Prólogo
Mientras caminaba por los grandes pasillos del aeropuerto, me invadió una ligera sensación de frio, a la vez que mi respiración se volvió un poco más rápida. Lo primero, más que por los jeans, o por el delgado suéter crema que llevaba sobre mi polo blanco, creo que es porque aún no me acostumbraba a la nueva temperatura ambiente; y lo segundo, por supuesto que no era mi pesado maletín con ruedas, o por el bolso negro que colgaba de mi hombro izquierdo, sino por una sensación que no hizo más que acrecentarse desde que bajé del avión.
Tal vez era por la falta de la luz solar directa, pero por alguna razón mi percepción de los colores era cubierto por un tono azulado por donde sea que mirara: Tiendas, oficinas, carteles, paneles de desembarco, ropa, etc. Había sonidos similares al aeropuerto de Japón, pero a la vez había otros tan diferentes que no dejaban de recordarme lo lejos que estaba de mi hogar.
Era una sensación extraña. Un poco escalofriante pero a la vez emocionante. Y no me importaría continuar con esa sensación, sino fuera por el repetitivo traqueteo que hacía unos tacones delante de mí, y el tipo de miradas que nos rodeaban.
Nunca lo he presumido, pero sé que soy bastante atractiva y estoy acostumbrada a ser presa de algunas miradas. Pero ésta es la primera vez que veía a alguien capaz de robar miradas tan fugaces y a la vez tan tentativamente lujuriosas. No era sorprendente que robara la atención de todo quien la viera, pues su largo cabello pelirrojo era hermoso, pero su pantalón de cuero negro mostraba sin tapujos la forma de sus nalgas y sus piernas; más aún cuando su blusa blanca, aparte de tener un enorme escote y dejando ver la magnitud de sus pechos, era semitransparente, mostrando un sexy sujetador negro. No me sentía opacada, no soy ese tipo de chica, pero caminar con alguien así era lo último que me gustaría hacer. Por desgracia, no tenía más opción que guardarme mi quejas y seguirla en silencio.
Esa mujer, quien también arrastraba una maleta con ruedas, y aunque no podía ver su rostro, sé que sonreía provocativamente, era mi evaluadora, y era quien me guiaría a partir de ahora y por las próximas dos semanas. Y justo ahora me estaba guiando hacia la salida de este enorme edificio que, según leí en uno de múltiples letreros amarillos y en alguno de los muchos folletos que tenía en mano, era el Terminal 3 de un total de cinco terminales del aeropuerto de Heathrow.
- Ahora, ¿a dónde iremos?
Pregunté en inglés, tras llegar a un puente peatonal que unía dos edificios y cruzaba sobre una pista. Afuera, tras los celestes vidrios que cubrían los costados del puente, pude ver un terminal de buses y uno que otro auto que circulaba por la vía que había por debajo.
- Iremos al hotel —me respondió ella, al mismo tiempo que veía llegar un bus blanco con una gran franja naranja en medio.
- ¿Y a partir de ahí?
Pregunté, volviéndome otra vez hacia adelante, tratando de que mi acento y fluidez, que todavía eran insuficientes, no me dejaran atrás en cualquier conversación que tuviera por delante.
- Te daré tiempo para que vayas a comer.
- No quiero sonar necesitada, pero sabe que es mi primera vez en esta ciudad.
- No tengo tiempo para ocuparme de ti. Puedes escoger tu opción en el hotel o afuera. Haré que el chico te acompañe.
- ¿Se refiere a la persona de la que hablaba?
- Sí.
Aún si su voz era bastante provocativa, especialmente para todo hombre quien la oyera y se topara con su mirada, ella simplemente me estaba respondiendo automáticamente a todo lo que le preguntaba sin siquiera voltearse a verme. No me molestaba esa actitud indiferente suya, por ser lo suficientemente directa y sincera en sus acciones y palabras.
A diferencia de cierta persona.
De todos modos, decidí dejar de preguntar y me centré en la salida, a la que paso a paso llegábamos. Porque tras ese pequeño umbral de fierro y cemento, no solo se encontraba el segundo piso, de los seis que conformaban el estacionamiento; sino que para mí, era la salida hacia un mundo nuevo, del cual hace muy pocas semanas atrás, no pensaba siquiera llegar.
Londres, Inglaterra.
Así se llamaba esta famosa ciudad a la que habíamos llegado. Una ciudad con una gran historia y maravillas por descubrir que dos semanas no serían suficientes para hacerlo.
Sin embargo, para mí, solo había una cosa que debía hacer y esta ciudad solo era el escenario para ello. Esta era mi única oportunidad para cambiar las cosas y lo único que necesitaba era la voluntad y la fuerza para...
- Bien chico —de repente, ella se detuvo a pocos pasos de la salida, dejando su maletín a un costado mientras tomaba una postura arrogante y burlona, con una mano en su cintura y la otra sobre la manija del maletín—. Al menos esta vez estás presente a tiempo.
- Perdón, pero podría utilizar otra forma de hablarme —le respondió una voz masculina en un perfecto y fluido inglés, que aunque grave, no parecía pertenecer a un adulto. Sonaba ligeramente diferente y cansado, pero solo había una persona a la que le pertenecía esa voz. Así que caminé y me puse al costado de mi evaluadora mientras él se quejaba, sujetándose la cabeza, como si le doliera—, ya he tenido suficiente de ese tipo de... ¿¡Tachibana!?
Era algo misterioso, pero tras una larga semana de problemas, decisiones y mentiras, verlo otra vez me alegró. Tal vez sea por su tonta e incrédula voz que soltó, o por su divertido rostro sorprendido. Pero sea cual fuese la razón, no cambiaba el hecho que era extraño, cuando en realidad nuestra relación era demasiado complicada para poder describirlo en pocas palabras. Especialmente cuando recordé la primera vez que lo vi; el día que se transfirió a mi escuela; cuando quise ayudarlo; cuando me decepcionó; cuando conversé por primera vez con él gracias a Aika; cuando les conté sobre mi hermano; cuando nos encontramos en las gradas tras ganar el festival deportivo; cuando fue por primera vez a mi casa; cuando apareció tras dos largas semanas; cuando me dejé llevar por el enojo; cuando salimos por primera vez los tres juntos; cuando fue a mi casa por segunda vez; cuando fuimos al festival de verano; y el último día que lo vi: cuando fuimos al parque de diversiones y el zoológico.
No podía evitarlo. Verlo siempre traía una variedad de sensaciones que muchas veces ya no sabía que pensar o sentir.
- ¿Y decías que no podía alcanzarte?
Dije con una triunfal sonrisa, retomando lo que él me dijo cuándo me llamó desde Australia.
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Donde todo empezó
RandomÉsta es la historia de Alex, un estudiante mitad peruano y mitad japonés, quien empezó a estudiar en Japón en su Primer año de Preparatoria. Sin embargo, lejos de ser una persona entusiasta, su actitud asocial lo convirtió en un solitario. Todo esto...