Salimos de la casa Domenech por la misma abertura por la que habíamos entrado.
Camino a la Plaza de las Esculturas, dejamos las linternas apagadas puesto que resultaba bastante arriesgado, teniendo en cuenta que, a varios metros, estaba el bar. Al llegar a la esquina, repetimos el accionar pasado: escondernos en la vereda contraria, y entrar uno a la vez a la plaza.
Uno a uno cruzamos la calle, y al final, Dani cerró con llave la gran puerta de rejas. Corrimos por entre las esculturas, y llegamos a la segunda puerta muy rápido. No podíamos perder tiempo, o el ambiente se colmaría de Oficiales ebrios; ansiosos por abusar de su poder. Y entonces todos estaríamos en peligro; Helen y yo más aún.
Daniel iba por delante, y casi a la par me encontraba yo, cuando al abrir la puerta se oyeron unas voces. Hicimos señas y los demás se ocultaron antes que nosotros. Retrocedí hasta una escultura, y él soltó el portón para correr hacia el otro lado.
Tres Oficiales caminaban a paso desenfadado por los adoquines, zigzagueando ligeramente. Tenían sus trajes desarreglados y las chaquetas abiertas.
— ¡JAaa!
— ¡Qué imbécil! —sus estridentes risas atravesaban el aire.
— ¡El poco hombre no tuvo valor!
Gritaban entre hipidos, qué tortura debía ser para las personas que viviesen en las casas de la zona.
—Oigan, miren eso —dijo uno callando a los otros dos.
— ¿Qué? ¡Anda! Qué mal te sienta el licor...
—No, miren —insistió.
El ruido del hierro rechinando sutilmente indicaba que habían descubierto la entrada sin llave.
El corazón comenzó a palpitarme de forma increíble; busqué a Elioth, Moro y mi hermana a lo lejos, pero no llegué a ver nada más que la oscuridad y la sombra de varias esculturas. Luego volteé hacia donde había corrido Dani, pero claro que no logré verlo por ninguna parte.
—Juguemos a las atrapadas —dijo uno entre risa, mientras los tres avanzaban por la puerta.
Sentí los músculos de mi estómago contraerse en el momento en que los vi atravesando las rejas. Lentamente me deslicé unos metros, y luego caminé agachada encontrar un punto desde donde tener una visión más amplia.
Mi mente se paralizó por varios segundos, pero al ver que los Oficiales avanzaban hacia donde Helen estaba, me volví loca casi por completo. Comencé a pensar qué pasaría si encontraban a los demás, qué pasaría con mi hermana. ¿Qué le harían a mi hermana?
Escuché un disparo, un golpe contra el suelo. Luego oí la lluvia.
Tomé un gran pedazo de roca y corrí hasta el centro del camino. Justo antes que los Oficiales se adentraran entre las esculturas arrojé la piedra y escapé sin esperar el impacto sobre la espalda de uno de ellos.
— ¡Allá va!
Oí que gritaban otras cosas mientras me alejaba.
Giré en la primera esquina y corrí como si mi vida dependiera de ello. Literalmente era así. Los pulmones y mi garganta pronto comenzaron a arder, pero nada importaba. Tenía que esconderme, llegar a algún lugar. Mantenerlos ocupados para que Elioth sacara a los demás por la puerta trasera y los pusiera a salvo. No pensaba en Daniel, sabía que Eio los protegería. Daniel planeaba el salto por la cornisa. Elioth ponía la red a lo bajo.
Gritos, pisadas en mis talones, no escuchaba nada más que eso, y mi respiración desesperada. Volví a doblar en otra esquina y salté un par de ramas que estaban en el camino. Quería alejarme de la Plaza de las Esculturas. Doble otra vez, y otra. La alarma no había sonado, pero los gritos todavía parecían estar en mis talones.
Por último volví a doblar en una esquina y me escondí en el patio de una casa. Al cabo de un minuto, se oyeron las voces de dos de los hombres.
—Se ha... ido, idiota —dijo uno de ellos. Oí sus empujones.
—No debe estar lejos. Quien la encuentra, se la queda.
A mi suerte, caminaron en la dirección contraria, lo cual no tenía sentido. No podía creer lo que acababa de pasar, sabía que no activarían la alarma porque me habían perdido de vista. Un trío de borrachos había creído que podía alcanzarme. Mierda, qué suerte.
Me levanté del suelo cuando recuperé el hilo de mis pensamientos, y dejé de temblar. Cuando estuve segura de no escuchar absolutamente nada, salí de mi escondite con cuidado. Limpié las gotas de sudor de mi rostro y miré a ambos lados: estaba en la esquina de la Plaza de la Vegetación.
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SUBVERSIVOS #1
Ciencia Ficción"Silencio. Silencio. Y luego -sin aceptar que aquello podía ser producto del deseo y la esperanza- el eco ínfimo del agua a lo lejos. No teníamos otra opción. Tomé tres granadas de la bolsa que l...