Vol. 2 Prólogo

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Lo sabía.

Lo sabía muy bien.

Sin importar cuantas o qué cosas pasasen, independientemente del motivo, era capaz de saber lo que sucedía a mí alrededor. Porque las respuestas siempre estuvieron a mi alcance. En realidad, es porque siempre lo están.

Sin embargo, saberlas no significa entenderlas, y mucho menos aceptarlas.

Desde aquel pequeño incidente, empecé a buscar excusas para que los demás no se inmiscuyeran en mi vida; para que no se me acercaran; para que no intentaran impregnar en mí, esa sombra de la cual me separé, ya hace más de un año.

El día en el cuál, perdí mi vida y en el que, me convertí en una cáscara vacía.

Por ello, le di prioridad a ese sentimiento que, por alguna razón, siempre nacía en mí en los momentos de silencio, que me impulsaba a alejarme de los demás. No sabía el porqué de él, y aunque a veces lo consideraba insignificante y estúpido, fue suficiente para usarlo como excusa desde aquel día. Pero al final, necesitaba algo más que eso, pues cada vez que estaba cerca de alguien o cuando me encontraba con una mirada, sentía su intención de acercarse e inmiscuirse en mi forma de ser y de pensar.

Por ello, dejé que me creciera el cabello y empecé a usar lentes.

Recién en ese momento, todos esos ojos dudaban mirarme y, por consecuencia, acercarse. Y poco a poco empecé a pasar desapercibido y solo. Me sentía tranquilo, en calma. Quería lo mismo aquí en Japón, y para que, por si algún motivo me encontrara con alguien que me conoció, este no pueda reconocerme.

Pero había cometido un error.

Sentía calma, sí, pero en ningún momento diferencié que esa calma nació al alejarme de aquellos que me conocían de antes y que solo querían volver a ver en mí, a aquella persona. Era algo tan obvio que no puedo creer no haberme dado cuenta antes. No, la verdad es que no quería hacerlo. No quería pensarlo, pues si lo hacía de seguro cambiaría mi forma de pensar y me convertiría en alguien distinto, en alguien que ellos querían.

Sin embargo, ese pensamiento estúpido cambió gracias a un par de chicas problemáticas y a un condescendiente amigo.

Por ello no puse mucha resistencia, ya que inconscientemente, o mejor dicho, deliberadamente dejé que se involucren en mi vida.

Porque ellas no conocían nada de mí.

Porque ellas solo veían al yo del presente.

Preguntaban cosas de mi pasado, de mi otro yo, pero ellas en ningún momento intentaron proyectarlos en mí.

Por eso, lo decidí.

Decidí dejar atrás ese insignificante sentimiento que me impulsaba a alejarme de los demás y mi estúpida forma de pensar. No tenía caso seguir con eso. Sin embargo...

Lo sabía.

Sabía muy bien que al dejar que eso pase, las cosas iban a cambiar.

Pero aun así...

- ¡Toma Onii-chan!

Una versión pequeña de Tachibana estaba acercando sus palillos con un pedazo de carne asada hacia mí boca.

- ¡No Onii-san! Toma de la mía.

Me ofreció otra pequeña mini Tachibana con las mismas intenciones.

¿Por qué tuvo que cambiar de esta forma?

En un modo, podría manejar esta situación, la cual jamás me imaginé vivir al venir a esta casa. Bueno, si solo fuera eso. Además de ellas, las miradas penetrantes de todos mis compañeros de clase me consumían, oprimían a mi pobre alma que no tenía culpa de nada. Eran más intensas que cuando estaba en la clase, pero también sentía que algunas eran diferentes.

Pero lo más importante.

Tachibana, por favor, ¿podrías dejar de mirarme así y ayudarme con tus hermanas?

Pero a pesar de mis demandas, ella me ignoraba sentada, observando la situación detenidamente con sus cejas arqueadas y una mirada complicada. Ni siquiera puedo intentar pensar en la razón.

Pero no era solo ella.

¿Por qué sigues con esa expresión Shimizu...?

Shimizu observaba todo, apoyada sobre sus manos, con una enorme y brillante sonrisa.

Si tan solo hubiera escapado cuando tuve la oportunidad.

Pero ya es demasiado tarde.

No me queda más que lamentarme.

Nome queda más que sufrir.    

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