VOL 2 -Entre líneas 3-

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-Entre Líneas-

En una habitación relativamente oscura, varias pantallas de 30 pulgadas brillaban intensamente, alrededor de una pantalla principal mucho más grande. Cada pantalla tenía seis vistas, de seis cámaras instaladas en diferentes áreas del edificio. Siendo el propósito de la principal, expandir cualquiera de éstas vistas o más.

Debajo de todas estas pantallas había una moderna mesa de controles y dos sillas giratorias. Sin embargo, en vez de haber dos personas sentadas y monitoreando las pantallas en una constante vigilancia, había un solo hombre de pie y apoyando sus manos sobre el filo de la mesa. Vestía el uniforme de limpieza azulado del centro comercial. Sin embargo, cubriendo la mitad inferior de su rostro, llevaba un pasamontañas negro con el diseño de la mitad de un cráneo en forma de llave impregnado en él.

No muy lejos, en el suelo yacían dos cuerpos inertes. De sus cabezas nacía un charco de sangre, coagulándose lentamente mientras el terrorista observaba detenida y rápidamente cada una de las vistas mostradas en la pantalla principal y las pantallas a su alrededor. Vistas de cada una de las entradas al centro comercial, de los estacionamientos, de los diferentes lugares donde la policía se aglomeraba, de su jefe y los rehenes del estrado, de sus camaradas en el tercer y quinto piso. Pero cuando observaba la cámara de la azotea, estrechó sus ojos y vio una sombra acechar a su camarada. Inmediatamente puso su mano en su oído y... De repente, dos manos sujetaron sus hombros y, sin reparo alguno, su mandíbula se precipitó contra el filo de la mesa y sus rodillas contra el suelo. El cruel sonido de sus huesos superó el chillido que apenas pudo soltar.

Quería gritar, maldecir, pero apenas pudo apretar sus dientes para soportar el intenso dolor que sugería graves contusiones o fracturas en su propia boca y piernas. Una insoportable fuerza, posada sobre sus hombros, presionaba su mandíbula contra el filo de la mesa y le impedía mover su cuerpo. Pero antes de que pensara liberarse, sintió la respiración de alguien cerca de su oído.

- Tranquilo —le advirtió una joven y alegre voz, lentamente y en un inglés fluido—, y no te preocupes. No te haré nada si cooperas conmigo.

Aun así, el hombre alcanzó la pistola de su pantalón y... Su brazo izquierdo fue retenido al mismo tiempo que el peso de su hombro desapareció y ¡crack!, el peroné y la tibia de su pierna derecha fueron rotos despiadadamente de un pisotón.

La pistola cayó al suelo. Un espasmo recorrió su cuerpo, sus ojos se inyectaron de sangre y se sacudió a punto de gritar. No pudo. Sus cabellos fueron sujetados y, de un impulso, ¡paf! su rostro se estrelló contra la mesa. Sangre cayó a la mesa, sangre que nacía de una nariz torcida y de unos rojos labios presionados contra la mesa.

- Mal chico —dijo la voz, cerca y divertidamente.

- ¿Quién... quién eres? —pregunto él, apenas, resoplando contra la mesa y dispersando la sangre acumulada.

- No mí querido rebelde —dijo la voz, bajando el volumen de su voz—. El de las preguntas soy yo. Dime, ¿Quiénes y cuántos son? ¿Qué buscan? Vamos... Solo quiero datos básicos. No te pido más. A no ser que... A no ser que quieras que tu muñeca se doble... un poquito. No te preocupes. Todavía falta mucho... mucho para que mueras.

Un escalofrío recorrió el cuerpo del terrorista al mismo tiempo que sus ojos de abrían de la sorpresa. A pesar de que la voz pertenecía a un niño, a pesar que hablaba de manera infantil y amigable, aquella voz le pertenecía a alguien que sabía lo que hacía, que tenía la fuerza para hacerlo. Incluso matarlo si así quería. Aun así, el odio de sus ojos no desapareció.

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