—Vamos, Hel... Uno, dos —apretaba el inhalador.
Era el primer ataque de asma que mi hermana había tenido en mucho tiempo.
Mi madre tenía el papel entre las manos; no leía, sino que fijaba sus ojos en las runas, y derramaba unas pocas lágrimas.
Estaba segura que tocar una de esas lágrimas podía llegar a transmitir la tristeza más desgarradora del mundo. Por primera vez, Mamá se ausentó.
— ¿Qué dice? —me pregunta Helen en voz baja, recuperando el color.
Desprendí la carta de los dedos de mi madre, quien hundió su rostro entre sus manos ni bien mi padre llegó a abrazarla, y recorrí las runas varias veces antes de hablar.
—Inicia en diez días, y se muda al campo de Reclutamiento del Norte por tres meses.
Mis intentos por mantener mi voz clara y potente eran patéticos; el palpitar en mi pecho era casi incontrolable.
—Todo estará bien —dijo mi padre, pero nadie lo creyó —. Vamos, comamos algo...
Mi madre reprimió un sollozo; sin dejar de mirar al suelo, desapareció a su habitación.Aquella noche nadie comió, nadie se atrevió a hablar demasiado, mi padre esperó a que Helen subiera a su habitación para hablar conmigo.
—Perdón —le dije.
Supuse que tenía claro que cabía la posibilidad de que el llamado a Reclutamiento, tuviera que ver directamente con lo que habíamos hecho en la noche de mi cumpleaños.
Además, lo que mi padre no sabía, era que había entrado a un búnker subversivo; había estado en el Epicentro con el mismísimo Thomas Wobe, y además, guardaba en nuestro techo un cofre colmado de objetos indeseables.
Perdón, Papá.
—Nada de esto tiene que ver contigo, cariño, ve a la cama.En mi habitación estaba esperándome Helen; había refregado sus ojos con sus dedos, y estaba sentada en mi cama.
Al entrar, reconocí que tenía un inmenso nudo en la garganta, que iba a juego con el peso que sentía en el pecho. La culpa me estaba matando, y segundo a segundo parecía ponerse peor.
—Tienes que hablar con Thomas, dile que posponga la ceremonia hasta que sepamos qué hacer. No podemos dejar que se lo lleven, tenemos que hacer algo —sus palabras se atropellaban y su voz iba en descenso.
—Helen no creo...
—Escucha, podemos decirle a Papá todo lo que pasó, le podemos contar sobre Thomas y lo que sabes de Elioth. Él sabrá qué hacer, Thomas nos va a ayudar...
—Helen no podemos contar con Papá.
—Sí, podemos, él lo entenderá, me haré responsable también. Al principio se enfadará con ambas, pero después...
—Helen baja la voz, escucha, no podemos contarle nada más a Papá. Irá al Campo de Reclutamiento...
—Pero hasta que no se vaya...
—No podemos, Hel.Helen aguardó un par de segundos, mientras se mordía la boca y sus ojos se enloquecían buscando una respuesta en el aire.
Ser un Reclutado implicaba muchísimo más que sólo desaparecer por tres meses. Más bien, se trataba de una serie de prácticas desconocidas que transformaban a la persona en una máquina sin corazón. Todos sabían que ser un Reclutado significaba perder la relación con toda la familia al volver a casa; convertirse un ente que obra en pos de lo que el Epicentro mandaba. William dejaría de ser padre, esposo y amigo; mudaría su piel para ser un Oficial.
—Thomas... —insistió mi hermanita.
—Lo más probable es que Wobe haya sido quien envió los Oficiales, Hel. Descártalo, ya no es una opción.
—Sí... —concluyó.
Luego de pensármelo, propuse la locura más grande de todas.
—Quizás Douglas podría ayudarnos.
Ella me observó con ojos curiosos, de costado, con su mejilla apoyada en sus rodillas.
— ¿Enviar a Papá a la Edad Negra?
—Ir todos —dije, apoyando la nuca en la pared.
La idea pareció perturbarle por un momento, estaba preguntándose qué valía más la pena: ¿Cura o enfermedad? En ese caso, ¿Cuál era cuál?
No huir suponía soportar que nuestro padre delatase toda situación ilícita a sus costados, sin siquiera pensar a quienes delataba.
De lo contrario, huir significaba una alianza con la Edad Negra.Había estado en lo correcto desde un primer momento: quien se encontraba detrás de la puerta, traía un mensaje para mí.
— ¿En ese cofre tuyo no hay algo que pueda ayudar? —preguntó Helen, interrumpiendo mis pensamientos.
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SUBVERSIVOS #1
Science Fiction"Silencio. Silencio. Y luego -sin aceptar que aquello podía ser producto del deseo y la esperanza- el eco ínfimo del agua a lo lejos. No teníamos otra opción. Tomé tres granadas de la bolsa que l...