Capítulo sexto:
Los Mundiales de Quidditch
Cogieron todo lo que habían comprado y, siguiendo al señor Weasley, se internaron a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles. Oían los gritos, las risas, los retazos de canciones de las miles de personas que iban con ellos. La atmósfera de febril emoción se contagiaba fácilmente, y los mellizos no podían dejar de sonreír. Caminaron por el bosque hablando y bromeando en voz alta unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro lado se hallaron a la sombra de un estadio colosal. Aunque sólo podían ver una parte de los inmensos muros dorados que rodeaban el campo de juego, calculaban que dentro podrían haber cabido, sin apretujones, diez catedrales.
—Hay asientos para cien mil personas —explicó el señor Weasley, observando la expresión de sobrecogimiento de Harry y de Sarah—. Quinientos funcionarios han estado trabajando durante todo el año para levantarlo. Cada centímetro del edificio tiene un repelente mágico de muggles. Cada vez que los muggles se acercan hasta aquí, recuerdan de repente que tenían una cita en otro lugar y salen pitando... ¡Dios los bendiga! —añadió en tono cariñoso, encaminándose delante de los demás hacia la entrada más cercana, que ya estaba rodeada de un enjambre de bulliciosos magos y brujas.
—¡Asientos de primera! —dijo la bruja del Ministerio apostada ante la puerta, al comprobar sus entradas—. ¡Tribuna principal! Todo recto escaleras arriba, Arthur, arriba del todo.
Los melizos, Hermione y los Weasley subieron por unas escaleras tapizadas con una suntuosa alfombra de color púrpura hasta llegar a una pequeña tribuna. Contenía unas veinte butacas de color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Los dos hermanos tomaron asiento uno al lado del otro con los demás en la fila de delante y observaron el estadio que tenían a sus pies, cuyo aspecto nunca hubieran imaginado.
Desde aquel lugar Harry y Sarah podían ver a las miles de personas sentadas por todo el estadio. A cada extremo se levantaban tres aros de gol, a unos quince metros de altura.
Sarah se dio cuenta de que, aparte de ellos, solo había llegado a la tribuna una criatura diminuta que estaba sentada en la antepenúltima butaca de la fila de atrás. La criatura, cuyas piernas eran tan cortas que apenas sobresalían del asiento, llevaba puesto a modo de toga un paño de cocina y se tapaba la cara con las manos. Aquellas orejas largas como de murciélago le resultaron curiosamente familiares...
—¿Dobby? —preguntó extrañado Harry, que también la había visto.
La pequeña criatura levantó la cara y dejó ver unos enormes ojos castaños y una nariz tan grande como un tomate. Era un elfo doméstico, sin duda, pero no era Dobby.
—¿El señor acaba de llamarme Dobby? —chilló el elfo de forma extraña, por el resquicio de los dedos. Tenía una voz aún más aguda que la de Dobby, apenas un chillido flojo y tembloroso que les hizo suponer a los mellizos (aunque era difícil asegurarlo tratándose de un elfo doméstico) que era hembra. Ron y Hermione se volvieron en sus asientos para mirar. Incluso el señor Weasley se mostró interesado.
—Disculpe —le dijo Harry a la elfina—, la he confundido con un conocido.
—¡Yo también conozco a Dobby, señor! —chilló la elfina. Se tapaba la cara como si la luz la cegara, a pesar de que la tribuna principal no estaba excesivamente iluminada—. Me llamo Winky, señor... y usted, señor... —En ese momento reconoció la cicatriz de Harry, y los ojos se le abrieron hasta adquirir el tamaño de dos platos pequeños—. ¡Usted es, sin duda, Harry Potter! ¡Y usted —miró a Sarah y la señaló con el dedo índice— es su hermana, Sarah Potter!
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SARAH'S HISTORY - DRACO MALFOY / SH#1
FanfictionSarah tiene que compaginar el amor que siente su hermano por ella con el odio que el chico al que ama irradia hacia su sangre, mientras las fuerzas oscuras intentan destruirla. El apellido de Sarah resulta una carga muy pesada para ella, sobre todo...