Capítulo 62

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— ¿Hudson? —dije ya con un poco de miedo ya que en ésta casa no tenemos ningún arma, sólo tengo mis habilidades.

Alguien puso una mano en mi hombro. Rápidamente me di la vuelta y le pegué un puño.

— ¿Por qué coño has hecho eso? —grité al ver a Hudson en el suelo.

— ¿Desde cuándo pegas tan fuerte? —se sujeta la nariz porque estaba sangrando. ¡Ups!

— Desde siempre. ¿Tu sabes el susto que me acabas de pegar?

— Me reiría pero mejor voy a parar esto. —señala su nariz.

(3 días después)

Al fin, Hudson, decidió invitar a Amelia a casa a cenar ésta noche. Como es domingo, no trabajamos. Por lo visto es una relación seria y yo sigo aquí esperando a alguien que a lo mejor ni llega.

— Espero que todo salga bien ésta noche. —me dice Hudson una vez llegados a la tienda. Decidimos comprar algunas cosas para la cena.

— Seré lo mas agradable posible. —sonreí.

Mi vista se puso en un hombre que acababa de entrar a la tienda con la capucha puesta y algo nervioso. Le examine y vi la forma de una pistola en la parte trasera del pantalón.

— Hudson, algo va a pasar. —le dije.

— ¿De qué hablas? —me ignora.

Seguí viendo al hombre que al cabo de unos segundo sacó su arma y nos amenazó.

— ¡Qué nadie se mueva o le disparo! —siguió gritando.

Quise ir hacia él pero Hudson me tomó de la muñeca.

— Nosotros ya estamos fuera de esto. Déjaselo en manos de la policía. —gruñí de la rabia pero sabía que él tenía razón.

— Es penoso.

— Lo sé. Estaría en el suelo en un abrir y cerrar de ojos.

Alguien de la tienda llamó a la policía. Justo cuando el hombre iba a salir con el dinero, ellos aparecieron. Después de unas buenas horas nos dejaron ir. Éramos testigos y nos tuvieron que hacer varias preguntas.

Al llegar a casa, me tiré en el sofá. Por alguna razón, aún estaba cabreada y mucho.

— Yo también echo de menos todo eso. —me dice Hudson sentándose a mi lado.

— Es muy injusto todo esto. Era mejor la muerte.

— Deja de decir tonterías. La muerte no es ninguna solución para nada. Eso es una estupidez. —comienza a gritar— Y todos esos que se suicidan son unos estúpidos creyendo que todo se soluciona así. No, no, no. —niega con la cabeza— Eso es de ser un cobarde, muy cobarde y no afrontar la vida. —se puso rojo de lo enojado que estaba.

— Vale, tranquilo. —levanté las manos rindiendome.

— ¡Estoy tranquilo! —se levanta del sofá— Y si vuelves a decir eso, te juro que te voy a dar una paliza. —se va a la cocina sin dejarme decir nada. Flipo.

(Unas horas después)

— Ya llegó, ya llegó. —dice Hudson nervioso dando vueltas por la casa— ¿Qué hago?

— ¿Abrir la puerta? —dije aguntandome la risa.

— Tienes razón. —va hacia ella y la abre— ¡Hola! Pasa, pasa. 

Es guapa la chica, nada fuera de lo común, lo más simple posible

— Ella es Madison. —me presenta.

— Amelia, un gusto. —me extiende la mano. La tomé.

— Igualmente. —sonreí— Ponte cómoda.

— Voy a traer la comida. —dice Hudson antes de ir a la cocina.

— ¿En qué trabajas? —le pregunté amable.

— Soy diseñadora de interiores.

— Oh, que interesante. ¿Y te gusta?

— Sí, siempre quise serlo. Y tu, ¿cómo es trabajar con personas mayores?

— Es maravilloso una vez que los conozcas. 

— Que bueno. —sonríe.

— A Hudson le gustas de verdad y se lo está tomando muy enserio. Espero que sientas lo mismo por él y no lo lastimes. —baja su mirada a sus manos.

— Yo también le quiero y no lo haré al menos que él me lo haga a mi.

— Si eso ocurre le partiré, personalmente, la cara. —reímos.

— ¿De qué hablan? —pregunta Hudson al regresar con la comida.

— Cosas nuestras. —le guiñe el ojo a Amelia.

— ¿Ya se han hecho amigas?

— Más que eso. —dice Amelia y Hudson me mira satisfecho. Sonreí.

La cena fue increíble y la verdad que me cayó muy bien Amelia. Parecía una buena chica, perfecta para Hudson. Amelia le tomó de la mano y se miraron uno al otro. Con mucho amor. Miré la silla vacía que estaba a mi derecha. Ahí tendrías que estar tú. ¿Qué sientes ahora por mí? O mejor dicho, ¿aún sientes algo? Tendrías que haber venido más temprano al hospital aunque claro, no pudiste por la muerte de los padres de Thomas. La desgracia me persigue y seguirá haciéndolo. A lo mejor, es mejor así, todos a los que quise murieron y seguramente tu hubieses muerto al tenerte. Esto para mi es más difícil que para ti. Tú sabes que estoy muerta y me superaras, en cambio yo, sé que estás vivo y estoy esperándote. Algún día, si es que no mueres en alguna misión, estarás aquí. Pero ese "algún día" puede ser en meses o muchos años. Sería gracioso vernos de viejos. Tengo que dejar de pensar, me volveré loca bueno, más de lo que estoy ahora si eso es posible.

— Bueno chicos. —me limpié la boca con la servilleta— Os dejo a solas, tampoco quiero ser una pesada. —me levanté.

— No eres ninguna pesada. —dice ella— La verdad es que me agradas.

— Gracias pero sé que queréis tiempo a solas. —los miré a los dos— Me alegro mucho por ustedes, de verdad. Cuidad uno del otro.

— ¿Estás bien? —me pregunta Hudson.

— Claro, ¿por qué no iba a estarlo? —intenté mostrar una sonrisa verdadera pero no salió muy bien— Buenas noches. —subí a mi habitación.

Te necesito. Estoy intentando mentirme a mi misma pero, te juro que si te enamoras de otra chica, te arranco la cabeza.

¡Ups! Una vida menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora