Capítulo 17

104 20 5
                                        


—Pensé que nunca volverías a hablarme...
Douglas siempre pensaba lo mismo, supongo que tenía que ver con sus inseguridades; cada vez que peleábamos o discutíamos, creía que nunca volvería a dirigirle la palabra.
Douglas se ponía ansioso, puesto que para él era fácil darse cuenta de sus errores. Siempre era la misma secuencia: pelea, disculpas instantáneas, enojo de mi parte y reconciliación por demasiada insistencia de parte de él. Douglas no sabía respetar los tiempos de los demás; de hecho, las pocas veces que él se había encontrado molesto conmigo, acababa aún más enfadado porque yo dejaba pasar demasiado tiempo.
Lo bueno de Douglas era que, casi siempre, entendía y reparaba sus errores; pocas veces los repetía. Lo malo era que, casi siempre, aparecía con una nueva equivocación, recién salida de su stock interminable de fallos.
—Lo haré si vuelves a decirme algo así —aclaré.
Doug asintió varias veces y se besó el dedo índice.
—Nunca.
Él se acomodó en el columpio, y se quitó la capucha de la cabeza, dejando al descubierto su falso cabello oscuro. Habíamos caminado hasta la Plaza de la Vegetación, para evitar contratiempos en caso de que se hiciera la hora de volver a casa.
Me quité la bolsa del hombro y la apoyé en el piso, crucé una pierna y me senté sobre ella, encimando a Doug, quien automáticamente pasó su brazo por mi hombro.
Dejó de perder el tiempo, y me besó. Y en ese momento me di cuenta de algo: no sentía nada, en absoluto. Le contesté a sus labios por inercia, y porque realmente sabía cómo lograr que pareciera amor.
En ese momento, me sentí la persona más fría del mundo. Aquí no me encuentro.
Cuando resolví que era suficiente, me separé de él para que se animara a hacerme la misma pregunta de siempre:
— ¿Cómo fueron estos días?
Casi como si hubiera olvidado que había sido mi cumpleaños.
Suspiré, y desvié la mirada. Era la primera vez que hablaba con alguien sobre Elioth.
— ¿Qué pasa? —Douglas secó la única lágrima que dejé escapar.
Respiré hondo varias veces. Basta, Annie.
Lo miré a los ojos, y entendí que esas perlas oscuras rodeadas de pastizal congelado, debían hacerme sentir diferente.
Siempre había pensado que, si alguna vez un familiar mío desapareciera, correría a buscar a Eio.
Y ahora, ¿Qué voy a hacer?; ¿Hacia dónde voy a correr?
—Elioth desapareció.
Aguardé. La verdad, estaba esperando una reacción familiar: ojos en blanco, ademán con la mano, cejo fruncido... Cualquiera de esas respuestas me hubiera dado la razón: Douglas no servía para mi tristeza. Sin embargo, logró cerrarme la boca.
Doug se alejó un poco de mí, sin dejar de sostenerme, y me miraba con expresión perpleja. Luego desvió los ojos, y comenzó a repasar la información que llovía en su mente; lo veía todo allí, y estaba segura de que no podía creerlo.
— ¿Elioth Stevenson? —se preguntaba a sí mismo.
Me miró y negó.
—Eso es imposible, Annie. Él no estaba en ningún escuadrón de los nuestros...
Comencé a rascarme el cuero cabelludo con exasperación.
—Lo sé —dije—, no entiendo... nada, no entiendo por qué se lo llevaron.
Douglas se había cruzado de brazos con evidente frustración. Primero me miraba a mí, luego a la nada, y luego volvía a mí. Movía los ojos de un lado a otro, e incluso se llevó la uña a la boca (gesto que no tenía desde hacía bastante tiempo).
— ¿Recibieron la notificación?
Negué.
—No hubo protocolo —expliqué.
Entonces chistó la lengua y relajó sus ojos. Allí estaba, la reacción familiar.
—Vamos, Annie.
Me sonrió levemente.
Le planté la mirada y me alejé un poco, para verlo mejor. Él dejó de morder su uña, e hizo un ademán de obviedad.
No lo digas.
—A ese muchacho no lo hicieron desaparecer, mas bien, huyó solito.
Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, mi palma estalló contra su mejilla. Douglas agachó la mirada, y hasta pude sentir cómo apretaba los dientes.
Estoy hasta la corona de ti, Douglas, no eres más que un maldito desconsiderado; y tienes que entender de una buena vez, que el hecho de que todas las personas de tu entorno sean una mierda no implica que las personas de mi entorno también lo sean.
—En qué momento —dije mientras me levantaba —, en qué momento llegas a suponer que Elioth haría una cosa así.
Intenté calmar mi respiración, mientras me movía de un lado a otro.
—No aceptas... —dijo levantándose también.
—No... —me dije, escapando de sus ojos.
—No aceptas que sea una posibilidad —escupió antes de que volviera a interrumpirlo.
—No —dije enfrentándolo —, porque no la es.
Vi más allá de su rostro blanco y manchado, más allá de sus pestañas claras y sus ojos profundamente negros. Vi la cantidad de cosas que Douglas hubiera dicho en ese momento. Y por una vez, calló.
— ¿Vas a ayudarme? —pregunté.
Pestañeó, sin dejar de sostenerme la mirada.
—Sí —dijo.
Douglas quería a Elioth más muerto que desaparecido, estaba claro. Por lo que esa respuesta valía más que cualquier otra cosa.
Supongo que tenía la idea dando vueltas en mí desde hacía varias horas, solo que no me había dado cuenta que estaba allí.
En ese momento reconocí que acabaría rompiendo una de mis promesas más importantes: la de mi seguridad.
Le pedí a Doug que me llevara con personas que pudieran ayudarme a entrar en los registros de los Oficiales; y a su vez, que pudieran darme algún dato sobre encuentros clandestinos en los que Elioth pudiera haber estado el día de su desaparición.
Ya no importaba la discreción, y tampoco el mantenerme al margen de un mundo que me pertenecía hacía tiempo. Perdón, Elioth.
Douglas me escuchó con atención. Escuchó cada una de las ideas que tenía para conseguir información sobre el paradero de mi amigo. A todo asentía, y contestaba que haría lo posible para llegar a las personas con las que yo quería hablar. Aún así, me pareció verlo bastante inseguro.
— ¿Qué pasa? —pregunté.
Tal vez no tendría que haberme fiado de su primera respuesta: "sí".
—Nada —dijo.
—Dime, estás pensando en algo.
Carraspeó y se pasó la mano por lo rapado en su cabeza. Repitió el movimiento.
—Puedo conseguirte cita con casi todas las personas con las que quieres hablar...
—Pero...
—Pero ninguna de esas personas querrá encontrarse contigo, Annie, a menos que formes parte de la organización.

Un pedazo de mi mundo pareció desmoronarse dentro de mí, puesto que sabía lo que Douglas diría justo después.

—Sabes lo que implica, Ann. Nuevo aspecto, nueva casa, nueva identidad...

Abandonarlo todo.

En ese momento me hubiera gustado quedarnos con el silencio, pero Douglas Risper no concedió mi deseo.
— ¿A cuánto renunciarías para poder volver a verlo?


SUBVERSIVOS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora