Capítulo 41

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Helen se sonrió e intercambiamos miradas.
—Códigos de ubicación...—Thomas repasaba el mapa con ojos desorbitados. En un acto nervioso sacudió su cabello con sus dedos, y retiró la goma invisible que aprisionaba sus bucles color café.
Donald tomó un lápiz y marcó puntos en medio de cada conjunto de cuadras que los códigos detallaban.
—Son muy cercanos entre sí —observó Wobe.
—Hay dos grupos que rozan el Epicentro —dijo Helen señalando ambas partes.
Entonces, un diluvio de imágenes empapó mi cabeza. Una de las tantas cosas que habían sucedido en mi negación a todo lo que había pasado con Zora, había sido que mi mente había dirigido a mis pensamientos (en más de una ocasión) una visión aérea del túnel que conectaba Civitas y el Epicentro.
—Túneles —susurré.
— ¿Cómo, querida? —preguntó Donald.
—Túneles —dije con énfasis —. Éste es el túnel de Zora...
Tomé el lápiz de la mesa y uní los puntos hasta crear una línea.
—Amiga mía —sonrió Donald, al mirarlo me percaté de que no se dirigía a mí—, qué maravillosa herencia...
Thomas abrazó con euforia a su mayordomo, y rascó su cabeza una y otra vez hasta dejar su cabello como el nido de un pájaro. Justo después, me miró con sonrisa exaltada e hizo una reverencia como aquel día en el mercado; solo que no llevaba máscara esta vez.
—Éste termina en el muro —comentó Helen.
—Se puede salir —pensé en voz alta.

Al cabo de unos minutos miramos el reloj y resolvimos que era hora de volver a Civitas, puesto que faltaba tan sólo una hora para el toque de queda, y los Oficiales estarían particularmente interesados en capturar subversivas en sospecha.
Donald nos comentó que estaba informado de lo mal que había ido el plan de eliminar a nuestro padre de la lista de Reclutados.
—Mónaco le dio la mano a mi padre antes de bajar del escenario —dije.
Ambos intercambiaron miradas, y percibí la tensión en la mandíbula de Thomas. Él lanzó un balbuceo al aire mientras giró sobre sus propios pies.
— ¿Qué pasa? —se animó Helen.
—Verán, queridas, conociendo a Alfred...
—Conociéndolo podemos afirmar que están siendo vigiladas, tarde o temprano irán por ustedes... Incluso quizás ya tengan Oficiales en su casa —interrumpió Wobe.
El corazón me dio un vuelco. Nuestra madre seguía en la casa, junto a Moro con un poco de suerte... ¿Qué pasaría con ellos si no llegábamos a tiempo? La idea me hizo estremecer.
—Creo que lo mejor será que las escondamos, muchacho —dijo Donald.
Él lo meditó.
—Busquen a su madre, tomen algunas cosas y ocúltense en el callejón de detrás de su casa. Al llegar espíen el interior desde el jardín; si notan algo extraño, manténganse al margen. Iré a buscarlas cuanto antes pueda —indicó.
Asentimos e instintivamente me acerqué a mi hermanita.
—Sugiero que cruces con ellas —le dijo Donald —, no hay tiempo que perder.

Corriendo a través del túnel me puse a pensar que teníamos en nuestro poder siete coordenadas de túneles que podríamos utilizar para ocultarnos, e incluso para expandir nuestros horizontes como equipo. Qué palabra... equipo. No estaba segura de cuánto duraría nuestra alianza con estas personas, pero tenía claro que lo aprovecharíamos hasta el final.
Quizás alguno de aquellos recovecos escondidos a lo largo de Civitas ya había sido colonizado por otras personas, pero no importaba. Confiaba en que la información que Zora nos había dado era única y confidencial.

Al salir del túnel sólo podía pensar en que había una de esas líneas que terminaba en el límite de uno de los lados del muro... ¿Y si había forma de escapar? ¿Qué pasaría con mi padre? ¿Sería aquella la ruta por la que Elioth había escapado?

A dos manzanas de nuestro hogar, Thomas decidió desviarse, por si acaso había guardias del Epicentro custodiando los alrededores. Frenó mi paso en una esquina y me acercó a él, que estaba totalmente cubierto con una capa marrón bastante sucia.
—Oye, sé que tienes contacto con personas de la Edad Negra —dijo y me helé—, tienes que saber que comunicarte con ellos ahora no es una opción.
—Sé donde está puesta mi fe —le aclaré al oído, y sin decir más, me alejé de él alcanzando a Helen.

SUBVERSIVOS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora