Zora echó una mirada a la escalera que llevaba al piso de arriba. Otro ruido.
Ella se acercó rápido hacia mí. Me tomó por los hombros y me miró fijo, con sus ojos alterados.
— ¡Sal de aquí, Annabeth! —dijo desesperada. Lo susurró, pero sonó tan fuerte en mis oídos.
Otro ruido se escuchó, y otro más.
— ¡Corre! —dijo más fuerte, y me soltó.
Nerviosa corrí hasta la puerta y cuando volteé, Zora había subido las escaleras. Escuché otro ruido sobre mí y las voces se volvieron un poco nítidas. Sabía que era Zora gritando.No podía moverme, ni tampoco podía respirar. Escuché el ruido de armas destruyendo la casa de Zora, hasta que todo se hundió en un silencio largo y desesperante. Alguien estaba hablando.
El corazón me palpitaba fuerte, y como nunca antes. No despegaba la vista de la escalera; no podía moverme. Paseé mis ojos por la habitación, mi abrigo estaba en el sillón. Y no podía irme sin él.
Corrí y lo tomé, estaba frente a la escalera y las voces eran más claras aún. Poco a poco, subí los escalones hasta llegar a la puerta. Espié por las hendijas, oscuridad había allí. Tal vez había una puerta más.
Abrí suavemente la primera, que era muy liviana, y me encontré frente a otra. Estaba segura de que era una puerta falsa. Podía ver la luz salir de las finas hendijas.
— ¡Di la verdad! ¡Vieja decrépita! —gritó un hombre.
Nadie respondió.
—Veamos cuánto soporta la viejecita —amenazó otro, sonaba horrible.Me acerqué lo suficiente como para ver hacia el otro lado. Comencé a temblar al ver a Zora de rodillas, en el medio de un salón. Me moví un poco y logré ver la mitad del cuerpo de un hombre... de un Oficial. Sostenía un arma enorme en su costado.
Me alejé por miedo a que me escucharan respirar, pero entonces la voz de Zora resonó en todo el lugar.
—He ayudado a Ignacio Lovedon en su camino como subversivo. Y también lo he amado.Me acerqué a la puerta otra vez, teniendo cuidado de no tocarla y esperando no perder el equilibrio. Zora tenía la cabeza en alto, le sangraba el rostro y tenía las manos en la espalda.
—Par de mierdas —espetó ella escupiéndoles sangre.Escuché el gatillo. Luego todo se volvió lento y pesado. Mis oídos estaban tapados, como si me encontrara dentro de una gran masa de agua, a miles de metros de profundidad.
Recuerdo haber corrido a través del túnel, pero recuperé la consciencia cuando la lluvia me azotó fuerte el rostro.
Corrí tan rápido como el cuerpo me lo permitió, y lloré también. Tenía la sensación de que el corazón me iba a estallar. No sabía dónde estaba, qué hacía. Solamente estaba corriendo bajo la lluvia y cielo gris que a mis ojos, se veía negro.
Los refucilos iluminaban los adoquines empapados por un micromomento, y luego todo volvía a oscurecerse, y se teñía del mismo color que el cielo.
Al llegar a mi casa me dirigí hacia el jardín, y me quedé allí por un tiempo. Los truenos negaban mi llanto, y las rodillas escondían mi cabeza. No importó la ropa, no importó el cabello. Nada me importó más que intentar borrar de mi mente absolutamente todo.
Sólo quería quitarme esa secuencia de la cabeza. El gatillo, el disparo, el cuerpo de Zora cayendo inerte al piso, los Oficiales destruyendo todo, y la tormenta.
Quería quitarla de mi cabeza, pero una vez más... El gatillo, el disparo, el cuerpo inerte. Un golpe seco. El silencio.
¿Por qué no hicieron que desapareciera? Me pregunté. ¿Por qué tenían que... matarla?
Aquella noche, apoyé la cabeza en la almohada y me desmayé. Al día siguiente me noté distinta. Algo me había abandonado.
Los días siguientes fueron extraños. Normales y anormales a la vez. Me sentía mal al entender que el problema no eran los días.
Era como sentirse completo y vacío a la vez. Como sentirse acompañado, y en el desierto al mismo tiempo.
Pasó una semana. Luego dos.
Pasaron años.
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SUBVERSIVOS #1
Science Fiction"Silencio. Silencio. Y luego -sin aceptar que aquello podía ser producto del deseo y la esperanza- el eco ínfimo del agua a lo lejos. No teníamos otra opción. Tomé tres granadas de la bolsa que l...