sentí una mano fuerte sujetar mi brazo. Me giró bruscamente, y ahí estaba él. Alessandro, con el rostro ahora severo.

—¿Por qué viniste sin avisar? Si me hubieras escrito... —empezó a decir, pero lo callé con una bofetada.

—¡CÁLLATE! —grité, dejando salir todo lo que llevaba dentro—. ¿Cómo iba a escribirte si llevas semanas ignorándome? Ni una maldita respuesta, ni un mensaje, nada.

Él bajó la mirada, pero no dijo nada.

—Eres un maldito hijo de puta, Alessandro. Si tu plan era usarme, felicidades, lo lograste.

—Juliana, nunca fue mi intención hacerte daño...

—¿No era tu intención? Entonces no quiero imaginar lo que habría sido si lo fuera. ¿Ahora soy solo una empleada para ti? ¿Tu servicio de delivery?

Su rostro mostró por primera vez algo de emoción, una mezcla de arrepentimiento y desesperación.

—No es así...

—¡Vete a la mierda, Alessandro! ¡Y quédate allí para siempre! —escupí, mi voz rota por las lágrimas.

Me giré para irme, pero antes de que pudiera dar un paso, sentí sus brazos rodeándome por detrás.

—Por favor, Juliana... déjame explicar...

Su voz era un susurro desesperado, pero su contacto me quemaba. Sin pensarlo, clavé el tacón de mi zapato en su pie, obligándolo a soltarme.

—No hay nada más que explicar imbécil. Eres un poco hombre, un cobarde que no tuvo los pantalones para dar la cara. —Corrí hacia el ascensor, mis lágrimas cegándome.

Cuando las puertas se cerraron, lo vi parado allí, cojeando, con una expresión que no lograba leer. Pero ya no importaba. Lo único que sabía era que Alessandro Fieri acababa de romperme de una manera que nadie más podría reparar.

😭 fue un capítulo realmente difícil de escribir, de procesar, de editar, lloré mucho al sentir eso que juliana está pasando!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

😭 fue un capítulo realmente difícil de escribir, de procesar, de editar, lloré mucho al sentir eso que juliana está pasando!.... 😔💔

Odio a Alessandro en estos momentos. 🤬

Gracias por leer no olvides de darle a la estrellita para seguir impulsando esta historia.

Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora