Capítulo 30

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Madison

Me encanta ver a Alan celoso pero creo que ahora me odia. Una vez tendida la mesa, Thomas, acabó el primero.

— ¿Hay más? —dice él.

— No, no hemos contado con la visita de Hudson. —le dije en buena onda.

— Toma una de las mías. —dice Ace. Tan amable como siempre. Puse mi mano en su pierna.

— No, da igual. —dice algo tímido.

— Anda toma. —le pone una chuleta en su plato— Yo con tan sólo olerlas ya me llené. —le sonríe y toma mi mano en sus manos.

— Gracias. —dice Thomas sonriendo de oreja a oreja.

— Cariño, ¿ya no comes? —besa mi mano.

— Sí, sí. —le di un beso. Alan tosió— ¿Te atragantaste? —le miré.

— Sí. —toma un trago de cerveza.

— Ten más cuidado, no querrás morir ahora que volví. —le guiñe el ojo y volvió a toser más fuerte que antes.

— ¿Qué te pasa, tío? —dice Hudson dándole unas palmadas en la espalda.

— Voy a por algo de agua. —se levanta aún tosiendo. Le seguí.

— Deja de comportarte así. —le dije.

— Vete. —deja de toser pero ahora se atraganta.

— Ya para con esta actuación. —se cae de rodillas sin decir más y se agarra del cuello— Qué sepas que ya no te creo nada. —cae de espaldas. Me senté a su lado— ¿No piensas parar?

— ¿Qué coño haces? —grita Hudson mientras me aparta de un empujón.

— Viendo su actuación. —busca en los bolsillos de Alan.

— ¿Cuál actuación? ¿La de su muerte? —sale corriendo. Esto ya no tiene gracia. Me acerqué a él. Su mirada estaba perdida. Hudson vuelve con una jeringa y se la inyecta en el pie.

— ¿Qué le pasa? —pregunte.

— ¿Crees que te fuiste y todo se arregló? Pues no. —me mira fijamente a los ojos— Pero si tu ni siquiera sabías de su estado. Pensabas que murió, ¿no?

— Él también pensó eso.

— Todos pensamos eso. Llama a Ace, anda, necesito ayuda. —me quedé bloqueada al ver a Alan en ese estado— ¡Ve! —me grita. Rápidamente me levante.

— Ace, ven rápido. —le hice un gesto con la mano.

— ¿Qué paso? —no le respondí, sólo volví dentro.

— Ayúdame a ponerlo en el sofá. —asiente y lo agarran— Ésta bestia pesa mucho. —se queja.

— ¿Qué le paso? —dice Ace. Le dejan en el sofá.

— Ese día en el que secuestraron a los del bando, le inyectaron algo.A veces le pasa esto y tiene que inyectarse una substancia sino muere. —sonríe al acabar de hablar.

— Menos mal que estuvieron atentos. —me abraza.

— Sí. —dice Hudson mirándome.

— Vayan a acabar de comer, yo me quedaré con él. —me senté en el sofá.

— Ten más cuidado ésta vez. —me dice Hudson antes de salir.

Iba a morir en mis narices y yo ni me di cuenta. Peor aún, ni me preocupé de su estado. Hudson tenía razón, me fui con la idea de que iba a morir y así lo creí todo éste tiempo. Probamos suertes al venir aquí. Le miré. Parpadeo unas cuantas veces.

— ¿Cómo te encuentras?

— No creo que te importe. —mira al techo.

— Sí que me importa.

— Ya. Que sepas que pude oír todo.

— ¿Y qué? Tú también creíste que morí.

— Tú —me mira— no sabes la verdad así que no te hagas la víctima. —suena su móvil— ¿Diga? Voy. —lo pone en altavoz.

— Muy buenas, Mad. ¿Pensaste que no me iba a enterar?

— Sólo quería ponerle a prueba.

— Me alegra que estén vivos pero todo lo bueno se va. Tienen misión.

— ¿Enserio? —me queje.

— En una hora te quiero a ti y a Alan en el refugio. 

— ¿Y Ace?

La misión es para vosotros dos. ¿Entendido?

— Sí. —dijimos a la vez. Colgó.

— Espero que aún hagamos un buen equipo. —dijo mientras se levantaba.

— Espero que Rosie no haga interferencias en tu mente. —me dirigí al jardín.

— Tú eres la enamorada, no yo. —sube arriba.

— Tenemos misión. —le dije a Ace poniéndome en sus piernas. 

— ¿Yo también? —me agarra.

— No, sólo Alan y yo. —le bese.

Me encanta besarle, me encanta estar con él, me encanta todo de él. No se como me pude dejar llevar de esta manera pero siento que me enamoré de él.

— Ten cuidado entonces. —me besa.

— Ya vete, alguien te esta esperando. —dice Hudson.

— ¿Por qué tu lo digas? Pues que espere. —le volví a besar pero esta vez más apasionadamente.

Todos se quedaron boquiabiertos. Nadie me manda. Fui dentro para salir por la puerta principal. Alan estaba ahí.

— Vamos. —le apreté el culo y salí. No pude resistirme.

Una vez llegados al refugio, nos explicaron lo que teníamos que hacer. Hoy nos tocaba vigilar con el francotirador mientras los del bando hacen un intercambio. En el lugar del intercambio, nosotros nos pusimos arriba de una colina, cada uno detrás de un árbol. Nos tumbamos en el suelo y echamos un vistazo a la zona.

— Yo no veo a nadie. —dije.

— Yo tampoco. —dice otro por el pinganillo.

— O no están que es poco probable o están muy bien escondidos. —dice Alan.

— La segunda tiene más sentido. —esperamos un rato hasta que hubo movimiento.

— Ahí vienen, entre el garaje número 1 y 2. —dice Alan.

— Atentos. —bajaron del coche 5 hombres con trajes negros y con gafas de sol del mismo color— Los tenemos en el punto de mira.

— Vale, vigilare la zona. —dije. No veía ningún movimiento— Estos están muy bien escondidos.

— Veo a alguien. Garaje número 3 se ve en el fondo de la ventanilla. Nos están apuntando. 

— Tienen que.

No oí más, me dispararon. Del impacto me fui hacia atrás, rodando colina abajo.

Alan

— ¡Disparen! —grité. Miré un segundo hacia atrás para ver a Mad. Aún estaba rodando.

Volví a centrarme en la misión. Dispare al que mató a Mad, tuve que disparar varias veces ya que no moría. Después de matarle me enfoque en otro objetivo y así con otros dos más.

— Parece que hemos acabado la misión.

— Bien hecho. —dicen por el pinganillo.

Me eché hacia atrás y frote mis ojos.

— ¿Cuántos murieron? 

— ¡Ostia, Mad! —salí corriendo.

¡Ups! Una vida menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora