3. A

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Helen había comenzado a llorar.
—Shhh —repetía mientras le devolvía el abrazo.
Mi hermana no paraba de reprimir gemidos, parecía estar locamente angustiada. Me sentí culpable. De lo peor. Tuve que hacer fuerzas para que el dolor de estómago y cabeza no me hicieran llorar.

Nadie más la acompañaba, mi hermana había soportado la espera completamente sola. Y los ojos hinchados y rosados me hicieron saber que no había dormido en lo absoluto.
— ¿Dónde has estado? —preguntó entre sollozos.
—Shhh, tranquila, no llores —pedí.
Eso la hizo llorar aún más.
—Ya estoy aquí —intenté otra vez —. Mamá va a oírnos.
—Pensé que habías desaparecido —susurró arrugando cada parte de su rostro, que ya estaba empapado.
—Perdón, no pude venir antes.

Un escalofrío me recorrió la espalda, si mi hermana había logrado mentirle a mis padres, entonces mi secreto se había hecho aún más grande. Además, si seguía así pronto el asma se adueñaría de sus pulmones.

— ¿Dónde has estado? —preguntó en un ahogo.
—Tranquila, Helen, ya estoy aquí —repetí con ímpetu.
Descubrí su rostro, que se encontraba tapado por sus palmas, y le apoyé una mano en el pecho, y la otra en la espalda.
— Me perdí cuando corría —expliqué —, y luego sonó la alarma. Y me escondí.
Nos sentamos en la cama, y mientras se calmaba le expliqué cómo había sido todo; no le conté nada sobre el túnel. Más bien, le dije que pasé la noche allí y que decidí volver al amanecer.
—Ya casi es hora de bajar a desayunar —le dije.
Debajo de nosotras escuchamos el ruido de la puerta del baño cerrarse.
—Trae el uniforme aquí, y cuéntame que les has dicho a Papá y Mamá —le pedí y ella cruzó hasta su habitación.

Mientras tanto, me dediquéa buscar mi ropa.
En mi habitación había tres niveles. Mi padre había querido que fuera así:había construido dos rellanos, uno para mi mueble cajonera donde guardaba laropa, y otro para que disfrutara del cielo en verano. Los dos rellanos se uníanpor una escalera que trepaba hasta el techo, donde estaba el segundo de ellos.Como el techo era más alto en una parte que en otra, casi nunca tenía más quealmohadones y frazadas allí, puesto que sólo se podía estar sentada o acostada.Donde el techo se hacía más próximo al rellano había una enorme ventana, quepodía abrir y cerrar cuando quisiera. Sólo que en invierno no era conveniente:la nieve volaba y se colaba por toda la habitación.

En el piso bajo sólo entraba la cama, una mesa de noche, y una silla junto a laescalera.

Ambas nos cambiábamos de ropa mientras Helen me contaba en susurros cómo habíasido todo después de que me perdí.
—Elioth fue a buscarte mientras sonaba la alarma, pero no te encontró, y volviópor mí —dijo nerviosa —. Me dijo que fingiera una pelea. Él estaba seguro quevolverías.
— ¿Fingiste una pelea? —pregunté mientras me ponía los zapatos.
—Algo así... Cuando entré, Mamá me estaba esperando, le dije que habías entradoantes —dijo —. Después fui a tu habitación, insulté al aire, di un buen portazoy bajé fingiendo estar enojada.
—Eres una genio —le dije y eso pareció sacarle una sonrisa—, ¿y después? ¿Nadievino a verme?
—Papá vino después de comer, porque claro, exageré un poco en la mesa y supusieronque no bajarías —explicó acomodándose el vestido —. Vio todo apagado y un bultoen tu cama, pensó que dormías y se fue.
—Almohadas —dije.
Y ella asintió.
—Cuando llegué los vi discutiendo, y en la mesa hablaron poco... —dijo.
Era la primera vez que me alegraba por una pelea familiar. Supuse que aquelloera lo que había desviado la atención de mí. Cuando mis padres peleaban, sólo teníanespacio en sus cabezas para la bronca del momento.
—Escucha —pedí. — No voy a contarles a los demás lo que pasó.
— ¿Ni a Elioth?
Negué con la cabeza.
— ¿Por qué? Elioth guardará el secreto.

Quería decirle que Eio preguntaría cosas más profundas y se daría cuenta queestaba mintiendo. Decirle que sobreviví a una noche tan fría con tan pocoabrigo sería un riesgo, ya que no haría más que preguntar hasta sacarme laverdad.

—Porque lo que hice es grave, Helen —puse el tono más oscuro que pude —. Noquiero que otra gente lo sepa, podrían pensar que soy... subversiva.
Ella arrugó la nariz cuando dije la palabra.
—Pero Elioth...
—No quiero arriesgarme.
Ambas acabábamos de prepararnos, cuando paré a mi hermana antes de salir de lahabitación.
—Diremos que volví poco después del toque —expliqué.
—Está bien —se notaba que no estaba feliz con ello.
—Gracias —dije abrazándola.
—Nunca más te pierdas —pidió.
—Nunca más.

Mentí.


SUBVERSIVOS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora