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Te escuché lamentar, ninguna queja suena igual.

Te vi olvidar y esquivar lo que se suponía que debías hacer, lo que todos esperaban que digas.

No tenías ganas de sonreír. Yo siempre lo supe; porque vi, lo que nadie más. Porque oí, lo que no hablas.

Te vi llorar tantas veces y nunca me cansé de tus lágrimas.

Yo ya estaba corriendo a sanarte antes de que te lastimaran.

Que bueno que te lo puedo decir.
¿Quién va a armarte el discurso esta vez?
¿Ellos o tú?

Mi corazón te espera cada noche.
Te anhela cada mañana.

Pero quiero una cosa, que esta vez seas tú.
Sin disfraz.
Sin máscaras.

-Dios

Cartas de Dios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora