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—¿Ya puedo quitarme estos zapatos? Me están destrozando los pies.

Apenas cerré la puerta Lauren ya se quería lanzar al piso. Me costó un poco despertarla en el auto y que las luces estuviesen apagadas no ayudaba para mantenerla despierta.

—Claro ¿Quieres que te ayude?— nunca está de más ofrecer ayuda, y como sé que Lauren no confía en su equilibrio me pareció buena idea.

—No— los sacó con facilidad y tomó el par en una mano, yo aproveché para hacer lo mismo—. Tengo sueño, cargame.

Ella cree que pesa tanto como el algodón, no es que esté gorda ni nada de eso, es que mi débil y gelatinoso cuerpo no puede con tanto a estas horas. Sin embargo ella logró lo que quería, ocasionando que se me cayeran todas mis cosas, estoy rezando internamente por mi móvil, tratando de sostenerla.

—Nos vamos a caer— digo como advertencia, por lo que se ve no tiene intenciones de bajarse y como dije, mi cuerpo no puede con tanto a estas horas. Sentí en mi espalda como cruzaba las piernas para aferrarse más a mí. Nuestros tacones junto mis cosas yacían en el suelo, lo que le permitía tener sus brazos alrededor de mi cuello.

—No importa— como a ella no le va a caer todo encima. Mi frente chocó con la suya, no de una manera sutil y romántica, sino de una manera desorientada, ya que la única luz que llegaba vagamente al recibidor era la de cocina y digamos que nos encontramos a oscuras

—Perdón, es que no veo mucho— nos reímos bajo, aunque no se encontraba nadie en casa me gusta ser discreta. Lauren debe tener visión nocturna o algo—. Recojamos las cosas y vamos a arriba ¿Bien?

—¿Me llevas así?— se refirió a como la tenía cargada.

—Si aquí de pie ya tropecé con tu frente imagínate si caminamos de esta manera, tendremos un accidente e iremos al hospital— para convencerla siempre le pongo los peores escenarios, siempre funciona.

—No, el hospital no me gusta— sin embargo no hacía el intento de bajarse, todo lo contrario se acercaba más—. Me gusta estar así— mi agarre se debilitó un poco, por lo que la hice saltar para no terminar cayendo, ella ríe, me gusta cuando ríe; su nariz está junto a la mía, la oigo suspirar ¿Por qué suspira? Seguro ha de estar muy cansada.

—Por favor, mi niña preciosa, estoy cansada y no creo poder aguantar más— con su boca busca la mía y me da un corto beso al que correspondo. No me molesta, adelante, besame todo lo que quieras—. Además, tenemos pendiente una conversación.

No puso peros y cedió a bajarse de mi. Recogió todo con ayuda de su vista nocturna, ni me dejó agacharme. Subió las escaleras muy rápido, corriendo, mientras yo iba a paso de tortuga; lo peor es que ella no se tropieza y yo que voy lento casi me voy de boca dos veces. Me guío por la luz que sale por la puerta de mi habitación, cuando entro, Lauren está peleándose con su vestido, me rió bajo, para que no me escuche y crea que me burlo de ella, bueno si lo hago, se ve graciosa.

—Déjame ayudarte— lo único que tenia que hacer era bajar el cierre y salia el vestido, por supuesto que ella no lo sabia y por supuesto que Dinah no se molestó en decirle—. Sacalo por los pies.

—Dinah me ayudó a ponerlo y no sé cómo se quita esta cosa— lo sabía. Hablaba gracioso tratando de justificarse. La risa se me borró cuando quedó en ropa interior, de nuevo, a centímetros de mi.

No es que tenga algún tipo de deseo hacia su cuerpo, es que su cuerpo es deslumbrante, como toda ella, y es imposible no quedarme como idiota babeando por su belleza. Tampoco quiero que me vea como una pervertida, aunque ella puede que no sepa lo que significa esa palabra.

Mi Niña Salvaje  |  CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora