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Sofi saltaba en la cama. Como odiaba que hiciera eso. Se lo agradezco en parte, quien sabe hasta que hora pude haber dormido si ella no me hubiera despertado. Siento otro peso saltar a mi lado¡Oh no! No, no, no, van a romper la cama si lo siguen haciendo.

—Sofia basta, ya estoy despierta— me incorporó rápidamente sintiendo un mareo momentáneo—¿Qué he dicho sobre saltar en la cama?— no quise hablarle en un tono rudo mas no lo pude evitar.

—Que está mal y que se puede romper— respondió Sofi sentada mirando hacia abajo.

—Exacto mi niña preciosa ¿Te gusta mucho tu cama de las 12 princesas bailarinas?—Sofi asintió aún con su cabeza baja— Pues tienes que cuidarla, hay que cuidar las cosas que quieres. Dime ¿Qué sucede que me despertaron así?

—Lauren quiere hablar contigo y no te despertabas con nada— miré a Lauren, quien asentía rápidamente confirmando lo que Sofi decía.

—Está bien ¿Crees que puedas prestarme a Lauren un momento?

—Pero que sea rápido Mila, quiero enseñarle mi colección de tiaras— no sé de donde esta niña saca tanta energía para querer jugar todo el día.

Cogí a Lauren de la mano para llevarla a un lugar más apartado, no sabía que iba a decirme pero apuesto todas las tiaras de Sofi a que se trata de Minina.

—¿Qué quieres decirme?

—Extraño a mi Minina— lo sabía—. Me gusta mucho jugar con Sofia pero la extraño y ya es de noche, está sola en la oscuridad.

Mierda, no me había dado cuenta de eso, seguro la pobre Minina debe tener mucha hambre y ha de sentirse sola como Lauren dice.

—Vamos a la cocina a prepararle algo de comer a Minina. Sofi ¿Quieres...— se había quedado dormida al pie de su cama, al parecer ya se le había agotado la batería.

De inmediato fui a acomodarla y a taparla con el edredón. Le di su peluche, que era un conejo muy lindo, ella lo abrazó a su cuerpo como si su conejo fuera a escapar. Encendí su lámpara de noche y listo, Sofi puede dormir tranquila. Eché un vistazo a la habitación, había un gran desastre mayormente de juguetes. Las chicas de servicio no deben estar contentas con arreglar esto todos los días.

Miré a Lauren quien jugaba con sus manos esperando a que hiciera algo. La llamé con la mano para que me siguiera y subí un dedo a mi boca, haciéndole saber que tenía que ser silenciosa. Apagué las luces, dejando la iluminación de su lámpara y cerré cuidadosamente la puerta.

—Tiene un conejito muy lindo, como el de la camisa que me diste— creo que estaba aguantándose de decirme eso puesto a que me lo dijo después de bajar las escaleras, se había tomado lo de hacer silencio muy en serio.

—Lo tiene desde que nació, no le gusta dormir sin su conejito— encendí las luces de la cocina. Le ofrecí a Lauren tomar asiento mientras sacaba mi móvil de mi bolsillo trasero. 6:27 había dormido demasiado.

Abrí la nevera, echando un vistazo de lo que podría prepararle a Minina.

—¿Quieres algo de tomar?

—¿Hay de esa cosa que me diste hace rato?— se refería al té helado.

—Mmm... si ¿Quieres un poco?— la vi asentir desde su silla.

Serví dos vasos, yo también estaba sedienta. Le di el suyo para yo tomar del mio, el frío líquido de mi vaso desapareció en cuestión de segundos. Quería más, así que serví un poco en el vaso bebiéndolo de nuevo en cuestión de segundos. Lo que siguió fue ese dolor insoportable que da cuando te congelas el cerebro.

Mi Niña Salvaje  |  CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora