Capítulo 29

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THOMAS

Existían cientos de planetas en el maldito Universo. Cientos de miles, de millones; sin embargo, nos encontrábamos atrapados en un minúsculo perímetro. Como si nadie en este lugar hubiera podido imaginar, nunca, atravesar la frontera. ¿Acaso no deseaban encontrarse con el horizonte?
Quizás ese era el problema, y el principal conflicto nunca había sido la relación gobierno-ciudadano. El problema de cada maldito individuo, en este maldito perímetro, era que no estaban preparados para afrontarse a los nuevos horizontes.
Vivíamos en una sociedad que nunca había experimentado el vértigo de ir más allá, y que el mero hecho de la existencia de una alternativa (diferente a la propia), causaba estragos en el inconsciente de cada uno. El problema era que, a pesar de existir organizaciones de oposición, nadie se encontraba listo para enfrentarse a un nuevo comienzo. Lo lejano e incierto aterraba.
—Buen día, Señor.
La fila de Oficiales se encuadró al verme ingresar en el recinto. Atravesé el umbral, e indiqué a los dos guardias que me seguían que permanecieran en la puerta. Donald, que estaba justo detrás de ellos, me guiñó un ojo y desapareció.
El campo de Reclutamiento del Norte se encontraba vallado sobre una de las partes del Muro; lo cual servía para avalar la teoría de Annabeth. En realidad, siempre había pensado que el Epicentro mantenía relaciones con el afuera, sin embargo, el hecho de que subordinados de poca influencia y subversivos estuvieran involucrados, era algo que había pasado por alto.
¿Qué objetivo tenía el Epicentro al enviar a subversivos más allá del Muro?

Con un movimiento de cabeza, saludé a todos de una sola vez. El lugar era de esos típicos edificios modernos, acartonados, blancos y grises. Muchos pasillos interconectaban las zonas comunes, con las oficinas de las personas importantes; accesos directos, y atajos, para las mismas. Sólo alguien conocedor de la metodología y organización de aquellos edificios, podía llevar a cabo actividades ilícitas sin siquiera levantar una mota de polvo.
—Señor Wobe —el idiota cara-cuadrada y ojos-hundidos Lamas, había aparecido desde el otro lado del recinto de entrenamiento.
Indicó a quienes se encontraban en pelea cuerpo a cuerpo, que continuaran su actividad. Y se acercó, como si estuviera recibiendo a un simple novato de veintiún años, sin más que hacer que aparecerse de día de excursión en un campo de Reclutamiento.
—Primero en la ceremonia, luego aquí. Veo que al fin está interesándose en gobernar puertas afuera —sonrió cínicamente.
Comencé a caminar con las manos en la espalda, recorriendo los puestos de lucha, y deambulando entre las máquinas de entrenamiento.
—Supongo que estoy harto de la inoperancia de mis reemplazantes —comenté. Lamas me seguía por detrás junto a sus dos custodios.
Tenía claro que si no había aparecido hasta entonces, era porque Donald había insistido en conservarme y prepararme puertas adentro. Pero, al mundo, debía mostrarme como un desinteresado. Un niño, sin juicio ni autoridad. Mierda de careta, pensé.
Lamas lanzó una risa con sorna, y sentí sus ojos acuchillar mi nuca. Luego de unos instantes, comentó:
— ¿Qué tal su nuevo custodio? Wong fue uno de los mejores hombres en el recinto. Cuando me informaron que precisaba más guardia en sus jardines, no dudé en enviarlo...
Cállate de una vez, imbécil.
Le eché una mirada inexpresiva a Wong, y enfrenté con desenfado a Lamas.
Meh. La mayoría de las veces se mantiene distante, supongo que mi presencia es suficiente, querido Lamas. Nunca he necesitado que me cuiden la espalda, y menos aún, llevarlos de paseo como perritos falderos.

Les eché una mirada a sus guardias, y volví a sonreírle. Una vena en su cuello latía.
Me volteé y alcé mi voz; esto hizo que, de forma casi automática, todas las parejas dejaran de luchar.
— ¡Uno de ustedes rote hacia la derecha, repítanlo cada media hora!
Los Oficiales en entrenamiento, titubearon y observaron a Lamas, su instructor. Sin embargo, no dudaron en avanzar lentamente hacia la siguiente base, y comenzar a luchar con sus nuevos contrincantes.
—Pluralidad, Lamas. El Oficial debe aprender a luchar de diferentes formas; debe estudiar... Amoldarse a sus amenazas —caminé hacia la puerta, pero al pasar junto a él, pegué mi hombro al suyo, y susurré —. Como le dije, no estoy dispuesto a soportar la inoperancia.
Lamas mantuvo su mirada al frente, y sus ojos a la mitad.

Al salir del reciento, me subí al auto que Donald conducía. Los Oficiales nos guiaban en el vehículo siguiente, a través de las calles oscuras del Norte.
— ¿Lo conseguiste? —pregunté.
Donald hurgó en uno de los compartimentos del auto, y me entregó una serie de impresiones.
—Movimientos de la patrulla Oficial... Excursión a las afueras dos veces a la semana. Fíjate en el último papel, hijo, es un detalle del procedimiento.

Revisé las runas una y otra vez. Annabeth tenía razón: Dos veces a la semana, Oficiales expulsaban de Genux a un grupo de subversivos.
—Thomas, ¿Para qué necesitabas esto?
Donald apretaba el volante con sus arrugados dedos una y otra vez.
—Luego te lo digo —dije.
Dony se volvería loco al enterarse que mantenía contacto con una chica de Civitas; se pondría aún peor al saber que ella estaba al tanto de mi condición de Líder. No quería imaginar su reacción al comentarle que había ingresado a nuestro hogar, y había visto objetos indeseables en nuestra propia sala...

Qué más da, Donald. Ya no soy un niño. Se acabaron las caretas.


SUBVERSIVOS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora