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Déjame conectar las verdades que en tu corazón laten a destiempo.

La reconoces.

Reconoces esa actitud, ese pensamiento, esa forma tuya que sientes que te limita, te condena, te molesta, te incomoda, en el dudar, si no habrá otra más perfecta o más correcta.

Me has pedido perdón por ella, me has suplicado de rodillas cambiarla, como quien está en una celda ahogada en la oscuridad. Le has clamado a gritos y golpes de puerta a tu carcelero que abra un poco la ventanilla para deslumbrar la luz que ya conoces.

Amada, déjame preguntarte, ¿qué tan distante me ves?

Mi amada, yo no soy carcelero.

He tomado una llave para que jamas quedes encerrada eternamente en la oscuridad de muerte, privada la luz de vida.

Mi querida niña, conozco la oscuridad de esa celda en la que te sientes inmersa, desde la que clamas por iluminar esas mentiras que te ciegan. Yo luché contra las mismas, con cada una de ellas, y vencí.

Mi querida creación, tú eres mi idea.

Tus actitudes, tu personalidad, tus pensamientos, tu forma de relacionarte con el mundo no me son ajenas. Son únicas porque así las hice, así como hice única la forma en la que me percibes. Como de esta manera te cree, de igual forma me acerco a ti. Lo hago acorde a ti, a mi idea.

Déjame enseñarte, en lo que te encuentras, me encuentras.

En lo que eres, ahí está mi obra.

No corras de ti, ¡eres una creación admirable! Obra de mis manos para estar eternamente conmigo.

Déjame decirte, debes amarte.

Mi querida niña, mi amada creación.

En cuanto te amas, me amas porque yo te amo.

Ven.
Por favor ven.

Ven en quietud, en soledad y en silencio.

-Dios

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