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—Lauren ya pasó, deja de sentirte tan avergonzada.

Salimos de la casa directo a mi camioneta. Después de nuestro casual encuentro y de su confesión no tan sorprende se volvió literalmente loca, tanto que hasta quería vestirme ella misma para evitar que le volvieran las ganas de tocarme, lo que era ilógico porque tiene que tocarme para vestirme. Se regañaba a cada rato como si lo que tuvimos es un delito, yo me reía disimuladamente, capaz y me veía riendo y cometía un verdadero delito asesinandome.

Volvió a sus andanzas de no hacer contacto visual ni físico, y cuando nos encontramos a mamá abajo a punto de salir se puso tan nerviosa, como si creyera que mamá sabe lo que casi pasa entre nosotras.

—¿Tu cuerpo puede dominar tu cabeza?— abrochó su cinturón.

—Puede. El cuerpo obedece lo que el subconsciente quiere, mientras más lo reprimas más van a ser las ganas, y al final el cuerpo acabará actuando por si solo— hice el intento de tomar su mano, pero de nuevo la apartó— ¿No quieres que te toque?— mordió sus labios mientras pasaba las manos por su cabello. No debería hacer eso.

—Quiero que lo hagas, pero es inapropiado la manera en que lo deseo— la manera en que lo desea, vaya ¿Qué han hecho con mi dulce Lauren?

—Se te va a pasar, no te preocupes mucho por eso.

La camioneta estaba en marcha. Apreté en claxon despidiendome de Derrick, el guardia diurno. Manejaba muy concentrada en el camino como siempre, no se ven muchos autos a esta hora un domingo, sin prestar mucha atención a eso esta vez trataba de ser la mejor conductora de todo Miami, no quiero ponernos en peligro. Su mano se posó en mi nuca, trazando círculos con su pulgar, me removí en el asiento, no puede hacer ese mientras trato de ser la mejor conductora de todo Miami.

—Apreció el que me toques— desvié la mirada del camino unos segundos para mirarla a ella—, pero deja de hacerlo mientras la camioneta está en movimiento, me desconcentras— quité una mano del volante para tomar la suya de mi nuca y darle un beso para que no sienta que la rechazo y la entrelazo con la mía.

—¿No debes tener ambas manos al volante?— no es como si ella hiciera algo para soltarse de mi agarré.

—Lo tengo todo bajo control— miré por el espejo retrovisor, no viene ni un auto cerca.

Hice un movimiento rápido en el volante, fingí perder el control yendo en zigzag, ella apretó mi mano."Recuperé el control" de la camioneta antes de que realmente lo perdiera y comencé a reír cuando vi su cara de terror.

—Cálmate, fue una broma— soltó mi mano y cruzó sus brazos, he logrado hacerla enojar—. Mira ahora, sin manos— no es como si yo me la pasara haciendo esta clase de imprudencias al volante.

—Oye oye, coloca tus manos ahí— señaló el volante.

—No quiero— disminuí la velocidad pisando el freno.

—Me bajaré entonces— ella no decía las cosas por decirlas, de verdad se dispuso a abrir la puerta.

—No, ya las puse, mira— coloqué las manos sobre el volante a la velocidad de la luz—. Por lo menos llamé tu atención— aceleré a 80 con ambas manos al volante.

—Siempre tienes mi atención.

—Lo sé, pero desde esta mañana tu humor ha cambiado de una manera extrema— entramos en carretera como tal, me tocaba poner más atención al camino, más auto nos rodean.

—Es culpa de tu mamá— arrugue la cara, en busca de una respuesta más concreta—. Si no me hubiera hablado de todas esas cosas no pensaría en otras formas acerca de ti.

Mi Niña Salvaje  |  CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora