Capítulo 15

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Desperté en sus cálidos brazos. Lentamente me desplace para salir de la cama sin despertarlo para poder ir al baño a prepararme. Al acabar, como él aún seguía en la cama, bajé a la cocina para preparar el desayuno. Hice unos huevos fritos con tostadas y un zumo de naranja.

— ¡Que bien huele! —me abraza y me da un corto beso. Suspire.

— Era lo único que había. —nos sentamos en la mesa.

— Tendremos que hacer la compra. Por cierto, tengo una cosa que decirte. —le miré con atención— Ya encontré la casa definitiva y hoy podremos mudarnos. Esta todo listo. La amueble pensando en tus gustos pero también en los míos. Sólo faltamos nosotros. Espero que te guste.

— Seguro me gustará. —le sonreí— ¿Acabamos de comer y nos preparamos?

— Claro. —Me encantaba ese entusiasmo que tenia en los ojos cuando todo le salía según sus planes— ¿Te pasa algo?

— No, ¿por qué?

— Te has quedado mirándome.

— No es nada, sólo que estas envejeciendo. —me burle.

— Pues anda que tu, vieja amargada. —hace una cara chistosa.

— Ya veremos quien es un viejo. —lo rete con la mirada.

Al acabar de comer, fuimos a preparar nuestras maletas aunque eran muy pocas. Una vez hechas las metimos en los coches y nos fuimos rumbo a nuestra nueva y definitiva casa. Alan iba primero y yo le seguía. La casa era mediana, de dos pisos, con un gran jardín en la parte trasera.

— ¿Qué te parece? —dice al traer la última maleta en casa.

— Es bonita. La verdad es que cualquier casa me vale. —le sonreí.

— Es nuestra. —me abraza.

— ¿Sólo nuestra? —asiente y se acerca para besarme pero K interrumpe nuestro momento.

— ¿Diga? —dice Alan de mala gana.

— Tienen misión. En tres horas los quiero ver en la casa número 5 de la calle Barton. Irán acompañados de cuatro chicos que vigilarán la zona. Aún no sabemos quien es la persona pero lo que sí sabemos es que vive ahí y tiene información muy valiosa.

— Vale, ¿y qué haremos con él?

—Matarlo.

— Hecho. —cuelga— ¿Por dónde íbamos? —se vuelve a acercar a mi.

— Íbamos por desempacar y después vamos a ir de compras. —me separé de él. Tengo que controlar lo que me pasa por dentro— Después de la misión seguro que no vamos a tener más ganas así que ya puedes empezar.

— Vieja amargada...

— Después nos quedar á más tiempo para otras cosas. —le miré traviesa.

— Esto ya me gusta más. —toma unas maletas y se va. Vieja amargada... ya verá él.

Desempacamos las maletas y luego fuimos a una tienda cerca de casa. Alan llevaba el carro, poco sabía que comprar así que me ocupe yo de eso. Cuando acabamos con todo, nos preparamos para la misión y nos dirigimos hasta el lugar indicado. Por el camino llamo K.

— ¿Dónde estáis?

Ahora vamos hacia la dirección que nos diste. —dije.

— Ya sabemos quien es la persona que van a matar y por eso, Alan, lo harás tú. Para demostrarnos tu lealtad al bando. —Alan me mira sin entender nada.

— Pensé que todos estos años fueron suficientes para demonstrar mi lealtad pero, ¿quién es? —pregunta curioso.

— Es tu hermano. Mad tu no te meterás, él lo tiene que hacer. ¿Fui bien claro?

— Sí. —dije y colgué— Parece que hoy voy a conocer a tu hermano. —me frote las manos.

— No por mucho tiempo.

— Lo harás. Recuerda que no estaremos solos.

— Ya. —dice en seco.

— Me dijiste que ya no es tu hermano, sólo un apellido os une. Espero que aún siga así.

Sé que no quiere hacerlo. Ni le creí aquel día en el que me lo dijo. Ahora tengo la curiosidad de ver lo que va a hacer. No dijo nada más por el resto del camino. Cuando nos juntamos con los otros chicos del bando, tomamos nuestros pinganillos y cada uno fue a su puesto. Alan y yo nos adentramos en la casa por la parte trasera.

Alan

Una vez abierta la puerta trasera, Mad me dejo ir primero. Aún no me podía hacer con la idea de matar a alguien, siendo aquel alguien mi hermano. ¡Joder! En la planta de abajo no había nadie así que subimos.

— Esta en la ducha. —se oía el agua caer.

— Esto será divertido. Lo esperaremos en la cama. —dice entrando en la habitación.

Pensé en alguna escapatoria pero no tenía ninguna. No tengo otra, tengo que hacerlo. Intenté convencerme a mí mismo aunque creo que era en vano. Miré la cara de Mad, no tenia ninguna expresión. Realmente, ella, ¿querrá que lo haga? Después de la muerte de Marcus creo que ya no le importa nada ni nadie, creo que ya no siente absolutamente nada. El agua se dejo de escuchar. Mad se levantó poniéndose a un lado de la puerta, ajustando su silenciador y yo me quedé sentado en la cama, frente a la puerta. Al ver la puerta abrirse un nerviosismo recorrió mi cuerpo.

— Alan... —dijo al verme.

— Clinton. —le dije en respuesta.

— Hola. —dice Mad poniéndole la pistola en la cabeza— Al suelo.

— ¿Ella es la chica? —hizo comillas con los dedos en la última palabra.

— Sí. —se pone de rodillas.

— Tenías razón, está bien buena.

— Un gusto. —dice Mad mirándole fijamente— Os parecéis mucho.

— Igualmente, te daría la mano pero creo que no es un buen momento.

— El momento era hace unos años atrás. —me mira y nos callamos unos segundos.

— Bueno, ¿a que se debe vuestra visita?

— Te encantará la respuesta. —dice Mad riendo— Venga, dile Alan.

— Hermano, —hice una pausa para mirar a Mad— sabes muchas cosas que no deberías de saber. —hice otra pausa— Tengo que matarte. —tragué en seco.

— ¿Lo harás tú? —asentí— Me vas a recordar toda la vida. Es doloroso matar a tu último familiar. —negué con la cabeza. No podía decir nada, me escucharían— Bueno, supongo que llegó mi día. —me mira fijo a los ojos. No hagas esto.

— Ya matale, ¿para que alargar? —dice Mad mirándome curiosa. Me levanté y lo apunté con la pistola.

— Clinton. —le dije en forma de despedida.

— Hermano. —dice de la misma forma.

Un silencio absoluto se apoderó del lugar. Quería apretar el gatillo pero mi dedo me lo impedía.

— ¿Pasó algo? —dicen por el pinganillo.

— No. —dice Mad y me hace una seña para que lo haga. Retrocedí negando con la cabeza. No puedo. Me senté en la cama y puse mi cabeza en las palmas de las manos. El silencio seguía pero un pisotón acompañado de un pitido, me hizo sacarme el pinganillo y mirar hacia arriba. Mad había pisado su pinganillo— Hazlo.

— ¡No puedo! —dije enojado. Me di la vuelta poniendo mis manos en la cabeza. ¿Qué mierda me pasa? Hasta ahora estaba convencido de que mi hermano no significaba nada más para mi. Un disparo hizo que volteara rápidamente— Mad...

¡Ups! Una vida menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora