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Te puse nombre, y te amé.

Intenta, si así quieres, alejarte, pero no te soltaré.

Busca, por donde quieras, pero verás que sólo yo te saciaré.

Trata de borrar mis palabras, pero te las recordaré.

Distráete en un mundo ruidoso, aún así te llamaré.

Porque no olvido mis palabras, y mis promesas cumpliré.

Porque recuerdo también las tuyas, no las olvidaré.

Porque mis brazos son fuertes, y jamás te soltaré.

Porque aunque tu corazón se endurezca, allí me quedaré.

Sólo te pido que vuelvas, yo aquí permaneceré.

Deja de perder tiempo, porque estás perdiendo vida, esa vida que te regalé.

Sólo quiero que entiendas, que desde antes que nacieras te amé, y diseños celestiales para ti planeé.

Porque di lo más precioso, y a precio de sangre te rescaté.

Porque quiero cuidarte del que te quiere hacer daño, yo nunca te mentiré.

Vuelve.
Vuelve.

Vuelve a donde siempre perteneciste y donde siempre pertenecerás, vuelve a los brazos de Papá.

-Dios


-

¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Dios? ¿Será que Él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte?

Estoy convencida de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos su amor.

Cartas de Dios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora