ii. 30. trelawney

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Capítulo 30

Trelawney






Estaba ya más que claro que Voldemort tenía acceso a la mente de Sarah. La chica podía por fin decir que ya no tenía pesadillas, aunque no sabía qué era mejor, si saber acerca de los planes de Voldemort a través de un perturbador sueño, o si soñar con Cedric Diggory. 

Aunque bueno... decir que sabía de sus planes quizá fuera pasarse un poco. Únicamente sabían, ella y Harry ya que su hermano había visto lo mismo, que Avery había informado mal a Voldemort sobre algo y que Rockwood había reconducido a su amo a la pista correcta. 

A partir de entonces Sarah comenzó a odiar cada vez más las clases de Oclumancia. Al principio eran horribles, sí, pues su mente se defendía de la invasión ajena mostrando recuerdos muy vívidos sobre la noche en el cementerio. Sin embargo ahora Snape tenía prácticamente libre acceso a los pensamientos de Sarah, y eso podía llegar a ser peor. 

En esos momentos entendía a su hermano y lo difícil que era hacer avances en Oclumancia. Dejar la mente en blanco era prácticamente imposible, sobre todo cuando caía la noche y la habitación se sumía en silencio. Era muy complicado no pensar en Bode y en las posibilidades de que hubiera sido asesinado por los mortífagos para que no hablara sobre la maldición imperius que Lucius Malfoy le había echado.

Pero era todavía más difícil mantener en secreto la visión de Voldemort para su profesor de Oclumancia, Snape, que se mentía en su mente e intentaba averiguarlo todo. Sarah solo le había contado a su profesor que ya no tenía más pesadillas; le habría contado lo de Rockwood, pero Harry insistió en no hacerlo ya que Snape podría enfadarse con ambos, especialmente con Harry por no vaciar su mente de manera correcta.

—Levanta, Sarah. 

La chica estaba arrodillada, ligeramente mareada y apretaba la varita con fuerza. 

—No ha estado mal esa última —admitió Snape mientras Harry ayudaba a su hermana a sentarse—. No he podido terminar de verlo... ¿quién era? ¿Otra vez Malfoy? 

—Sí —dijo Sarah recobrando el aliento. 

A Sarah no le pasaban por alto los comentarios que Snape de vez en cuando hacía sobre Draco, pero aún así los ignoraba. 

Fue el turno de Harry y Sarah contempló con profundo cansancio como su hermano era practicamente torturado. No era nada agradable pasar por aquel entrenamiento, especialmente por quién era el profesor, pero tampoco lo era observar a su hermano resistirse a que Snape se adentrase en su cabeza. 

—¿Qué era ese último recuerdo? —preguntó Snape. 

—No lo sé —contestó Harry, y se puso en pie cansinamente—. ¿Ese en que mi primo intentaba que metiera los pies en el retrete? 

—No —dijo el profesor en voz baja—. Me refiero al del hombre arrodillado en medio de una habitación en penumbra. 

—No es... nada —mintió Harry. Snape taladró al muchacho con sus oscuros ojos— ¿Qué hacen ese hombre y esa habitación dentro de tu cabeza, Potter? —insistió Snape. 

—Sólo es... —balbuceó él mirando a todas partes menos a Snape y a su hermana—, sólo es... un sueño que tuve. 

—¿Un sueño? —Hubo una pausa durante la cual Sarah fijó la vista en una gran rana muerta que flotaba en un tarro lleno de un líquido de color morado—. Dejadme adivinar... ¿Sarah ha tenido el mismo sueño? 

No hizo falta que la nombrada dijera nada, Snape ya sabía la respuesta. 

—Sabéis por qué estamos aquí, ¿verdad? —les preguntó Snape con voz débil pero amenazadora—. Sabéis por qué estoy sacrificando mi tiempo libre y realizo esta tediosa tarea, ¿no? 

SARAH'S HISTORY - DRACO MALFOY / SH#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora