Capítulo 3:
Para ir más allá primero hay que librarse de los obstáculos
El gatillo inicialParte 6
Mari no pudo reaccionar.
Todo había pasado tan rápido que cuando se dio cuenta, ya la puerta de la furgoneta se había abierto bruscamente, una bala se había disparado seguido de un sonido metálico, un rugido, el crujir de huesos, un chillido de dolor y un cuerpo cayendo al suelo al mismo tiempo que una pistola caía cerca de los pies de la persona que, tras mirar lo que había sucedido antes de que llegara, soltó la barra de metal que tenía en sus manos, cayó de rodillas y se quedó así, callado y mirando.
Cuando Mari lo miró, cuando miró aquellos ojos sin vida, sin esperanza, sus labios temblaron, más lágrimas cayeron y sintió un dolor tan profundo, tan desgarrador que incapaz de soportarlo, cayó de su silla al suelo de rodillas.
- Lo siento Brian... Lo siento... —gimió ella, sujetando su pecho con ambas manos, incapaz de seguir mirando sus ojos y controlar las lágrimas que caían al suelo—. Él... nosotros...
Pero entonces, frente a sus ojos, Brian se levantó con el arma en manos, apuntó y, antes de que pudiera decir palabra alguna, disparó al cuerpo todavía inconsciente de Marcus.
Cada bala resonó, penetró en la carne y la sangre salpicó. Marcus había muerto con uno de los disparos que cayeron en su pecho, el cartucho se había acabado, pero Brian no dejó de apretar el gatillo hasta que, hartado, lanzó el arma, cayó nuevamente de rodillas, golpeó el suelo con sus puños y gritó:
- ¿¡Por qué de nuevo!? —volvió a golpear el suelo—. ¿¡Por qué!?
Entonces sus lágrimas cayeron y él, incapaz de soportarlo más, se rompió, lloró y gritó con tanta fuerza, con tanto dolor que Mari, estupefacta, no supo qué pensar, qué decir, ni qué hacer.
Brian era la persona de quien menos sabía, de la quien nadie en el grupo, salvo sus maestras, sabía qué había hecho antes de incorporarse a ellos. Pero todos fueron testigos de cómo había cambiado a lo largo de estos años, de cómo su desprendimiento y silencio se habían convertido en calidez y risas, de cómo él y Jenny-nee se habían enamorado. Entonces, cuando su línea de pensamiento llegó a este punto, el dolor volvió y las lágrimas volvieron a caer sin reparo alguno. Pues recordó aquellos momentos en que los tres, con la ayuda de Marcus, los espiaban en sus citas secretas; recordó cómo ese amigo canoso reía con ellos cuando veían lo torpe y tímidos que llegaron a ser esa pareja de tan pocas palabras; y recordó cómo él, destruyó todo eso con un disparo.
- Mari —dijo Brian de repente, tras quien sabe cuánto tiempo—. Sigue el protocolo y escapa.
Pero cuando esas desamparadas palabras llegaron a sus oídos, fueron como un balde de agua fría para ella, porque esas palabras conllevaban algo mucho más que una orden. Por eso ella abrió sus ojos en sobresalto, levantó su cabeza e intentó hablar, pero nuevamente fue interrumpida por él.
- Lo siento Mari —dijo sin moverse ni un poco—, pero a mí tampoco me queda mucho tiempo.
Fue entonces cuando Mari se dio cuenta de la gran mancha de sangre que se formaba sobre su suéter negro.
- ¡Brian!
- ¡Mari! —gritó él, frenando los movimientos de ella. Entonces, él la miró y sonrió mientras una línea sangre se deslizaba desde su boca—. Por favor... Hazme este favor...
Frente a una sonrisa tan genuina pero tan sofocante, Mari no tuvo más remedio que tragarse sus palabras, reprimir sus lágrimas y volverse hacia su silla.
Si ella hubiera vivido una vida normal, nunca hubiera sido capaz de reaccionar así, mucho menos hubiera sido capaz de entender las intenciones de Brian. No era como Keita o Mike, no tuvo el mismo nivel de entrenamiento, pero siempre estuvo junto a ellos, sabía y una vez llegó a ver el lado oscuro de ese "entrenamiento". Por eso fue capaz de entender y comprender el deseo de Brian. Por eso fue capaz de soportar el dolor que sentía, al saber lo que ocurriría al proseguir con el protocolo.
La velocidad con la que sus manos se movían era inhumana; en su pantalla, las ventanas aparecían y desaparecían en un instante; resguardaba, encriptaba y eliminaba información de tal manera que si su maestra la viera, le sonreiría satisfecha y contenta. Pero cuando ella pensó en eso, sus manos se detuvieron y quiso volver a llorar. Fue en ese momento que ella vio, en una de las pantallas de arriba, a dos figuras salir de la mansión y dirigirse al estacionamiento al mismo tiempo que, desde otra pantalla, vio como la primera señal que había desaparecido volvía a brillar. Esa visión fue suficiente para aliviarla y posteriormente desagarrarla, porque al querer anunciar tal noticia, vio a Brian de rodillas, abrazando el ensangrentado e inmóvil cuerpo de su maestra, llorando en silencio.
Ellos no llegarían a tiempo.
Por eso se calló y se obligó a seguir con su trabajo. Terminó todo en poco menos de un minuto, dejando su pantalla parpadeando en color rojo. Entonces se levantó y corrió hacia la puerta de la furgoneta. Sin embargo, antes de saltar se detuvo y, en medio de sollozos y sin mirar atrás, dijo:
- Lo siento Brian... Jenny-nee...
Ninguno le respondió, y ella tampoco esperó.
Segundos después, una increíble explosión ocurrió.
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Donde todo empezó
De TodoÉsta es la historia de Alex, un estudiante mitad peruano y mitad japonés, quien empezó a estudiar en Japón en su Primer año de Preparatoria. Sin embargo, lejos de ser una persona entusiasta, su actitud asocial lo convirtió en un solitario. Todo esto...