Cuando por fin llegó la hora del almuerzo, inmediatamente salí del salón y baje hacia el edificio de la cafetería donde compré un pan dulce —de la fila más pequeña— junto a una lata de café —de la máquina expendedora—. Rara combinación pero quería algo dulce y una bebida para balancearlo.
Cuando terminé mi pequeña compra, volví al edificio de los de primero y subí las escaleras hasta llegar a la azotea. Un lugar donde estaba prohibido el paso para los estudiantes, pero que gracias a un par de cartas, logré tener el permiso para subir; era un lugar solo para mí. Así que con la esperanza de poder relajarme, abrí la puerta.
- Bienvenido Shion-kun.
¿Por qué?
Pero la vida era realmente dura conmigo.
- Ah llegaste, ¿qué estabas haciendo?
¿Por qué...?
Al ver a este par de chicas comiendo su almuerzo y saludándome tan tranquilamente, sentí cómo mis fuerzas me abandonaban y ante mis ojos, todo mi mundo se derrumbaba.
Ya no puedo más... mi santuario...
Me dejé caer al suelo de rodillas.
El único lugar en toda la escuela, que solo me pertenecía a mí, había sido usurpado. ¡Ellas lo habían profanado!
- ¿Te sientes mal, Shion-kun? — dijo Shimizu, preocupada e inocente
- No le hagas caso, Aika. — Y como es normal, a Tachibana no le interesaba en lo más mínimo mi estado.
No podía hacer nada, pues si intentaba sacarlas de aquí, sin duda —y aunque sería injusto—, Tachibana se enojaría y empezaría a buscarme bronca, y ahora no tenía fuerzas para discutir. Pero entonces recordé que ella ya sabía de éste lugar; después de todo, solo comía aquí.
En mis primeras semanas, después de que la mayoría dejara de hablarme, ella intentó entablar conversaciones inmiscuyéndose en éste lugar —obteniendo el permiso de los profesores—, pero yo nunca le respondía. Es más, por algunos días, dejé de subir y me escabullía en la parte trasera de la escuela, dentro del bosque. No sé si ella se enteró, pero nunca la vi acercarse a ese lugar, pero días después, la vi agruparse con otros compañeros durante el almuerzo y yo pude volver a mi lugar favorito. Ahora que lo pienso, creo que fue a partir de ese momento que ella empezó a mirarme de mala manera y dejó de acercárseme.
Por todo eso, confié en que ella lo recordaría; y por eso, ayer las esperé aquí.
Suspiré en mis adentros, me levanté e ignorando sus miradas confundidas, me senté desganadamente a un costado de ellas. Después de todo, la sombra de la entrada a la azotea —incluyendo la del tanque de agua—no era muy grande a ésta hora del día.
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Donde todo empezó
AléatoireÉsta es la historia de Alex, un estudiante mitad peruano y mitad japonés, quien empezó a estudiar en Japón en su Primer año de Preparatoria. Sin embargo, lejos de ser una persona entusiasta, su actitud asocial lo convirtió en un solitario. Todo esto...