Entreabrí mis ojos pero todo parecía verlo a través de un par de lentillas. Como si me encontrara detrás de un cristal, o muy lejos con el sol de frente. También se oía así, como si estuviese dentro de una caja; encerrada junto a un gran pitido en el fondo de mi cabeza.
Volví a cerrar los ojos, e intenté mover los pies, pero los tenía pesados. El conjunto de suaves envoltorios actuaban como barrera entre la frazada y mi piel.
Pestañear varias veces no resultó fácil, y claro que fue mucho más difícil desempañar mi visión. Una gota detrás de la otra, casi de una forma constante y sin intenciones de detenerse comenzaron a empapar mi almohada. Recordaba algunas cosas como gritos, golpes, incluso sangre; también recordaba un rostro. Todavía era capaz de ver a mi padre con ojos descentrados, a un costado de la habitación, sin hacer nada mientras aullaba su nombre. Mi padre ya no era mi padre. Recordaba, además, como me había sentido con los otros rostros que estaban en aquel lugar. Con uno de ellos me había sentido tan asustada que casi no había podido respirar.
Entonces el insoportable pitido acabó y sonó casi como el destapar de un dulce casero; los colores se aclararon y mi visión se volvió cada vez más nítida, a un costado estaba Thomas que terminaba de inyectar un medicamento en la vía que pinchaba la vena de mi brazo.
—Sé que no debería preguntar obviedades, pero... ¿Cómo te sientes?
Contesté en una mueca al intentar sentarme en la especie de cama en la que me encontraba.
—Dolorida —dejé de hacer esfuerzo —, pero mejor de lo que esperaba.
—El suero y las vitaminas te devolverán el color —dijo y destapé mis piernas —. Ah, también tienes medicinas en los cortes. Son superficiales, así que bastará con la pomada que Donald trajo.
— ¿Qué era ese lugar? ¿Cómo me sacaste de allí?
Al cabo de unos minutos me sentía muchísimo mejor. Supongo que sería producto de las ciencias del Epicentro, lo cual hacía que sintiera bastante envidia. En Civitas la gripe puede costarte la vida, pensé.
—Era la congregación —dijo desde su silla —, el cómo te lo contaré después...
Eché una mirada a mi alrededor. Estábamos en lo que parecía ser una choza bastante destruida pero bien ubicada, ya que no había ni una sola ventana. Lo único que había allí era una mesa, una silla que estaba siendo ocupada por Thomas, el intento de cama en el que me encontraba, y unas cuantas cajas y bolsas a un costado, cubiertas con tela.
Luego volví a mirar a Wobe, que se había levantado de su lugar para acomodar algunas cosas dentro de las bolsas. Todo indicaba que (al menos yo) estábamos de fuga.
Con un poco de esfuerzo conseguí sentarme, hasta pararme y caminar unos pasos. Lo que tenía en las vendas debía ser una mezcla de anestesia y cicatrizante, ya que sentía ligeras molestias, como si tuviera las plantas de mis pies dormidas.
— ¿Dónde están mi hermana y mi madre?
—Tu familia está en otro refugio, fueron evacuados por personas de confianza —dijo desde el suelo y volteó para mirarme con su rostro fruncido —. No recuerdo haber aceptado que otro infante se uniera al club, pero así pareció ser... Mono, Monroe...
—Moro —dije y examiné el lugar.
—Eso —dijo como si se le hubiera prendido una lamparita junto en la copa de la cabeza.
— ¿Qué vamos a hacer?
Se levantó con una bolsa en la mano y la sacudió varias veces, de allí sacó una barra de cereal (que apostaba debía ser de algo más) y me la dio.
—Escondernos, cariño. En cuanto pasen las primeras cuarenta y ocho horas, y dejen de buscarnos como locos, iremos al refugio donde están los demás. Desde allí planearemos alguna estrategia para salir de Genux, supongo...
Tragué el último pedazo de barra, y me encontraba más saciada y con más energía. En una de mis observaciones encontré un espejo roto en el piso, así que me acerqué y me miré el corte que tenía en la frente, parecía como si lo hubieran pegado y sanado. Probablemente así había sido.
—No podemos ir al mismo lugar que mi madre, Helen y Moro —pensé en voz alta y me acerqué a Wobe —. Nos quieren a nosotros, no a ellos.
—Necesitamos tener una base —objetó.
—Seremos los más buscados de toda la ciudad, si nos encuentran a todos, ¿qué crees que harán?
Se lo pensó y apretó la mandíbula.
—Encerrarnos.
—A nosotros —sentencié —. Pero a ellos van a matarlos.

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SUBVERSIVOS #1
Fiksi Ilmiah"Silencio. Silencio. Y luego -sin aceptar que aquello podía ser producto del deseo y la esperanza- el eco ínfimo del agua a lo lejos. No teníamos otra opción. Tomé tres granadas de la bolsa que l...