SEGUNDA PARTE - Capítulo 6

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PIP. PIP. pip. piiiiwwww.
Silencio. Murió, pensé.
Frente a mí, mis zapatos. Y el suelo. La madera del suelo.
Llevé mi mano hacia la parte baja de mi nuca, y rasqué. Una y otra vez, hasta que el rascar se convirtió en un suave apretar. Bostecé. En realidad, estaba bostezándole a mis zapatos.

— ¡Annabeth!
Mi madre sabía gritar mi nombre largo y pausado, sin sonar insistente. Combinaba énfasis en sílabas que nunca había sido capaz de recrear.
Escuché pasos, luego un escalón rechinar, y más pasos acelerados. Suavemente abrió mi puerta.
—Cariño...
—Ya casi —dije desde el primer rellano.
Con el uniforme a medio poner, y un gran bollo de cabello color oro en la copa de mi cabeza, bajé en dos saltos al piso de mi cuarto.

Mi madre había desaparecido, pero había dejado la puerta abierta. Desde mi cama, mientras me ponía las medias por el talón y las estiraba hasta mi rodilla, comprobé que mi hermana ya no se encontraba en sus aposentos. Lo cual significaba un gran problema, en realidad, el problema de siempre: ella se alistaba antes que yo, y me abandonaba si no me apuraba. Nunca había entendido cómo hacía para mantener vivo su despertador los 365 días del año.

Bajé la escalera, y esquivé el escalón maldito. Entré al baño, me limpié la cara y los dientes, y volví al salón. Al salir del baño, mi hermana estaba esperándome en el centro de la sala.
—Si no te apuras, te dejo —amenazó mientras se colgaba al hombro su bolsa.
—Voy, voy —troté hasta la cocina y di un par de mordiscos a la tostada, además, vacié un vaso de agua completo.
Mamá peinó mi cabello —el cual había pasado de ser un bollo caído— con los dedos, mientras me colgaba la bolsa.
—Cariño... —se quejó.
Me persiguió hasta la puerta. Ella nunca hacía aquello.
—En el camino —dije. Y la saludé desde el umbral.
—Suerte hoy —alcancé a escuchar mientras cerraba la puerta.

Hoy. "Suerte hoy". Ahí lo tienes, me dije.

Era mi último día en la Escuela de las Convenciones. La ceremonia de Iniciados en el trabajo se celebraba esa mismísima mañana. Se suponía que debía recibir un pergamino que explicase en qué era buena.


SUBVERSIVOS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora