i. 3. sortilegios weasley

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Capítulo tercero:

Sortilegios Weasley



A la mañana siguiente los mellizos se levantaron antes que nadie y no tardaron en preparar su equipaje. A las doce de mediodía, el baúl de los mellizos estaba lleno de sus cosas del colegio y de sus posesiones más apreciadas: la capa invisible heredada de su padre y el mapa encantado de Hogwarts que les habían dado Fred y George el curso anterior. Sarah estaba algo preocupada ya que no era capaz de meter todos sus libros en el baúl. Deseaba llenar la estantería que tenía en su habitación de Hogwarts, pero era una tarea difícil si no podía encantar su baúl para hacerlo más grande. Se dio por vencida y metió en su equipaje los ejemplares más especiales, con mayor valor emocional para ella. No se sentía bien dejándolos en casa de los Dursley.

Varias horas más tarde, después de una divertida escena en el salón de los Dursley en la cual no solo los Weasley habían destruido la chimenea cegada sino que también Dudley se había tragado un caramelo muy especial de Fred y George, Sarah y Harry por fin estaban en uno de sus lugares favoritos: la Madriguera.

—¿Se lo comió? —preguntó Fred ansioso, ayudando a Sarah a levantarse: ella y su hermano acaban de caer al suelo tras aparecer por la chimenea.

—Sí —respondió Harry volviendo a una postura normal.

—No sé qué era, pero ha sido una pasada —dijo Sarah sonriéndole a los gemelos.

—Caramelo longuilinguo —explicó Fred, muy contento—. Los hemos inventado George y yo, y nos hemos pasado el verano buscando a alguien en quien probarlos...

Todos prorrumpieron en carcajadas en la pequeña cocina; Sarah miró a su alrededor, y vio que Ron y George estaban sentados a una mesa de madera desgastada de tanto restregarla, con dos pelirrojos a los que los mellizos no habían visto nunca, aunque no tardaron en suponer quiénes serían: Bill y Charlie, los dos hermanos mayores Weasley.

— ¿Qué tal os va, chicos? —preguntó el más cercano a él, dirigiéndoles una amplia sonrisa y tendiéndoles una mano grande que ambos chicos estrecharon. Estaba llena de callos y ampollas. Aquél tenía que ser Charlie, que trabajaba en Rumania con dragones. Tenía una cara ancha de expresión bonachona, con la piel curtida por el clima de Rumania y tan llena de pecas que parecía bronceada; los brazos eran musculosos, y en uno de ellos se veía una quemadura grande y brillante.

Sarah no pudo evitar tener el pensamiento de cuán guapo le parecía Charlie. Hasta se sonrojó levemente cuando éste le dedicó una amplia sonrisa. Tenía un toque especial que lo distinguía del resto de su familia. Saltaba a la vista que había heredado los mejores rasgos de sus padres. El rojo de su cabello era más intenso y limpio, casi como un tinte, y era bastante alto. Su espalda y brazos estaban bien fornidos, y algo en cómo se movía hizo que a Sarah le pareciera uno de los chicos más atractivos que había visto nunca.

La chica se avergonzó de sí misma por tener esa clase de pensamientos y se dijo que se debía al hecho de no haber visto chicos guapos en todo el verano. Era cierto, Harry y ella apenas habían salido de la casa de sus tíos, y se habían pasado las vacaciones viendo la tele o jugando a las cartas en el jardín.

Bill se levantó sonriendo y también les estrechó la mano a los mellizos.

Antes de que ninguno de ellos pudiera añadir nada, se oyó un pequeño estallido y el señor Weasley apareció de pronto al lado de George. Los mellizos no lo habían visto nunca tan enfadado.

— ¡No ha tenido ninguna gracia, Fred! ¿Qué demonios le diste a ese niño muggle?

—No le di nada —respondió Fred, con otra sonrisa maligna—. Sólo lo dejé caer... Ha sido culpa suya: lo cogió y se lo comió. Yo no le dije que lo hiciera.

SARAH'S HISTORY - DRACO MALFOY / SH#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora