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Ya era sábado de esa misma tortuosa y agotadora semana. Siendo ya de noche, y como era de costumbre, estaba al otro lado del monte.

Ahora estaba acostado dentro de mí carpa. Afuera corría un ligero viento, pero el ambiente ya estaba volviéndose tan frío que me obligué a entrar.

Esta vez no me acompañó Mike. Supongo que previno que le haría algo (por lo que me hizo pasar durante la semana) y salió con una excusa. Digamos que solo tuvo suerte, o mejor dicho, fui benevolente.

La semana terminó sin ningún cambio tan significante como lo ocurrido el martes y miércoles. Salvo el hecho de que hoy, Shimizu fue a la casa de Tachibana.

No sabía qué estaban planeando hacer, y yo no debería pensar en eso, ya que no era de mi incumbencia. Pero aun así...

- ¿Qué habrán hecho...?

¿En qué rayos estoy pensando? — Me arrepentí instantes después, metiéndome en mi bolsa de dormir con la intención de alejar esos peligrosos pensamientos. Al poco rato, me quedé profundamente dormido.

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Aún faltaba un par de horas para la medianoche, aun así, el enorme cielo nocturno era escenario del estallido de varios fuegos artificiales.

Aquel inmenso cielo oscuro que habíamos visto innumerables veces en tantos rincones del mundo, ahora y una vez más, era bañado en una infinidad de colores y formas.

- ¡Kei~! ¡No te distraigas!

Volví mi mirada hacia abajo, hacia ella.

Sonaba un poco molesta, aun así, su reproche me parecía encantador. En realidad, no importaba si estaba enojada o no, siempre me encantaba escuchar su voz. A menos que éste realmente furiosa o yo enojado.

- ¿Es tan malo admirar el cielo? — dije con un tono filosófico.

- Mo~ — suspiró resignada, pero con una pequeña sonrisa —. Apúrate, ya va empezar la función principal.

Sujetó mi mano y me llevó hacia el centro del escenario. Siempre usaba esa expresión para decirme "No es momento para filosofías" o simplemente para que me callara y la siguiera.

En realidad, hace unas semanas ni siquiera se me pasó por la mente estar aquí. Pues por la reciente aparición de Mike; los exámenes finales que ya terminaron; los planes que teníamos para el próximo año entre ella y yo, y que Mike intentó cambiarlos apenas volvió y... En fin, estos días solo habían servido para juntar mucho estrés, y ésta idea fue un perfecto desvío para relajarnos. Aunque al principio dudaba que ir a un lugar con tanta gente serviría para relajarme.

El plan era salir, hoy que era nochebuena, a un espectáculo de luces y efectos visuales sobre juegos de agua. El parque apenas había sido inaugurado hace apenas una semana anunciando el espectáculo, el cual, juzgando por la cantidad de gente que había, fue bastante aceptado por el público.

Sin duda había mucha gente como creí. Aun así, el camino era lo suficientemente grande para moverme con libertad, sin preocuparme por tropezar con alguien.

Dejé de observar mí alrededor, y me centré en ella. Llevaba una delgada casaca de tela negra sobre un mullido vestido gris con franjas negras que le cubría hasta la parte superior de sus piernas, y en su brazo izquierdo, tenía un brazalete con un adorno de color dorado en forma de medio corazón. En realidad, era la mitad de un artilugio de dos piezas que juntas formaban un corazón: mitad dorado y mitad plata; yo llevo la otra mitad en mi brazo derecho. Ese era mi pequeño regalo de navidad.

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