THOMAS
A las siete de la mañana me encontraba en el invernadero. Yago no dejaba de olisquear y marcar las mejores y más grandes plantas del lugar. De vez en vez, escuchaba cómo mordía al aire en un intento desesperado por atrapar las pequeñas mariposas.
Al otro lado la puerta se abrió.
—Muchacho, tengo lo que me pediste —dijo, noté un temblor en su voz.Subimos hasta el despacho, y cerramos con código. Terminé de acomodar los escritos de Zora, el mapa y todo lo que habíamos descubierto en una de las bolsas que cargaba, y me acerqué a la mesa del sillón.
—Encerraron a la señorita Bless en las cárceles de la congregación, como esperábamos, por lo que el plan se mantiene —dijo Donald.
Asentí. La quieren viva por el momento, pensé.
—Despejé el camino hacia ambos refugios; Marco se comunicó conmigo y confirmó que la pequeña, su madre y su novio se encuentran en el bar.
— ¿Novio? —resoplé.
Dony asintió a su pesar.
—Creo que estaba en la casa cuando Marco llegó. Se apellida Roth y tiene la misma edad que la pequeña...
—Otro crío al club. Podríamos ser la organización subversiva con más niñatos en sus filas, ¿no crees?
Él se rió, y de la risa pasó a la tos. Al calmarse, retomó la conversación.
—Tranquilo, muchacho. Los jóvenes son el futuro...
No pude evitar poner mis ojos en blanco.
—Cliché —balbuceé y él se levantó entre nuevas risas imposibles.
Me palmeó varias veces el brazo, como flaqueando su mano, y luego medio sonrió pacificando sus ojos. Sentí un pellizco en el orgullo, no me gustaba esa mirada, me hacía sentir incómodo.
—Afff, sí que voy a aburrirme aquí sin ti —admitió y al intentar contestar me interrumpió —. Pero necesitamos alguien dentro.
Volvió a palmearme.
—Cuando encuentre la manera de salir, vendré a buscarte —aseguré.El timbre sonó y sabía que era Romeo.
Abracé a Dony y lo palmeé en la espalda. Él rió.
—Tranquilo, hijo, alguien se está poniendo viejo.
—Tienes tantas cosas por hacer que envejecer queda en último lugar... —corregí desde la puerta mientras hacía una reverencia.
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SUBVERSIVOS #1
Science Fiction"Silencio. Silencio. Y luego -sin aceptar que aquello podía ser producto del deseo y la esperanza- el eco ínfimo del agua a lo lejos. No teníamos otra opción. Tomé tres granadas de la bolsa que l...