Capítulo 2:
Somnoliento y con problemas
En la escuela...Parte 4
Tras la tormenta, y escuchar un sin número de terroríficas ideas —disfrazado en la conversación y risas de dos chicas— y que no quiero recordar, me tomé algunos minutos para recuperar energías. Luego, y por el sentimiento de culpa que aún permanecía fuerte, les pedí permiso para ir a comprar algo de comer (después de todo era hora del almuerzo). Aceptaron, pero con la condición que volviera inmediatamente, mientras tanto, ellas también aprovecharían para traer sus propios almuerzos.
No plantearon el castigo. Aún. Y durante el resto del tiempo, me ignoraron por completo, riendo y conversando entre ellas sin dirigirme ni siquiera una mirada.
Mike ni se apareció. Desde el principio solo se limitó ver todo desde lejos, seguramente con una gran sonrisa impregnada en su cara. Es obvio que él ya sabía lo que iba a pasar, y ahora debía estar con los otros disfrutando de su almuerzo despreocupadamente. De eso estoy completamente seguro.
Lo único bueno de todo, era que ellas no preguntaron más.
Al principio no les respondí, pues me concentré más en entender lo que sucedía que en contestar. Sin embargo, mientras yo estaba en ese dilema, ellas decidieron dejar de preguntar. Al principio lo malinterpreté, pensando que me habían perdonado. Realmente fui un idiota. Pero al pensarlo un poco más, me di cuenta que ellas no se habían resignado, sino que interpretaron mi silencio a su modo y entendieron que no les diría nada. No sé qué interpretaron, pero lo seguro es que, aun si ellas terminaran odiándome, por ningún motivo les diría el porqué de mí desaparición.
Cuando por fin sonó la campana, anunciando el fin de mi tormento, envolví mi basura y ellas guardaron sus cajas de almuerzo y bajamos por las escaleras. Pero mientras lo hacíamos, no pude evitar hacer un enorme bostezo mientras estiraba mis brazos hacia arriba.
- Que sueño...
- ¿No dormiste bien, Shion-kun?
No esperaba que alguna de ellas respondiera a mis palabras, pero al escuchar la voz preocupada de Shimizu, preguntando por mi estado, sentí que mi afligido corazón se liberaba de un gran pesar.
- Sí... no... mm... Más bien, no dormí lo suficiente.
- ¿Ha? — Tachibana se quejó en su modo sarcástico —. Si tanto has trabajado, al menos debiste dormir como se debe, ¿no es así?
Por varias razones, no tenía la voluntad para responderle.
Acababa de terminar por un infierno mental de tan solo una hora, pero ese pequeño tiempo superó con creces mi entrenamiento de dos semanas. Y todavía faltaban las clases de la tarde.
Si pude con las de la mañana, debo ser capaz de resistir... Espero.
***
- ¿Lo despertamos? — Preguntó Shimizu, bastante preocupada, pero con un pequeño atisbo de dulzura.
- Este chico no tiene remedio. — Tachibana se quejó.
- No, es mejor dejarlo así, a él realmente no le gusta que lo despierten — Mike negó esa idea moviendo sus manos de izquierda a derecha. Entonces levantó su dedo índice en modo de advertencia —. Es más, les recomiendo que nunca intenten hacerlo bruscamente. Cosas malas podrían suceder. Ah, y eso también va por parte mía.
- ¿Pero no le hará mal? — Shimizu seguía preocupada.
- Se le ve muy tranquilo... — E inesperadamente Tachibana se acercó un poco, y le pinchó suavemente con el dedo. Por suerte para ella, sus amigos no prestaron atención a su comentario ni a la pequeña sonrisa que hizo.
- Nah, en unos minutos debería despertar, es más, la noche es su hábitat. Pero eso no se aplica a ustedes, así que dejémoslo descansar un poco más.
