Sarah tiene que compaginar el amor que siente su hermano por ella con el odio que el chico al que ama irradia hacia su sangre, mientras las fuerzas oscuras intentan destruirla.
El apellido de Sarah resulta una carga muy pesada para ella, sobre todo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿Puedo hablar un momento con usted? —le preguntó Sarah a Lupin sin mirarlo a los ojos.
Acababa de entrar en la enfermería seguida de un asustado Draco que miraba en todas direcciones. Allí también estaban Neville, al parecer durmiendo en una camilla, Tonks, Ron, Hermione y Luna alrededor de Bill, que había sido mordido por Greyback pero que seguía vivo. No se sabía si tendría secuelas ya que no lo habían mordido en luna llena.
—Claro, ¿qué ocurre?
—En privado, por favor —pidió, y le echó una mirada a Draco para indicarle que él tampoco podía formar parte de esa conversación.
Lupin se alejó un poco del grupo con Sarah. Ninguno de los presentes sabía todavía que Dumbledore había muerto.
—¿Te encuentras bien, Sarah? —preguntó Lupin con aprensión.
Se fijó en que Sarah no tenía contusiones ni heridas, pero que sí estaba muy pálida y tenía los labios azulados, temblando ligeramente.
—Tienes que saber que los mortífagos han entrado en el castillo gracias a Malfoy —lo señaló con un movimiento de cabeza y Lupin se volvió hacia él un momento—. El caso es que...
Y le contó lo que había pasado en la torre de Astronomía, lo que había dicho Draco sobre que Voldemort mataría a su familia, lo que Dumbledore le estaba ofreciendo, pasarse a su bando, y que Draco había bajado la varita cuando los mortífagos llegaron.
—¿Y tú crees que podemos confiar en él? —preguntó Lupin en voz baja.
—Todavía no estoy segura —contestó Sarah—, es por eso que no le he devuelto su varita. Pero creo que sabe que con la Orden está mejor. No es tampoco por nada personal es solo que... acaba de cumplir diecisiete y él no quería.... No sé muy bien qué pensar pero solo no podía dejar que se fuera a vivir con mortífagos. Él no es malo, lo conozco —aseguró, y Lupin asintió—. Solo está asustado.
—Entiendo.
—Ahora no tiene a dónde ir, y conmigo y con mis tíos no puede...
—Yo me encargaré de él —dijo Lupin—. Lo vigilaré este verano y conmigo estará a salvo.
—¿En serio lo haría? —preguntó Sarah esperanzada.
—Sí. Aún está a tiempo de cambiar. Snape lo hizo.
Sarah lo miró a los ojos.
—Snape nunca cambió. Ha sido siempre un mortífago y un asesino —dijo con odio—. La única razón por la que no he tratado de matarlo esta noche es porque necesito que haga creer a Voldemort y a los demás que Draco es nuestro prisionero.
