Capítulo 24

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Había pasado los últimos días intentando conseguir tiempo para otra cosa que no fuera trabajar, comer y dormir. Pero aquella tarde en el Norte de Civitas no sólo había provocado un cóctel de sentimientos imposibles, sino que, además, había supuesto el comienzo de la cuenta regresiva para el Reclutamiento de Oficiales. Esto significaba ni más, ni menos, que un aumento excesivo de la rigurosidad en el trabajo de la fábrica.
En menos de dos semanas tendríamos que tener listas una cantidad indescifrable de prendas, que serían entregadas en la ceremonia.
En cierta forma, el cansancio había sido mi gran aliado, ya que de ninguna otra forma hubiera podido conciliar el sueño después del día que pasé en el Norte. Toda esa nueva información en mi cabeza me había empapado como un balde de agua helada, que sin embargo, provocaba el efecto contrario: un calor exasperante en el pecho y la garganta, parecido a la mezcla perfecta entre ansiedad y enojo.
Mi hermana había venido a buscarme a la habitación poco después de haber llegado, aquella misma tarde, antes del toque de queda. Cuando le confesé que Tom no existía, y que en realidad había estado en contacto con el mismísimo Thomas Wobe, no pudo hacer otra cosa que dejar la boca abierta por varios minutos. Tuve que repetirle la historia varias veces, y aquello le impactó tanto que consumió el resto de su atención, por lo que no me había visto obligada a explicar demasiado de mi encuentro con Douglas, Fiera, y el resto del mundo subversivo.
Algo me decía que no tenía que apresurarme a contar lo que había pasado con Elioth; supuse que no me encontraba lista para oficializarlo con mis palabras.

No había vuelto al Epicentro, y claro que tampoco había aparecido en el mercado el día que habíamos pactado con Wobe. Me levantaba cada mañana sorprendida de la normalidad de mi vida; esperaba encontrarme con Oficiales en mi puerta; o que, de regreso a casa, lograran hacerme desaparecer; pensaba que un día llegaría a mi hogar llorando a un miembro de mi familia. O simplemente, esperaba que Thomas Wobe estuviera esperándome a la salida del trabajo con una pila de matones detrás.
Pero nada de eso había sucedido, al menos, no por el momento.

Mi madre llamó a comer justo en el mismo momento en el que abrí el cofre en el segundo rellano de mi habitación. Esparcí todo su contenido, incluyendo la tela con la tabla traductora, y bajé por las escaleras.
No habíamos logrado sentarnos en la mesa; mi padre estaba poniendo las cucharas para la comida, cuando la puerta de la calle sonó.

El corazón me dio un vuelco y mi hermana me echó una fugaz mirada. Mi madre asomó desde la cocina frotándose rápidamente las manos con un trapo, y mi padre se levantó de inmediato. El toque de queda había sonado hacía un tiempo, nadie más que Oficiales podían estar en las calles.
Algo en mí resonó como pocas veces: venían por mí. Quien fuera que estuviese justo detrás de la puerta, traía un mensaje para mí.
—Buenas noches —un par de Oficiales.
Más allá de ellos, en la calle, podíamos ver el camión blanco.
— ¿William Bless?
—Soy yo.
Los Oficiales entregaron una carta bastante grande, luego hicieron un gesto de despedida y se esfumaron.
Mi padre cerró la puerta, pero antes de darse la vuelta rompió el sobre y dio un vistazo a la carta.

Se acercó a la mesa refregándose la cara con sus manos e intentando mantener al margen su nerviosismo. Nos entregó el papel que recitaba en sus dos primeras líneas:
"Estamos complacidos de informar que el Señor William Bless ha sido seleccionado para iniciar el Reclutamiento de Oficiales en el campo del Norte..."

SUBVERSIVOS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora