iii. 21. el plan perfecto

2.9K 299 63
                                    




CAPÍTULO 21: El plan perfecto


El hechizo que retenía a los mellizos contra la pared de la torre de Astronomía había cesado en el mismo momento que el corazón de Dumbledore se había parado. Aún así, aunque Harry había salido corriendo detrás de los mortífagos gritando maldiciones, Sarah todavía no podía moverse. Se había quedado congelada, mirando con los ojos muy abiertos por donde se había precipitado Dumbledore. Su director, el hombre que tanto los había ayudado, que tanto aprecio les tenía, el hombre más noble e inteligente al que Sarah había conocido acababa de morir. 

Pero al pensar en su asesino el corazón le dio un vuelco. Al pensar en con quién iba su asesino se levantó de un brinco. Echó a correr por la puerta que daba a las escaleras de caracol. Aún estaba a tiempo, aún podía evitarlo. 

Saltó los diez últimos peldaños de la escalera de caracol y se detuvo en seco, varita en ristre. El oscuro pasillo estaba invadido por una nube de polvo, pues se había derrumbado una parte del techo. 

Lo primero que vio al avanzar un poco fue una figura inmóvil en el suelo, pero se alegró de saber que no era ningún miembro de la Orden sino que se trataba de Greyback, el hombre lobo, petrificado. Echó a correr de nuevo y le pareció que alguien la llamaba, y creyó que era la profesora McGonagall. No había ningún mortífago por allí, Lupin y Tonks se aseguraban de que Neville, tendido en el suelo de piedra, estaba bien. 

—¡Sarah! ¡No, espera! —reconoció la voz de Ginny, pero solo se volteó a ver si estaba bien y siguió con su camino. 

Torció por el pasillo y le pareció ver otra cabellera pelirroja por allí, llamándola. Pero no, ella no podía pensar en otra cosa. Tenía que alcanzarlo. Si habían entrado por la Sala de los Menesteres, lo más seguro sería que también escapasen por allí... Pero entonces derrapó con una mancha de sangre que indicaba que se habían ido hacia la puerta principal. Corrió y corrió con la varita firmemente sujeta, más rápido que en toda su desgraciada vida. Se metió por un atajo que siempre tomaba para ir al Gran Comedor y tardó muy poco en llegar al pasillo que daba directamente al vestíbulo, lleno de alumnos de Hufflepuff en pijama y con cara de desconcierto. 

—¡Sarah! Hemos oído gritos y tu hermano ha salido corriendo hacia... —empezó Ernie MacMillan. 

—¡QUITAOS DE EN MEDIO! —bramó empujando a tres chicos para pasar entre ellos. 

Las puertas de roble de la entrada estaban abiertas y destrozadas y en las losas del suelo había manchas de sangre. Varios alumnos aterrados se apiñaban pegados a las paredes; un par de ellos todavía se tapaba la cara con los brazos. El gigantesco reloj de arena de Gryffindor había recibido una maldición y los rubíes que contenía se derramaban sobre el suelo con un fuerte tamborileo. Como si eso la encendiese de odio, Sarah corrió con más rapidez soltando un grito de rabia y cruzó el vestíbulo a toda velocidad, salió a los oscuros jardines. 

El frío le asió en los pulmones pero no le importó pues acababa de distinguir a los hermanos Alecto y Amycus corriendo detrás de Harry. La hermana lanzó una maldición a Harry, que cayó al suelo. 

Sarah levantó la varita y lanzó varios maleficios, uno de ellos dándole al hermano y Harry alcanzando a la otra. Harry se levantó de nuevo, habiendo visto a su hermana y echó a correr hacia la cabaña de Hagrid, detrás de dos figuras: Snape y Malfoy. 

Hagrid estaba peleando contra un mortífago pero parecía estar arreglándoselas gracias a la protección que le aseguraba la sangre de gigante de su madre. 

Snape y Malfoy seguían alejándose: pronto traspondrían las verjas y podrían desaparecerse. Sarah iba unos metros por detrás de Harry, que pasó a toda velocidad por delante de Hagrid y su oponente, apuntó a la espalda de Snape y gritó: 

SARAH'S HISTORY - DRACO MALFOY / SH#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora