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—No hay manera de que haga eso— pasé mi mano por mi cabello levantándome y caminando de un lado a otro. Amaba a mis padres, pero no hay manera de que haga lo que me piden.

—Él es un buen hombre Camila, de buena familia y es muy buen amigo tuyo, no veo el porque no aceptarlo como tu esposo— habló mi madre. Ella era tan fina y correcta, siempre calculaba todo a su antojo, sorpresivamente conseguía todo lo que quería, sin malinterpretar, mi madre es una buena mujer y nunca actúa por maldad. Sin embargo esta vez no iba a conseguir que hiciera lo que ella quería.

—Patrick era mi amigo cuando éramos niños, no lo he visto en años ¿De donde viene esta repentina idea de emparejarme a mis espaldas con alguien? Esto madre ha sido tú idea y sólo tuya, has arrastrado a mi pobre padre a esta locura— señalé acusándola, respeto mucho a mi madre pero a veces no puedo creer ciertas cosas que hace.

—No le hables así a tu madre— ese fue mi padre. Él siempre de tan pocas palabras y siempre defendiéndola a capa y espada.

—Papá ¿No estás escuchando semejante disparate? Tengo veinte años, siglo veintiuno, no hay manera de que me case, soy muy joven aún— casi pataleo, pero no me tomarán en serio si actúo como una niña.

—Camila cariño— se levantó ella caminando hacia mi. Tenía un vestido azul hasta las rodillas, su cabello marrón estaba suelto a la altura de sus hombros.

Mi madre era una mujer muy vanidosa, siempre arreglada aunque no saliera. Mi padre le decía que se veía hermosa con lo que se pusiera, no obstante ella le repetía que la edad consumía. Para mí eso no es cierto, mi madre es una mujer muy guapa y se ve joven.

—Eres mi hija mayor, Sofia tiene cinco años y tú eres la única que puede darme esa alegría de unos nietos corriendo por la casa, ya me estoy haciendo vieja y eso me haría mucha ilusión— acariciaba mi cabello justo como lo hacía cuando era niña y tenía pesadillas. Hundía sus dedos y masajeaba mi cabeza, eso me daba mucho sueño y al instante quedaba rendida.

—No seas dramática madre, aún eres joven y hermosa— tomé una gran bocanada de aire, estaba en su gran crisis de los cuarenta—. Es una locura lo que me pides, no voy a casarme, mucho menos tener hijos.

—Te hemos complacido en todo lo que querías, incluso en esa idea absurda de viajar por el mundo y dejar un tiempo tus estudios.

—No puedes comparar el matrimonio, una familia, con unos viajes temporales— iba a resaltar mi punto, mi madre interrumpió.

—Unos viajes temporales que han durado dos años- dejó mi cabello para frotar mis hombros—. Quiero verte formar una familia con un buen hombre, o por lo menos hacer una carrera y tener a un compañero a tu lado.

—Puedo hacer eso sin necesidad de casarme—era mi momento de hacer la jugada. Debo que salir esta como sea—¿Qué pasa si hay alguien de quien esté enamorada? ¿Me harían casarme con Patrick de todas formas?- me dirigí a ambos. Al instante la cara de mi madre cambio a una de suprema felicidad.

—Cariño no me habías dicho que tenias un enamorado— mi madre la euforia no podía ocultarla.

—Quiero conocerlo— pidió mi padre desde su sillón, muy serio. Estaba actuando como padre protector, él es como un oso cariñoso.

—No hay nadie, no aún. Imaginen lo infeliz que fuera, yo casada con alguien que no amo, que ni siquiera conozco bien. Imagina si dos días después de casarme conozco al amor de mi vida madre, pero estoy atada a un hombre desconocido con quien no hablo desde niña— armé una historia dramática, a ella le gustaban esas tan tristes de amores imposibles.

—El amor vendrá con la convivencia, cuando se conozcan mejor— torcí los ojos.

—Eres imposible madre. Iré a ver a Sofi para marcharme, tengo que ir a arreglar algunos pendientes para mi próximo viaje— cogí mi mochila del sofá y me la colgué en mi espalda.

Mi Niña Salvaje  |  CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora