(Una semana después)
— ¿Estás lista para empezar tu nuevo trabajo? —me pregunta Hudson después de despertarme.
— Supongo. ¿Y tu?
— Me encantará hacer pan para todo el pueblo. —dice irónico.
— Durmamos un poco más. —cerré los ojos.
— Buena idea. —se vuelve a tumbar en la cama.
Desde que llegamos a ésta casa, dormimos juntos. La verdad que no me molesta para nada. Se lo hubiese pedido yo. Dormir sola me hace pensar mucho, demasiado. Segundos después alguien llamó al timbre.
— ¿Quién osa molestarnos? —carraspea.
— Ojalá se le caiga el dedo con el que toco el timbre. —murmure de mala gana.
El timbre volvió a sonar.
— Voy yo, ve cambiándote. —se levanta de la cama y se va.
Me cambié poniendo todo mi esfuerzo y luego baje. Norton y Louis estaban en el salón tomando el té.
— Han venido a llevarnos personalmente —puso énfasis en la palabra— al trabajo. —dice Hudson sonriendo muy falso.
— Es vuestro primer día, alguien debe apoyarles.
— Voy a cambiarme. —dice Hudson subiendo.
Suspire intentando volver a recomponer fuerzas. Venga Madison, ¿qué tan malos pueden ser unos viejos? Has pasado por cosas peores.
Una vez listos, Hudson se fue con Louis y a mi me llevó Norton.
— Muy buenas, soy Charlotte. —extiende su mano. Era la jefa.
— Madison. —tomé su mano.
— Nos alegramos mucho que éste aquí y quiera trabajar con nosotros. Pocos jóvenes quieren hacerlo por el simple hecho de que les parece aburrido pero no entremos en ese tema.
— Claro. —sonreí. Porque yo estaba entre ellos.
— Como es tu primer día, sólo vas a mirar o si deseas, puedes hacer algunas cosas. Ve hablando con ellos para que te tomen confianza.
Charlotte me presentó a los demás trabajadores y me explicó algunas de las cosas del lugar y en lo que consistía mi trabajo. La verdad es que tenía que hacer muchas cosas. Desde salir a pasear y ayudarles a comer hasta cambiarles de ropa si es necesario. No tendría ni para un suspiro. Algunas de las personas, tanto como empleados o ancianos, eran muy cariñosos y amables pero en cambió otros, eran unos completos idiotas. Hasta hubo un señor llamado Henry que no quería moverse de la cama hasta que la otra empleada, que yo reemplace, vuelva.
— ¡No, no y no! No pienso moverme de aquí hasta que Felisia vuelva. —dice él desde la cama cruzándose de brazos.
— Señor Henry, tiene que comer para poder tomarse las pastillas. —dije con un tono amable.
— ¡No! Salga de aquí, no necesito novatas. —arqueé una ceja y me giré para ver a las otras.
— ¿Nos pueden dejar un momento a solas? —sonreí.
— Claro. —dicen y se van.
— Señor Henry, si no piensa moverse de esa cama va a morir.
— Me importa un carajo.
— Escúcheme bien. —me acerqué a él— Odio éste trabajo y le juro que si no mueve ese trasero, se lo moveré yo pero a patadas. Y esa tal Felisia no volverá así que o se lleva bien conmigo o se puede ir pudriendo en esa cama porque yo no tengo la paciencia para aguantar a un viejo mimado. —él abre la boca sin poder creerse lo que le acabo de decir. Me di la vuelta y salí de la habitación.
Aparte de ese pequeño incidente todo fue bien. El lugar era muy bonito y limpio, si encontrabas algo sucio te llevarías un logro. El trabajo no es nada fácil y el cansancio será muy grande.
Una vez llegada a casa, fui a cambiarme de ropa y después, como de costumbre, me tiré en la cama. Hudson no tardo en venir y tirarse también en la cama.
— ¿Dónde estabas? —le pregunté. Él salía antes del trabajo.
— En casa de Betty.
— Hueles a pan. Tengo hambre. —arrugue la cara.
— Yo también, ni me dejaron comer algo de por ahí. ¿Cómo te fue?
— Cansado, aburrido. Los viejos casi ni hablan conmigo.
— ¿Recuerdas esa paciencia que nunca tuviste? Pues ahora tienes que usarla.
— Que gracioso. —le fulmine con la mirada y le di un codazo.
— Por si te alegra, intenté hacer tu cara con la masa. Salió una mierda así que la tiré, aunque se parecía mucho a ti. —ríe.
— Maldito idiota. —le empuje de la cama.
Él tomó mi pié para agarrarse y casi me tira también. Me asomé al borde.
— Ésta vida es muy aburrida. —dije.
— Pero yo la hago divertida. —pone sus manos en mi cuello y tira de mi haciéndome caer encima suya.
— Tú sólo me haces compañía. —le saqué la lengua.
— A lo mejor te quedas sin ella. —me reta con la mirada.
— ¿Y qué le harás?
— Muchas cosas se me pasan por la cabeza. —me mira perverso.
* * * * *
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¡Ups! Una vida menos
ActionDespués de la muerte de mis padres, deje de ver la vida de esa manera. Conocí a Alan, compañero en mis misiones y en el día a día. Comencé a ver lo que uno no pensaría que podría pasar en la vida real. Y así me hice fuerte. ¡Ups! Olvidé presentarme...