—Tienes valor, hermano —dijo Frankie, un compañero de nuestra clase, era bastante alto y siempre llevaba su cabello en una coleta. Desde hacía un tiempo sospechábamos que su taller tenía que ver con armas y subversivos, pero nunca se lo habíamos preguntado.
—Nunca pensé que lo harías —admitió Cesar, golpeándolo en el hombro.
Todos estábamos rodeando a Daniel mientras esperábamos los camiones.
Dani no hizo más que sonreír y dar las gracias. Estaba disfrutando de convertirse en leyenda. Luego de estrechar varias manos, y de recibir unas cuantas sonrisas desenfadadas de chicas que pasaban por allí, nos subimos al camión.
—Felicitaciones —le dijo Eio sonriendo —. Pero no vuelvas a hacerlo, de verdad, hubiera podido jurar que se me aflojaron las piernas.
—Admito que estaba un poco nervioso —contestó.
—Cuando vi a los oficiales moverse casi me descompongo, Daniel —enfaticé.
— ¡Igual yo! —asintió Elioth.
—Ni de broma vuelvas a hacerte el héroe —advertí.
—O ella te matará —afirmó Eio palmeándole el pecho.
Daniel se rió con superioridad, y luego sacó el sobre de su bolsa.
— ¿Qué haces? —pregunté.
—Lo leeré ahora —contestó desenrollándolo.
Eio y yo intercambiamos unas miradas mientras él leía el pergamino.
— ¡Genial! Tengo el taller —celebró.Los tres sonreímos y hablamos de ello hasta que bajamos del camión.
Daniel nos abandonó una plaza antes, estaba claro que no se dirigía a su casa. Más bien, a la de Sophy, que quedaba a unas cuantas manzanas al norte.—Vayamos a algún lugar —sugirió Eio al despedir a Daniel.
— ¿Adónde? —pregunté asintiendo.
Se lo pensó. Elioth se deshizo del pullover verde, y lo metió en su bolsa; arremangó su camisa, y sacudió la cabeza.
—Puede que tenga un lugar —contestó.Caminamos un par de cuadras sin apuro, esquivando algunas personas que pasaban cerca de nosotros con prisa, y también camiones de oficiales, y trabajadores. El sol estaba radiante, pero se podíamos disfrutar de la brisa. Durante casi todo el camino nos comprometimos en una charla apasionada sobre nuestras sospechas acerca de Frankie. En general, Elioth era la única persona con la cual podía hablar de subversivos, y cosas ilegales, sin preocuparme por escoger mis palabras. Supongo que mi comodidad se debía a que ambos coincidíamos en algunas cosas, aunque Elioth se quedaba callado en ciertas situaciones.
Estaba tan concentrada en lo que estaba explicando, que ni siquiera noté mi exabrupto.
—...Douglas me dijo que parte de la familia de Frankie está involucrada en la Edad Negra...
No, boba. Cierra el pico. Me quedé en silencio. ¡Ahora no te calles!
—Em... Pero bueno.
Elioth se interesó por una de las paredes de ladrillo marrón adornada con masetas de concreto, que salían de la pared en intervalos de un metro.
— ¿Qué tal está Douglas?
Dijo al fin. Y le eché una mirada sarcástica.
—Ya lo sé. Sé lo que estás pensando. Pero prometo que estoy siendo cuidadosa.
Suspiró, y sonrió con pesar.
—Hace dos semanas me prometiste que dejarías de hacerlo.
Tardé unos segundos en darme cuenta de que estaba mordiéndome el labio inferior.
—Sólo lo veo... Cada tanto. Para ver cómo está, o si necesita algo...
Mentirosa.En realidad, Elioth no se enojaba porque estuviera viendo a Douglas. Más bien se preocupaba, y siempre negaba con la cabeza, como si no tuviera solución. Eio era la única persona que sabía que tenía contacto con Doug.
No había sido capaz de contárselo a mi hermana.
—Annie, ten cuidado —dijo, echándome una mirada rápida.
Asentí varias veces, y expliqué:
—Me encuentro con él en las partes alejadas del mercado, siempre está sólo. No te preocupes...
Mentirosa.Doug era fugitivo, y miembro de la Edad Negra, desde hacía ya dos años. Había tenido una historia con él, simple y bastante normal: de pequeña me gustaba, pero yo a él no. Crecí y perdí el interés. Años después, en la Plaza de las Aguas, Douglas intentó robarme un beso en una casa abandonada. No lo logró. En ese momento, él estaba terminando su último curso en la Escuela de las Convenciones, y yo tenía dieciséis.
Meses después, al terminar el curso, justo después de la entrega de pergaminos, Douglas participó en el incendio de una fábrica vacía. Desde ese momento, desapareció de la faz de la tierra.
En un principio, pensamos que los Oficiales habían dado con él, como habían hecho con sus padres. Y que había realmente desaparecido. Sin embargo, tiempo después, lo encontré vagando de encubierto en el mercado. Tanto tiempo había observando sus formas de pequeña, que había logrado que se me quedase grabado su caminar desenfadado. Al verme, no intentó huir, más bien se acercó.
Y así empezó todo. Hacía un año que lo veía a escondidas varias veces a la semana. Él nunca me había contado dónde estaba viviendo, pero sabía que lo hacía con miembros de la Edad Negra, y con su hermano Gaspar (siete años más grande que él).
— ¿Por qué lo haces?
Su pregunta pareció casi un impulso, pero al observarlo, caí en la cuenta de que había estado masticándola mucho tiempo. Elioth se veía seguro.
No me obligues a mentirte, por favor.
—Quiero decir, no... no es que te vea entusiasmada —se explicó con cuidado —. Creo que no me estoy expresando bien... —lamentó.
—Sí, sí. Entiendo lo que dices —dije haciendo un ademán, y asintiendo con esmero.
Elioth sabía la mitad de las cosas que hacía con Douglas. En realidad, le había contado que tenía contacto con él, por si algo me sucediera. Necesitaba que alguien le diera una explicación a mi familia, en caso de que ocurriese. Confiaba en Elioth como en nadie más, y aún así, no estaba preparada para que supiera todo de mí.
Supongo que todos tenemos pañoletas sucias al fondo del cajón. En lo personal, tengo varias.
—Me lo paso bien con él, somos... amigos. Me gusta saber de él a veces —balbuceé.
No todo era mentira esta vez. La parte de amigos, tal vez sí. No éramos amigos. Sin embargo, no lo veía como un novio, o algo así. Era algo que sucedía porque a Douglas le entusiasmaba bastante.
— ¿Lo quieres?
Quise mentir, pero no pude.
—No —dije, mirándolo a los ojos.
Sabía de qué tipo de sentimientos estábamos hablando. No sentía amor por Douglas, o al menos, no un amor seguro y a prueba de todo.Cruzamos una última vez la calle, y entonces levanté la vista.
— ¿Qué hacemos aquí?Mi piel se erizó automáticamente.
—Es la Plaza de la Vegetación, venía aquí cuando era pequeño —contestó.
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SUBVERSIVOS #1
Bilim Kurgu"Silencio. Silencio. Y luego -sin aceptar que aquello podía ser producto del deseo y la esperanza- el eco ínfimo del agua a lo lejos. No teníamos otra opción. Tomé tres granadas de la bolsa que l...