i. 4. el traslador

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Capítulo cuarto:

El Traslador


—Chicas, es hora de levantarse —anunció una voz justo después de que una cegadora luz inundara la habitación en la que dormían Hermione, Ginny y Sarah.

La señora Weasley estaba parada junto al marco de la puerta, esperando una señal de que las tres chicas estaban despiertas. Cuando vio que estas se tapaban los ojos y gruñían, sonrió con satisfacción y se fue dejando la puerta abierta.

—¡Todos se han levantado ya! —gritó la mujer bajando las escaleras.

Les costó un poco más de lo normal ponerse en pie. La noche anterior se habían dormido realmente tarde por quedarse hablando, contándose cosas del verano, a pesar de que Sarah no tenía mucho que contar.

Se vistieron en silencio, demasiado adormecidas para hablar, y luego bostezando y desperezándose, las tres bajaron la escalera camino de la cocina.

— ¿Por qué nos hemos levantado tan temprano? —preguntó Ginny, frotándose los ojos y sentándose a la mesa. Allí ya estaban Harry, Ron, Fred y George desayunando.

—Tenemos por delante un pequeño paseo —explicó el señor Weasley.

— ¿Paseo? —se extrañó Sarah aún sin poder abrir los ojos del todo—. ¿Vamos a ir andando hasta la sede de los Mundiales?

—No, no, eso está muy lejos —repuso el señor Weasley, sonriendo—. Sólo hay que caminar un poco. Lo que pasa es que resulta difícil que un gran número de magos se reúnan sin llamar la atención de los muggles. Siempre tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de viajar, y en una ocasión como la de los Mundiales de quidditch...

— ¿Dónde están Bill y Charlie y Pe... Pe... Percy? —preguntó George, sin lograr reprimir un descomunal bostezo.

—Bueno, van a aparecerse, ¿no? —dijo la señora Weasley, cargando con la olla hasta la mesa y comenzando a servir las gachas de avena en los cuencos con un cazo—, así que pueden dormir un poco más.

Los mellizos sabían que aparecerse era algo muy difícil; había que desaparecer de un lugar y reaparecer en otro casi al mismo tiempo.

—O sea, que siguen en la cama... —dijo Fred de malhumor, acercándose su cuenco de gachas—. ¿Y por qué no podemos aparecernos nosotros también?

—Porque no tenéis la edad y no habéis pasado el examen —contestó bruscamente la señora Weasley.

— ¿Hay que pasar un examen para poder aparecerse? —preguntó Harry.

—Desde luego —respondió el señor Weasley, poniendo a buen recaudo las entradas en el bolsillo trasero del pantalón—. El Departamento de Transportes Mágicos tuvo que multar el otro día a un par de personas por aparecerse sin tener el carné. La aparición no es fácil, y cuando no se hace como se debe puede traer complicaciones muy desagradables. Esos dos que os digo se escindieron.

Todos hicieron gestos de desagrado menos los mellizos.

— ¿Se escindieron? —repitió Harry, desorientado.

—La mitad del cuerpo quedó atrás —explicó el señor Weasley, echándose con la cuchara un montón de melaza en su cuenco de gachas—. Y, por supuesto, estaban inmovilizados. No tenían ningún modo de moverse. Tuvieron que esperar a que llegara el Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos y los recompusiera. Hubo que hacer un montón de papeleo, os lo puedo asegurar, con tantos muggles que vieron los trozos que habían dejado atrás...

SARAH'S HISTORY - DRACO MALFOY / SH#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora