Capítulo 21

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— No hice nada, no sé que quieres decir. —dice ella nerviosa.

— Lo sabes muy bien. —achiné los ojos.

— Mad déjala, no ha hecho nada. —dice Thomas.

— Thomas. —le dije para que no se metiera. El móvil de Alan suena pero no contesta— Di la verdad, Kate. —le llega un mensaje a Alan. Ahí está la respuesta. Suena mi móvil, no conteste.

— Creo que no es capaz ni de matar una mosca. —ríe Alan mientras se levanta— Voy al baño. —me llega un mensaje.

— A lo mejor matar una mosca no pero porque no la pilla pero matar una persona, a lo mejor sí. ¿Qué dices?

— ¡No mate a nadie! ¿Cómo voy a hacerlo?

— Hay muchas formas de hacerlo. Por ejemplo: cortandole el cuello, sacándole algún órgano. —me interrumpen.

— Te estás pasando. —dice Thomas.

— O no. —dice Kate. Saca una pistola y me apunta— Ni se te ocurra moverte.

— Ni pienso hacerlo. —me eché hacia atrás en el sofá.

— Kate... —dice Thomas sorprendido y triste a la vez.

— Primera regla, no confíes en nadie. —dije rascándome la nariz.

— No entiendo como habéis caído todos en esto. —ríe ella.

— A lo mejor has caído tú en esto.

— Puede pero ya es tarde para ustedes.

— ¿Nunca fuiste tu de verdad? —dice Thomas.

— Claro que no, sólo eras un pasatiempo para mí.

— No te creo. —se levanta.

— Deberías.

— ¡No! Tu no eres así. —se desespera Thomas.

— Sí que lo soy.

— Demuéstralo. —dicho esto le dispara en el lado haciéndole caer de nuevo al sofá. Novatos.

— ¿Por qué estás tan relajada? —vuelve a apuntarme.

— Porque estás distraída.

— ¿Qué? —Alan le dispara en la cabeza. Me levanté rápidamente y apreté en la herida de Thomas.

— Voy a revisar la zona. —dice Alan.

— Vale. 

— ¿Voy a morir? —se retuerce de dolor.

— No y no te muevas. —saqué mi móvil y llamé a K.

— Kate es una de ellos. —dice enojado.

— Manda a alguien del Sector A a casa, rápido. Y ya hemos acabado con ella.

— ¿Enserio?

— Me ofende que tenga dudas de nosotros.

— Sólo me estaba asegurando. —colgó.

En poco tiempo llegó Ethan y Patrick, llevándose a Thomas. Nosotros también fuimos con él.

Alan

Una vez llegados al hospital se llevaron a Thomas al quirófano.

— Sobrevivirá, —me senté en una silla— no es gran cosa.

— Lo sé. —se apoya en la pared— Tendremos que comprar algo para comer y tirar lo que estaba haciendo ella, seguro que está envenenada.

— ¿Cómo no nos dimos cuenta antes de que era de otro bando?

— Creo que tuvimos un bajón emocional los dos al verlos.

— Tienes razón, nos recordaba a nosotros.

— No puede volver a ocurrir esto, ¿vale? No sabemos a quien tenemos delante y en cualquier momento nos podemos llevar un tiro.

— A sus ordenes jefa. —puse mi mano en la frente como un soldado— Por cierto, en las casas de al lado están los guardias que contraté. Si hay movimiento fuera en un segundo están ahí.

— ¿Y por qué no los dejaste vivir en nuestra casa? —me mira maliciosa.

— Porque te conozco. —achiné los ojos y ella ríe.

— Han cambiado de lugar el refugio, ahora esta al norte de la ciudad, en el bosque.

— Que rollo.

Más tarde le llevaron de vuelta a casa y antes de irse, Patrick se quedó hablando con Mad. ¿Qué tanto ríen?

— Voy a por algo para comer. —pase por su lado.

— ¿Voy contigo?

— No, quédate con él. —bufe.

Subí a mi coche y me dirigí a un fast food que estaba abierto las 24 horas. Después de comprar volví a casa. Ethan y Patrick ya se habían ido. Menos mal. Subí a la habitación donde estaba Thomas.

— Volví. —levanté las bolsas.

— ¡Qué bien! —dice Mad acercándose para tomarlas— Voy a dormir aquí, por si necesita algo. 

— Haz lo que quieras.

— ¿Te pasa algo? Si quieres puedes dormir tú con él.

— Paso. —salí de la habitación para entrar a la mía.

Que haga lo que quiera. Sé lo que quiere y lo que harán. Pero ese ya es su problema, o ¿es el mío? ¡Ah! ¿Por qué tiene que gustarme? Entre al baño a darme una ducha con agua fría para despejar mi mente y olvidarme de lo que podía pasar en la habitación de al lado. Al acabar me tiré en la cama y comí. Encendí la televisión por si va a haber ruidos de fondo. No quiero escucharlos. Al poco rato me quedé dormido.

En la mañana siguiente un fuerte olor a quemado me despertó. Me levanté de golpe tirando toda la comida que tenía encima. Me paré para ver si oía algo. Oí unas ¿risas? ¿Pero qué? Fui hacia la ventana y vi la causa de este olor y de las risas. Baje al jardín.

— Saben, algunos duermen a ésta hora. —me senté en una silla.

— No seas aguafiestas, Thomas intenta preparar una barbacoa.

— Por lo que veo no le va muy bien. —olfateé.

— Hazlo tú, yo estoy herido. —se queja Thomas. Idiota.

— A lo mejor te corto una mano y la pongo en la parrilla.

— Ya cállense. Lo haré yo. —dice Mad quitando la carne quemada— Sólo porque tengo hambre.

Thomas lentamente, pero que muy lentamente, entro en la casa y volvió con dos cervezas. Una me la entregó a mí y la otra se la quedo. Se sentó en la silla que estaba a mí lado, los dos estábamos mirando a Madison mientras hacía la barbacoa.

— Veo que durmieron poco para estar despiertos a ésta hora. —tomé un trago.

— Podríamos decir. —mira a Thomas— Estuvimos charlando un poco.

— Ya. Espero que te salga perfecta esa barbacoa. 

— ¿Siempre eres tan gruñón? —dice Thomas flojo.

— Sólo cuando alguien invade mi territorio. —le miré.

— Tú me invitaste aquí.

— No me refiero a la casa, sino a ella. —mire a Mad y ella sonríe.

— No es que tenga algo con ella pero no es un objeto y puede decidir por si sola.

— El Thomas que nunca conocimos.

— Sí... demasiado atrevido. —murmure.

Seguimos hablando sobre cosas variar mientras se hacia la barbacoa. Cuando estuvo hecha, saqué una mesa y la preparé sólo. Ya que el otro es un inútil.

¡Ups! Una vida menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora