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—¡Llegué amor!— grité para la habitación vacía.

Acabo de agregar una meta en mi vida. Oficialmente estoy inscrita en la universidad. Me siento liviana, liviana por haber hecho algo bien y que me guste. Y ahora, para completar mi paz, hace falta la presencia de mi niña salvaje.

—Lauren ¿Estás aquí?— no tenía la certeza de que ella estuviera en nuestra habitación, ya hubiera hecho acto de presencia.

Debe estar en cualquier lugar. Hoy visitaremos a Minina, ya que tenemos varios días sin ir a verla y realmente la extraño, el vacío quedará para siempre. Lo bueno es que aún podíamos visitarle y pasar un rato con ella. Sé que Lauren o está lista o está en ello pues hay cierto desorden en la habitación; controlo mis impulsos de ordenar todo, pues ella también tiene que ayudar a mantener el orden.

Ciertamente estoy sudando a mares y no sé el porqué, es desagradable como las gotas de sudor bajan por mi espalda y sin pensarlo me desvisto para tomar una ducha rápida mientras Lauren aparece. Recojo mi cabello en un moño desordenado y procedo a quitarme las zapatos altos que me están matando, luego mi pantalón de vestir, sentí que el aire volvía a mi al retirarlos por completo. Por ultimo antes de decidirme entrar al baño quité mi camisa, literalmente volví a la vida estando en ropa interior al contacto del aire acondicionado. Doble todo muy bien para ponerlo en el cesto de la ropa sucia.

—Wow, Camila Cabello ¿Qué estás haciendo?— escuché a Lauren algo alterada. Me encontraba de espaldas, oía como un par de tacones resonaban a cada paso rápido que da. Desde que entró cerrar mi ojos por el placer de oler su perfume me fue inevitable.

—Iré a tomar una ducha, no tardaré mucho lo prometo— me excuse cerrando el compartimento de la ropa sucia.

—Hablo de que estás en ropa interior, con la puerta abierta— al instante cubrió mi cuerpo con una toalla—. Pudor. Me montabas una escena por ir desnuda por ahí ¿Recuerdas? Ahora soy yo quien te le hace, nadie va a ver a mi novia así— protectora. Me abraza por la espalda. Trae las uñas perfectamente arregladas y pintadas de una tonalidad beige.

—Amor estoy toda sudada— ella ya está lista y fresca, no quiero llenarla de mi sudor. Su perfume, su adictivo perfume y su cercanía no me deja apartarme.

—No voy a morirme por eso— apareció por mi hombro derecho. Sus labios rojos fueron lo primero en capturar mi atención. Seguido de sus ojos y por ultimo su cabello trenzado a los lados—. Tengo la impresión de que tu cuerpo sudado proyecta más tu rico perfume— caminé alrededor tratando de alejarme de ella cuando su boca fue a parar en mi cuello, esto nos quitara tiempo—. No huyas de mi con tus bragitas de conos de helado— me hizo reír y dejar de moverme. Sus labios pararon en mi mejilla y se quedaron más de lo establecido. De seguro me quedará la marca de un beso, como cuando tu abuelita te besa.

—Quería estar cómoda—estas bragas son de lo mejor. Conocí a Lauren usándolas y moriré usándolas. Claro que no siempre.

—Niñas— era la voz de mi madre, quien hizo acto de presencia segundos después—. Hola cariño ¿Qué tal te fue?—  sujete con fuerza la toalla que me cubría y me puse derecha. Lauren ni se movió, seguía abrazandome.

—Hola madre, buen día— mi voz era clara y firme—; me ha ido de maravilla, pronto seré universitaria.

—¡Bien mi bonita!— Lauren subió sus brazos en celebración junto los mios. Lo que hizo que mi toalla cayera quedando expuesta ante la mirada divertida de mi madre.

—¡Lauren!— la regañe en voz baja. Me agaché a la velocidad de la luz para recoger la toalla y cubrirme.

—Camila deja de tensarte cada vez que me ves, soy tu mamá— su rostro estaba adornado por una sonrisa cálida. La verdad es que era costumbre ser tan formal y correcta con ella. Algunas veces lo olvidaba y era yo misma.

Mi Niña Salvaje  |  CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora