61

17.5K 666 323
                                    

—No quiero comer.

—¿Una cucharada más?— negó con la cabeza —¿Por mí?— abrió la boca de mala gana, masticando de la misma manera— ¿Me prometes que más tarde vas a comer?

—No.

—Lauren...—suspire.

—Lo siento. Voy a dormir no me siento bien, permiso.

Se levantó y se fue. Debe ser lo de Minina que la tiene así, ni siquiera con la rara aparición de Félix se molestó. Él se fue luego de unos minutos y me entregó la copia de la llave que tenía de mi yate. Después de entrar a la casa Lauren no habló en absoluto y se limitó a comer cuatro bocados de pasta napolitana, contando el que yo le di. Se ganó las miradas y la preocupación de todos al salir pero nadie dijo nada al respecto, todos continuamos almorzando, mi madre creando conversación.

—Cariño ¿Tampoco vas a comer?— se dirige mi madre a mi persona cuando me dispongo a levantarme.

—Lo hago más tarde, quiero ver a Lauren— metí una gran porción a mi boca para estar mejor equipada.

—¿No quieres darle su espacio?— es lo que debería, sin embargo no puedo dejarla en este momento, al menos que me lo pida.

—Quiero saber cómo está, sólo eso.

Fui con calma escaleras arriba, lo más que quería era entrar en nuestra habitación y tenerla entre mis brazos. Abrí la puerta, entraba escasa luz por la abertura de las cortinas de la puerta del balcón. Toda su ropa estaba tirada en el piso y ella se encontraba bajo las sábanas en la cama, acurrucada como un pollito recién nacido. Quité mis zapatillas y me senté en la cama, mirando como su espalda subía y bajaba con rapidez. Acaricié su hermoso cabello con el mayor cuidado del mundo, con la otra mano acariciaba su espalda desnuda. Su preciosa piel, a pesar del clima frío producto del aire acondicionado, estaba caliente. Pobre de mi niña.

—¿Quieres que me vaya?— le pregunto, quiero estar para ella pero si ella quiere estar sola por un rato no me voy a oponer. Para mi tranquilidad, ella negó.

—Quitate la ropa, toda— demanda mientras se voltea poco a poco—, quiero sentir tu calor, sólo eso.

Seguí sus instrucciones, yo le daría todo lo que ella necesitara. Primero recogí su ropa, lo hice esta vez porque no estamos para que yo la mande a hacer oficios cuando ella la está pasando mal, además mi obsesión con el orden no me hizo dudar ni un segundo en recogerla. Luego, coloqué mi móvil en la mesita de noche y ordené cada prenda que iba quitándome, para finalmente guardarla en el cesto de la ropa sucia. El frío me incomodaba al estar al contacto de mi piel desnuda, recogí mi cabello para que mi cuerpo se adaptara por completo a la temperatura de la habitación. Lauren abrió las sábanas y por supuesto que entré con ella, sus brazos rodearon mi cintura y poco a poco mi piel erizada fue adaptándose al calor de su cuerpo. Besé su frente, ella se sumergió en mi cuello junto con un fuerte pero delicado abrazo. Pese a que esta no sea una de esas situaciones donde estamos desnudas y hacemos el amor, estar abrazada, su respiración en mi cuello, con los sentimientos a flor de piel, comunicándonos con gestos puros y naturales, para mi ya es hacer el amor, porque estamos entregando nuestro cuerpo y nuestra alma en esta simple y a la vez perfecta unión.

—Odio esto, no es justo que el mundo me separe de lo que amo— musita luego de varios minutos de silencio. Su aliento caliente golpea justo en mi oreja y eso es una de las cosas que me vuelve loca.

—Ya lo sé, a mi tampoco me parece. Creeme que si pudiera devolver el tiempo lo haría, no te mereces nada de esto.

—No haríamos lo correcto de acuerdo a la sociedad ni a las reglas devolviendo el tiempo— nos dio vuelta con esa fuerza que tiene y mi cuerpo ahora reposa encima del suyo por completo.

Mi Niña Salvaje  |  CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora