(Una semana después)
Ya estaba mucho mejor aunque, para mi suerte, aún no estaba preparada para trabajar. Ésta semana fue muy tranquila. Hudson cuidó bien de mí, me despertaba con el desayuno, me ayudaba en todo. La verdad es que tampoco tendría gran cosa que hacer por aquí. Aún echaba de menos a los chicos y las ganas que tenía de ir a casa y tocar a la puerta eran enormes. Louis y Norton venían a veces a visitarnos y a tomar un té con nosotros. Me dijeron que mataron a los padres de Thomas y dejaron sus cabezas en el salón. Joder, como quisiera estar ahí, seguramente me necesiten. También me dijeron que hoy, Alan, volvía a empezar las misiones y que por mi culpa tuvieron que matar a Tarek. ¡Ups! Ups... Unidos para siempre, ¿no? Algún día lo estaremos.
— ¿Estás lista? —me dice Hudson.
— Sí. ¿Sabes donde hay unas buenas tiendas?
— ¿Por todos lados? —se rasca la barbilla.
— Donde vivíamos antes.
— Hm... ¿y jugárnosla tanto? —piensa— Sí, me gusta la idea. Vamos. —sonríe.
— Tenemos que tomar el metro. —dije al salir de casa.
— Se me olvidó decirle a Norton y a Louis de los coches.
— No importa, nos vendrá bien un paseo.
Al bajar del metro, nos separamos ya que teníamos muchas cosas que comprar. Yo fui a comprarme ropa y algunas flores para plantar.
Al acabar con todo, en la vuelta, bajando las escaleras del metro, saqué mi móvil para llamar a Hudson pero antes de desbloquearlo pude ver el reflejo de Alan en el, estando detrás de mí, mirándome. Seguí caminando. Aunque deseaba con todas mis fuerzas darme la vuelta y saltar en sus brazos. Acelere el paso y me metí entre la multitud para que me pierda de vista. Busqué rápidamente a Hudson y al encontrarlo, lo tomé del brazo y lo llevé dentro del metro.
— ¿Qué pasa? —dice confuso.
— Alan está aquí, me vio.
— ¿Te vio? —abrió los ojos como platos.
— No sé, estaba detrás mía y me miró.
— Esperemos que no te haya visto la cara.
Al ponerse en marcha el metro, Hudson tiró de mí poniéndose en frente mía, a pocos centímetros.
— ¿Qué haces? —le pregunté.
— Mira con cuidado detrás de mi hombro izquierdo.
Con cuidado me asomé. Alan y Thomas estaban en la puerta. Sus rostros se veían muy descuidados y tristes. Las ojeras estaban muy marcadas y su pelo necesitaba un corte. Alan buscaba a alguien con la mirada. Quería gritarle que estoy aquí pero eso me llevaría a la muerte. Lo siento por no estar, lo siento porque mi venganza me llevó a esto.
— Oye, oye. —dice Hudson buscando mi mirada.
— ¿Qué?
— No llores.
— No estoy llorando. —me mira obvio. Ni me había dado cuenta de que tenía lágrimas en los ojos.
Cerré los ojos con fuerza. Sé feliz, Alan. Unos firmes y cálidos brazos me envolvieron. Lo necesitaba.
— Todo va a estar bien. —susurra y besa mi frente. Lo abracé.
Volví a apretar fuerte los ojos ya que mis lágrimas luchaban para salir.
— Tenemos que bajar. —me susurra él al oído. Le solté rápidamente.
— Lo siento. —Olvidé que estaba en sus brazos, el tiempo pasó volando.
— No tienes porqué. Me alegra que mis abrazos sean agradables. —me sonríe.
— Tu tampoco te separaste así que los míos también son agradables. —salí del metro.
— Lo hice por ti. —dice detrás mía.
— No lo necesitaba. —acelere el paso.
— Eres una mentirosa. —me alcanza.
— Y tú un idiota.
No hablamos nada más por el camino. Una vez en casa, me cambié de ropa para poder plantar las flores mientras Hudson preparaba la comida. Preparé todo para plantar, me senté en el suelo y me puse a ello. Compré muchas rosas. Debería de comprar unos arbustos también. Pensé mientras me imaginaba el jardín acabado.
Un vecino se acercó a mi, me miraba muy raro.
— ¿Son los nuevos? —pregunta parándose en frente mía. Daba miedo viéndole desde abajo
— Sí. —le contesté amable.
— Deberían de irse de aquí. —dice mientras me penetraba con su mirada.
— ¿Por qué?
— Yo te conozco. —comenzó a gritar— ¡Eres una mafiosa! ¡Yo te vi matar a gente! —abrí los ojos como platos y tragué en seco.
— No sé de que me hablas. —dije con un tono normal.
— ¡No te hagas! ¡Eres una asesina! —siguió gritando. Miré alrededor y algunos vecinos nos estaban mirando.
— Lo siento, te equivocas de persona.
Una mujer vino corriendo y tomó al chico de la mano.
— ¡Es una asesina! ¡Hay que llamar a la policía! —le dice a la mujer.
— Vamos dentro, hijo. —tira fuerte de él y lo arrastra hasta su casa.
— ¿Estás bien? —dice Hudson detrás mía pegándome un susto. Le miré.
— No, la verdad que no. Siempre tuve cuidado. —susurre.
— A veces no podemos estar en todo.
— Esto nos seguirá toda la vida. —suspire y miré mis manos que estaban llenas de tierra.
— Ahí viene la mujer.
— Lo siento muchísimo. —me dice la mujer— Mi hijo tiene un trastorno psicótico. Lamento mucho haberte creado problemas. —dice con lágrimas en los ojos. Miré a Hudson y luego volví a mirar a la mujer.
— Tranquila, no es ningún problema. —le sonreí— De verdad. Le abrazaría pero estoy sucia.
— ¿Enserio? —asentí— Si necesitan algo no duden ni un segundo en pedirme lo que sea. Por lo menos así podré compensar todo esto.
— La verdad es que necesito algo.
— Claro, cualquier cosa. —salta.
— Necesitó saber su nombre. —le sonreí.
— Ay, lo siento. —cierra un segundo los ojos— Me llamó Cora, ¿y ustedes?
— Yo soy Madison.
— Y yo Hudson.
— Bueno, tengo que volver dentro. —señala su casa— Ya saben donde encontrarme. —asentí.
Esperé a que entrara en su casa para mirar a Hudson.
— ¿Enfermedad o realidad? —le pregunté.
— Demasiada coincidencia aunque ninguna de ellas es buena. Pobre mujer. —suspire.
Desearía que fuera un suspiro de alivio pero no lo fue. Pudo ser algún daño colateral o un descuido de alguna misión.
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¡Ups! Una vida menos
AçãoDespués de la muerte de mis padres, deje de ver la vida de esa manera. Conocí a Alan, compañero en mis misiones y en el día a día. Comencé a ver lo que uno no pensaría que podría pasar en la vida real. Y así me hice fuerte. ¡Ups! Olvidé presentarme...