THOMAS
Mierda.
El camión pasó como rayo por delante del arbusto en el que me encontraba, y la alarma contra subversivos comenzó a sonar como siempre: tarde.
Crucé la calle y al derrapar en la tierra junto al tapial, la niña reprimió un grito ahogado. Al menos una de las dos había tenido suficiente consciencia como para no entrometerse en un arresto. ¿Cuán útil fue mi advertencia sobre los miembros de la Edad Negra? Adivina la respuesta.
—Se la llevaron, él la-la entregó —tartamudeó.Era tal el grado de shock de la infanta, que ni llorar podía. Lo único que hacía era abrazarse el estómago y temblar. Oh Dios, no sirvo de cuida niños.
—Oye —dije e hice sonar mis dedos frente a sus ojos —, estás...
—Tenemos que sacarla de allí —interrumpió y se abalanzó para tomarme de la capa —. Hay que ir tras ella, o no sabremos dónde...
La tomé de la muñeca cuando intentó levantarse y salir de nuestro escondite.
—OYE, tranquila...
—Mi madre. No podré decírselo, tenemos que...
Insistía una y otra vez con salir de detrás del tapial. Como si se encontrara cegada ante tanta oscuridad, y en estado de negación constante.
—Helen —dije e hice que me mirara, la niña estaba espantada —, no podré hacer nada si no mantienes tu maldita cabeza en su lugar.
Lo advertí: no sirvo de cuida niños.
Al menos había logrado que volviera a sentarse y asintiera, de un momento a otro, y luego de respirar profundamente, la niña había retomado la compostura sin permitirse siquiera temblar.
—Necesito que entres a tu casa y reúnas toda la información valiosa que pueda tener tu hermana; no le digas a tu madre lo que pasó. Alguien irá por ustedes.
Asintió con parsimonia.
—Sé dónde la llevan, y voy a sacarla de allí —dije —. Pero necesito que dejes el pánico al margen.
Volvió a asentir, esta vez más segura. Entonces espió más allá de los ladrillos estropeados del tapial, y cuando fue oportuno cruzó la calle.El caso era que todo lo que pasaría en las próximas veinticuatro horas sería decisivo para todos nosotros. Ya teníamos material suficiente como para planear una fuga segura, sólo que no podíamos permitirnos hacerla aquella misma noche. Quizás tendríamos una sola oportunidad, por lo que debía ser algo perfectamente pensado. Algo indiscutible: luego de sacar a Annabeth de donde esté (porque claro que Mónaco deseará exprimirle cada gramo de información del cerebro antes de matarla), tendríamos que escondernos y comenzar a actuar de incógnito.
No había manera de rescatar a una subversiva que no implicara una puesta en evidencia segura. Había llegado el fin de mis días como líder, y no podía dejar de preguntarme: ¿Cómo lo utilizará Alfred Mónaco a su beneficio? Quizás (casi seguro) después de mañana, Genux comenzaría la caza del traidor.
"Los grandes sucesos suelen ser parecidos al personaje principal de una obra de teatro. ¿Por qué? Los grandes sucesos, al igual que a los personajes principales en un acto, son aquellos a los que la luz les llega directo, y que hacen que el resto del escenario permanezca en negro, casi desdibujado. Cuando la luz se enciende y el gran suceso acaba, el piso fue modificado casi por completo sin que el espectador siquiera lo notase. Nadie mira hacia el costado oscuro (donde hay personas moviendo piezas) cuando tiene un payaso degollando a un flamenco justo delante, y bajo la luz.". Mi madre solía escribir cosas así en sus diarios. Y nunca me pareció tan acertado... ¿Alguna vez pensó que su hijo se convertiría en el payaso?Lo único que logra consolarme, es el hecho de que los grandes sucesos no discriminan. Quizás también tengamos la posibilidad de mover una pieza, o varias.
—Wow, colega. No te esperaba por aquí —me recibió Romeo con su enorme sonrisa. Poco a poco se fue borrando, hasta acabar serio como una gárgola —. ¿Qué pasó?
—Se llevaron Annabeth —me limité a contestar.
Me acerqué hasta el cuarto de los baúles, encendí la lámpara que colgaba del mohoso techo, y abrí uno de ellos. Mientras cargaba en dos bolsas granadas, armas y balas, Romeo se acercó a la puerta.
—Llegó la hora, ¿eh? —dijo.
Cerré la primera bolsa y abrí otro baúl. Cargué chalecos, abrigos térmicos, brújulas, linternas, barras energéticas, y otras tantas cosas compactas que habíamos recolectado durante todo este tiempo. El refugio se había vuelto un depósito rebelde con una cantidad incalculable de artefactos. Nunca nadie había intentado entrar, y la realidad era que... ¿A quién se hubiera ocurrido entrar al bar abandonado donde se rumoreaba que habían practicado rituales ilegales? Además, ¿Quién hubiera levantado el piso de debajo del mostrador para bajar una escalera oxidada y en espiral hacia el sótano?
Romeo había hecho un excelente trabajo con los rumores, y Marco había sido aún más exquisito con la estructura del refugio. En verdad, sólo se trataba de un diminuto bar abandonado y cubierto de polvo, al que le habíamos dibujado inscripciones con tinta roja, y le habíamos echado unas cuantas plumas de gallo en su interior.—Sí —contesté después de cerrar la segunda bolsa, y no pude evitar sonreírme.
Nos miramos por un instante, y me abrazó golpeando varias veces mi espalda.
—Hermano —la última palmada fue especialmente fuerte.
—Necesito de tus servicios —dije después de una risa.
Él se puso su boina en la cabeza, un cigarro en la boca, y volvió a sonreír.
—Lo que necesite, milord.

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SUBVERSIVOS #1
Fiksi Ilmiah"Silencio. Silencio. Y luego -sin aceptar que aquello podía ser producto del deseo y la esperanza- el eco ínfimo del agua a lo lejos. No teníamos otra opción. Tomé tres granadas de la bolsa que l...