Con las palabras de Mike, tras ayudar en la limpieza del aula, los tres decidieron retirarse y la clase quedó en un total y acogedor silencio, salvo por la tranquila y ligera respiración del chico, quien dormía sobre una pequeña pila de libros mientras la tenue luz del sol se abría paso en el aula.
***
Parpadeé unas cuantas veces antes de reconocer dónde estaba y lo que había ocurrido. Y al momento de enderezar mi espalda, estiré mis brazos con cansancio.
- Que buen descanso.
Dije, bajando mis brazos, respirando profundamente y observando con más detalle a mí alrededor. El atardecer había terminado no hace mucho y, a través de las cortinas, podía ver el cielo y las nubes remarcadas por un color naranja a punto de desaparecer, un azul a diferentes tonalidades pero cada vez más oscuro y un morado apenas perceptible. Sin duda era un momento único y que, con la ligera luz que se filtraba por las ventanas, me invitó a mirar el resto del anochecer.
- ¿Cuánto tiempo habré dormido...?
Me pregunté, tras algunos minutos, al frotar mis ojos con mi mano derecha, para luego sacar mi móvil y verificar la hora. Eran ya más de las seis.
Impresionado por la hora, decidí alistarme e irme rápido, pero al momento de guardar mis cosas lo hice con movimientos perezosos hasta que por fin llevé mi maletín al hombro. Salí de la clase y empecé a caminar por el silencioso y apenas iluminado pasillo.
- Que tranquilidad...
Con pasos lentos y evitando provocar sonidos fuertes, pude disfrutar del momento. La luz de los postes de abajo se filtraban por las ventanas, y el oscuro cielo, con apenas nubes en él, era poco a poco llenado por pequeños puntos brillantes. Era la primera vez que veía este escenario y sin duda había otros mucho más hermosos que este, pero este momento me parecía tan relajante y único que ni siquiera me cuestioné el hecho de no haberme topado con algún profesor o el guardia nocturno. Sin embargo, no había ninguna sonrisa en mi rostro, pues mientras admiraba la vista, un repentino, extraño y ligero atisbo de soledad invadió mi pecho.
No entendía la razón, mucho menos sabía qué hacer al respecto. Sin embargo, de un momento a otro y antes de que bajara por las escaleras, llegó a mí un largo, pequeño pero profundo sonido, al cual le siguió otros sonidos similares pero de diferente tonalidad. El delicado timbre me decía que se trataba de un piano.
Era una hermosa melodía con un ritmo suave, casi del tipo romántica, pero evocaba una sensación triste, solitaria, pero a la vez acogedora. Era casi como si describiera lo que sentía en este momento. Pero había algo más en esa canción, y es que sentía conocerla de antes, pero nada me decía de dónde.
Tenía mis dudas, pero mi cuerpo se movió si solo en busca de aquella melodía. Supongo que con la intención de preguntar por el nombre de la canción al habilidoso pianista. Así que volví mi paso y caminé por los pasillos, cruzando de un edificio a otro con el mismo escenario de antes, pero que con la música de fondo, no sentí esa sensación de soledad. Subí hasta el último piso de los de tercer año y llegué hasta la última habitación, la cual era:
«Salón de música»
Quise sonreír de la ironía, pues de dónde más podría provenir la música, pero en este momento ese hecho era ínfimo ante lo que sentía al estar frente a la puerta. Porque extrañamente, mientras más me acercaba a este lugar, sentía crecer más y más una presión en mí corazón. Ahora solo necesitaba abrir y preguntar, pero por alguna razón mi corazón se sentía algo agitado.
Así que forzándome a mí mismo, deslicé la puerta siendo lo más silencioso posible, y...
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Donde todo empezó
عشوائيÉsta es la historia de Alex, un estudiante mitad peruano y mitad japonés, quien empezó a estudiar en Japón en su Primer año de Preparatoria. Sin embargo, lejos de ser una persona entusiasta, su actitud asocial lo convirtió en un solitario. Todo esto...