Capítulo 3:
Para ir más allá, primero hay que librarse de los obstáculos
El gatillo inicialParte 7
- Espera, ¿de verdad? —interrumpió Shadow, incrédulo, mirando los ojos de Sasha. Pero al ver que ella parecía confundida, supo que no había error y que las cosas eran como eran. Por eso lanzó un profundo suspiro mientras se sujetaba la cabeza, para luego volverse hacia Stranger, quien caminaba a su costado, y quejarse—: Oye, si se trataba de una trama familiar tan cliché, ¿había necesidad de hacer todo lo que hice allá?
- ¡Por supuesto!
- ...así que se trata de ello —dijo tras un par de segundos, como si comprendiera algo tras la sonrisa y el asentimiento de Stranger—. Ambos la tienen difícil.
- No te preocupes, no te preocupes —le animó Stranger mientras palmeaba su espalda un par de veces.
- No estoy particularmente preocupado —apartó su mano, frunciendo el ceño—, es solo que estar en tus manos es...
- Au... —gimió Stranger, no por el dolor—. Eso es duele Shadow. ¿Dónde está nuestra confianza mutua? ¿No somos compadres?
Pero él no respondió, aunque no apartó su desconfiada mirada sobre él.
- ¿...Por qué el silencio y esa complicada expresión en tu cara Shadow?
Entonces ya ni siquiera lo miró.
- Shadow... —suplicó Stranger, acercándose y mediante susurros—. Me estás haciendo quedar mal frente a la dama. Un poco de confianza ¿no crees?
Entonces Shadow se detuvo y se volvió hacia atrás.
- Señorita Sasha —dijo, mirándole directamente a los ojos—. No me entenderá todavía, pero la mejor recomendación que le puedo dar es que: Para todo hay una razón.
- ¡Oh! —exclamó Stranger, volviendo a palmear la espalda de Shadow—. Excelente, como se esperaba de mí compadre.
Shadow volvió a apartar esa mano y, sin esperar respuesta alguna, empezó a caminar mientras Stranger seguía parloteando una que otra cosa. Pero Sasha, quien se quedó atrás, no sabía qué decir.
En primer lugar, no entendía nada de lo que estaban hablando. A pesar de estar ahí y escucharlos, el nivel de información que manejaban estaba fuera de su alcance. Asumían cosas con tan solo una frase, como si leyeran la mente del otro, y eso la imposibilitaba entender el verdadero propósito de la conversación. Peor aún, aunque parecían conversar e interactuar como buenos amigos, la forma en que se miraban difería mucho de lo que ella llamaría amigos. En un momento, la mirada de uno parecía hurgar en la mirada del otro mientras que ese otro evitaba ser leído mediante palabras o acciones, y en otro momento, esas acciones se revertían. Parecían ser amigos, y a la vez no parecían serlo, y eso la confundía más.
Sin embargo, esa no era raíz del desconcierto y silencio de Sasha.
Estaba cansada y no era para menos, habían estado caminando por las dos últimas horas, y sin parar. Estaba sudando, por supuesto, pero el calor que ella sentía no era sofocante en lo absoluto, es más, la temperatura rayaba entre lo aceptable y lo agradable, a pesar de que todavía eran poco más del medio día y de que estuvieran caminando sobre la ardiente arena en medio del desierto. Y la razón de tal extraña situación, que incluso era capaz de mantener a raya al sol, era un gruesa marea de arena que revoloteaba y giraba alrededor suyo hasta elevarse al cielo en un radio mínimo de cincuenta metros.
ESTÁS LEYENDO
Donde todo empezó
SonstigesÉsta es la historia de Alex, un estudiante mitad peruano y mitad japonés, quien empezó a estudiar en Japón en su Primer año de Preparatoria. Sin embargo, lejos de ser una persona entusiasta, su actitud asocial lo convirtió en un solitario. Todo esto...