Sarah tiene que compaginar el amor que siente su hermano por ella con el odio que el chico al que ama irradia hacia su sangre, mientras las fuerzas oscuras intentan destruirla.
El apellido de Sarah resulta una carga muy pesada para ella, sobre todo...
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Capítulo 13:
Lo que Hermione no mencionó
Hasta que no pasaron dos semanas enteras, Hermione no les volvió a mencionar a los mellizos su idea de que fueran profesores de clases clandestinas de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Entre los deberes, las horas de estudio y sus terrores nocturnos, a Sarah no le había sobrado tiempo para plantearse aquella descabellada idea. Harry, por su parte, se sorprendió a sí mismo pensando en qué hechizos le habían sido más útiles para enfrentarse a mortífagos, o incluso preparaba las clases en su mente.
Lo único que quizá le preocupó un poco más a Sarah, fue qué le diría a Draco sobre aquellas clases, una vez Hermione se lo volvió a plantear en serio. Sarah sabía que ni sus amigos querrían la presencia de Draco, ni Draco querría estar rodeado de alumnos de Gryffindor. Debía encontrar una manera de proponérselo al rubio para que accediera, al igual que debía convencer a sus amigos y a su hermano de poder llevar a Draco. Lo segundo lo tenía algo más fácil.
—No daré ninguna clase de nada si Draco no puede venir —amenazó Sarah cuando Ron y Harry se resignaron.
Aquellas declaraciones dejaron a sus tres amigos boquiabiertos.
—¿Lo estás diciendo en serio? —le preguntó su hermano con una mezcla de dolor e incredulidad en el rostro.
—Ah, no, no me mires así —le advirtió Sarah apuntándolo con el dedo índice—. Claro que lo digo en serio, lo que me pregunto yo es cómo me pedís que os dé clases particulares, o lo que sea, pero os negáis a que las pueda recibir Draco.
Estaban en la biblioteca, por lo tanto tuvieron que bajar la voz cuando la señora Pince se asomó hecha un basilisco por entre las estanterías. Era una desapacible y tempestuosa tarde de finales de septiembre, estaban sentados buscando ingredientes de pociones para un trabajo que les había encargado Snape.
—Sarah —susurró Hermione acercándose por encima de la mesa—, realmente no creo que que venga Malfoy sea la mejor idea. Creará un mal ambiente.
Sarah se cruzó de brazos.
—Bien, si eso pensáis, espero que Harry sea suficiente y que no me necesitéis a mí también.
Hermione la miró con reproche, y Sarah solo levantó las cejas. No iba a ceder. La castaña terminó suspirando.
—Bueno, si somos algunos estudiantes más, no puede ser tan incómodo que esté Malfoy.
