Capítulo 49

1.3K 143 45
                                    

— Voy a llamar a K. —dice Ace tomando el móvil que tenía Thomas en el bolsillo.

Esperamos hasta que recogieron todo y Thomas nos suplicó que fuéramos a dormir, que él estaba bien y que tan sólo necesitaba tiempo a solas. Le hicimos caso. Fui a bañarme y después me metí en mi tan deseada cama, quedando dormido al instante.

Al medio día, Ace me despertó.

— Voy al hospital, ¿te vienes? —me pregunta.

— Sí, me pongo algo rápido y estoy listo.

— Te espero abajo. —dijo antes de salir.

Me vestí rápidamente y baje. Ace me estaba esperando en el coche. Todo el camino estuvimos callados. Ace miraba al frente y yo no podía de dejar de pensar en ella. Al llegar al hospital, todos nos miraban raro.

— Creo que algo no va bien. —dije en voz baja.

— Lo sé. —dice después de tragar, audible, saliva.

Nos paramos frente a su puerta pero la habitación estaba vacía.

— ¿Dónde está? —dice Ace asomando su cabeza dentro.

— Por fin habéis llegado. —nos dice Hank con un tono duro.

— ¿Qué le ha pasado? —pregunté con miedo por saber la respuesta.

— El cuerpo de Madison falló y su corazón dejó de latir. La intentamos reanimar pero no lo conseguimos. Ella falleció ésta mañana. —Sentí como todo el peso de la tierra se me viniera encima.

— ¿Y-y dónde está? —intentó decir Ace.

— Los del Sector N se la llevaron. La acaban de incinerar y de depositar en el almacén con los demás integrantes del bando. —hizo una pequeña pausa— Y con sus padres.

— ¿Y por qué no nos avisaron? —dijo Ace cabreado.

— Ya sabes como funciona todo esto. Lo siento mucho por ella, de verdad pero ahora, el deber me llama. —se fue.

¡Ups dijiste joder! ¿Dónde está ese ups, ese "unidos para siempre"? ¿Dónde lo dejaste? ¿Por qué no luchaste? Un gran nerviosismo se apoderó de mí hasta el punto de vomitar. Tomé asiento y me quedé viendo la habitación vacía y fría como mi corazón en este momento. Todo dentro de mi se hizo pedazos. Empecé a quedarme sin aire, mi vista se nublaba y caí al suelo. Ace de repente sacó una de mis jeringas de sus bolsillos y me la clavo.

— No te irás con ella, aún no. Vas a quedarte aquí y sufrirás conmigo.

Volví a incorporarme en la silla. No nos movimos ni dijimos nada. Nuestras miradas pérdidas lo decían todo. El tiempo pasaba pero no era nada en comparación con el tiempo que tendríamos que vivir sin ella.

— ¿Qué debemos de hacer ahora? —pregunté.

— No lo sé. Ella lo era todo para mí.

— Y para mí. —me miró y le miré. Los dos teníamos las lágrimas en los ojos a punto de salir.

— Creo que debemos irnos a casa.

— Sí, creo que ya es hora. —nos levantamos y fuimos hacia la salida.

Fuera estaba lloviendo.

— ¿Vamos andando? —le pregunté.

— Nos vendría bien.

Cada gota que caía sobre mí me recordaba a ella, cada momento con ella, todo. Toda mi vida acaba de pasar delante de mi y yo quedé fuera de ella.

Empapados entramos dentro de casa pero eso nos daba igual. Eramos como unas almas apagadas y sin rumbo a seguir. Thomas estaba en el sofá.

— Chicos, ¿qué estáis haciendo...? —su voz iba disminuyendo al ver nuestras caras.

Nos sentamos los dos en el sofá. Los tres éramos unas estatuas. No se oía ningún ruido y ninguna voz, tan sólo la lluvia y nuestras respiraciones. Sólo en nuestra ausencia la casa estuvo tan silenciosa. Ella era el ruido de nuestras vidas. Decidí hablar.

— Ella superó la muerte de sus padres y luego de sus otros padres, también la de Marcus y sus otros seres queridos. Pasó por muchas cosas y lo superó todo. A lo mejor, dentro de ella, sufría pero era un ejemplo a seguir.

— ¿Y qué propones? ¿Qué la olvidemos así sin más? —dice Ace.

— No olvidarla pero sí superarla. Ella seguramente no le gustaría vernos así.

— Tienes razón. Hubiese hecho algo para sacarnos de éste estado. —dice Thomas.

— Pero supongo que ella tenía los huevos bien puestos y nosotros no somos capaces de hacer eso.

— Mejor vayan a cambiarse, se van a resfriar y no pienso cuidar de vosotros. —dijo Thomas con un tono muy autoritario que no dejaba hueco para negarse.

Miré a Ace que estaba viendo la taza de té que tenía Thomas en la mesa, cómo si ahí estuvieran todas sus respuestas.

— Ace. —le toqué— Vamos a cambiarnos. —asiente con la cabeza y se levanta. Le seguí.

Volví a darme una ducha con agua caliente. Me puse ropa cómoda que solía llevar por casa y a ella le encantaba. Al rato, alguien tocó a la puerta de mí habitación.

— Adelante. —era Thomas.

— