ii. 25. san mungo

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Capítulo 25: San Mungo

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Capítulo 25: San Mungo





Antes de que la señora Weasley subiera a despertarlas, Sarah cogió de su baúl un pedazo de pergamino, pluma y tinta y se sentó a escribirle a la persona en la que no paraba de pensar. 

Draco,

A lo mejor te estás preguntando dónde estoy. Bueno, es una historia un poco larga que espero poder contarte cuando te vea. No voy a coger el tren a Londres de mañana, de hecho ya estoy en Londres. Por ahora solo puedo decirte que mi hermano y yo, más mi hermano que yo, es difícil de explicar, nos hemos visto otra vez envueltos en algo en lo que preferiríamos no estarlo, por mucho que haya servido para salvarle la vida a un hombre.

Sé que no debes de entender nada, ya te lo explicaré mejor. 

También quería decirte que siento no haber podido despedirme de ti y que te deseo unas felices fiestas.

Besos, 

Sarah.

Sarah era consciente de lo sosa y corta que era la carta, pero tampoco tenía ganas de ponerse a contar lo ocurrido por correspondencia, además de que era peligroso. Entró a hurtadillas en la habitación de Ron y de Harry (este fingió que dormía cuando Sarah entró) y cogió a Hedwig para que enviara la carta. 

Algo más tarde, Ginny estaba muy contenta de que su padre estuviera bien y no paraba de hablar mientras ambas se quitaban las túnicas y se ponían vaqueros y sudaderas. Todos lo estaban. Tonks y Ojoloco llegaron para escoltarlos a Londres, al hospital. Tonks llevaba el pelo muy corto y de color rosa chillón, pero aún así conseguía llamar menos la atención que Ojoloco, con su ojo mágico. 

Cogieron el metro y, con Tonks a la cabeza y Moody cerrando el grupo, caminaron en grupos de dos hacia donde quiera que estuviera escondido San Mundo. Sarah iba cogida de la mano de su hermano, y los dos caminaban en silencio. 

—Ya estamos —anunció Moody un rato más tarde. 

Habían llegado frente a unos grandes almacenes de ladrillo rojo, enormes y anticuados, cuyo letrero rezaba: «Purge y Dowse, S.A.» El edificio tenía un aspecto destartalado y deprimente; en los escaparates sólo había unos cuantos maniquíes viejos con las pelucas torcidas, colocados de pie al azar y vestidos con ropa de diez años atrás, como mínimo. En todas las puertas, cubiertas de polvo, había grandes letreros que decían: «Cerrado por reformas.»

Tonks le murmuró algo al maniquí más cercano al cristal y acto seguido atravesó el cristal con la señora Weasley y Ginny. Luego fueron Fred, George y Ron, y después Harry y Sarah. Atravesaron una especie de cortina de agua fría, y salieron, secos y calentitos, al otro lado. Se encontraban en lo que sin duda era una sala de espera de hospital descuidada. Había magos y brujas sentados en desvencijadas sillas, algunos tenían aspecto de brujo normal, otros aspecto de muggle bastante convincente, y como siempre había algún intento de hacerse pasar por muggle que solo conseguía parecer haberse escapado de un hospital psiquiátrico. Sarah recordó divertida aquel mago en los mundiales de quidditch que llevaba puesto un camisón de abuela y que decía no llevar nada debajo porque le gustaba sentir frescor en sus partes. 

SARAH'S HISTORY - DRACO MALFOY / SH#1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora