Podría quedarme dentro hasta el amanecer. Pero, ¿si hubiera alguien dentro?; ¿Qué tal si un subversivo apareciera?
Al juzgar por la apariencia de la puerta, creía que nadie la había tocado en meses. Qué va, años.
La alarma contra-subversivos comenzó a sonar de repente, era un sonido ensordecedor y muy distinto al del toque de queda. Este último no chillaba tanto.
Escuché ruidos a lo lejos y en un movimiento me acerqué al piso, casi tocando la madera con la pera; esperando que a ningún Oficial se le ocurriera buscar a un subversivo en los arbustos.
Una luz fría iluminó la Plaza de la Vegetación por el costado, y el corazón me dio un vuelco. Pronto estaba tan agitada como antes, sólo que no había corrido y me encontraba acostada en el piso.
Podía apostarlo, en menos de un santiamén estarían aquí, entonces me encontrarían y no dudarían en encerrarme. Me había puesto a pensar qué sería de mí si nunca volviera a ver a mi familia, mientras, la luz se acercaba más y más.
Era la luz blanca más oscura de todas.
No puedes dejar que te vean, me repetí varias veces. Di un buen tirón a la manija pero no se abrió. Sentí la vibración de los camiones acercándose, y entonces volví a tirar. Nada, no lo había logrado. Las luces se acercaban y el pitido de la alarma no cesaba. Una vez más arranqué el círculo de hierro, la puerta se abrió y me deslicé dentro.
Caí sobre unos escalones y me acomodé como pude, mientras el techo dejaba de vibrar, me percaté de que me encontraba completamente a oscuras. De lo único que estaba segura, era que había escalones de madera y una puerta sobre mí.
El ambiente era bastante húmedo; aún así era menos frío que la intemperie.
¿Qué estaba haciendo? Estaba loca. Si alguien me encontraba allí, iba a llevarme directo con los Oficiales. Y entonces pensarían que era una subversiva, y desaparecería, como lo hacían todos ellos.
Ese tipo de oscuridad no me gustaba, todo parecía bastante grande e inseguro. Sentí que allí podría perderme, desaparecer, o incluso que cualquier cosa o persona podría estar mirándome sin siquiera darme cuenta.
Bajé uno a uno los escalones hasta tocar torpemente el suelo, y me agaché para ver qué tipo de piso era: adoquín. Estiré el brazo derecho con algo de miedo. Quizás alguien me chocase los cinco en forma de broma, o tocase algo que no deseara.
Llegué a la pared; me balanceé hasta el otro extremo y encontré lo mismo. Levanté los brazos pero no llegué al techo.
En medio de la oscuridad me había puesto a pensar, que aquel lugar rodeado de adoquines podía ser un pasillo. No podía avanzar. Tampoco podía quedarme allí.
¿Seré la primera niña subversiva de trece años? Mis padres iban a enojarse mucho. Elioth, los Roth, mi hermana... Ninguno volvería a hablarme. Ya no. Y en la Escuela de las Convenciones me odiarían todos. Tal vez me odiarían tanto que nunca más podría ir a clase.
Al cabo de unos minutos (horas), escuchando sólo mi respiración en la completa oscuridad, me desesperé y comencé a caminar con los brazos estirados, siguiendo así la forma de las paredes.
Caminé despacio, anteponiendo el pie derecho, y varias veces tropecé con el suelo en desnivel.
Luego de bastante tiempo, el pasillo comenzó a parecerme un túnel. De pie en la oscuridad me dio un escalofrío, y tapé mi cuello con mis manos para seguir caminando.
¿Y si el túnel termina en una casa de familia? ¿Y si termina en un lugar de subversivos? ¿Y si nunca termina?
Solamente quería encontrar luz, aunque se tratase del débil iluminar de una vela gastada.
Hubiera podido jurar que en un momento sentí que el túnel había comenzado a ascender.
¿Luz? Sí, ¡es luz!Me apresuré, aunque sólo veía un par de líneas. Di varios pasos largos y choqué con algo justo antes de enfrentarme a los hilos de claridad: más escalones.
La luz provenía de hendijas, éstas me dejaron ver sólo un poco de las rocas a mis costados. Sentí algo recorrerme el cuerpo; una especie de escalofrío impresionante. Ya no temblaba, sino que la emoción me mantenía en otra cosa. Respiré un par de veces antes de acercarme, luego puse mi rostro a milímetros de la madera y observé.
Del otro lado de la puerta había un salón muy diferente al mío. Todas las luces estaban encendidas aunque sólo podía ver pequeñas partes del cuarto. Parecía una sala comedor con sillones y estanterías. Estanterías cubiertas de... Cajas rectangulares, supuse.
Tanteé la puerta hasta encontrar un picaporte; antes de girarlo acomodé mi abrigo, como si pudiera protegerme de cualquier cosa. Un trozo de saco con piel de cordero, protegiéndome de todo. Incluidas balas y bastones; incluidos Oficiales y subversivos. Giré suavemente el picaporte y pasé a la habitación.
La luz era cálida, sin embargo, resultaba demasiado radiante. Miré a mi alrededor intentando no achinar los ojos, y quedé maravillada: era una sala enorme, y muy hermosa.
Tenía muebles oscuros pero brillantes, había veladores decorados de una forma extraña, también sillones grandes y dos pequeños color vino. Había una chimenea, como la que estaba en la casa de Daniel (pero ésta se veía más costosa y lujosa). Y sobre la mesita, entre los sillones, había una taza y un par de anteojos.
Descubrí que alguien me observaba desde uno de los asientos.
La anciana tenía sus ojosperplejos puestos en mí.
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SUBVERSIVOS #1
Science Fiction"Silencio. Silencio. Y luego -sin aceptar que aquello podía ser producto del deseo y la esperanza- el eco ínfimo del agua a lo lejos. No teníamos otra opción. Tomé tres granadas de la bolsa que l...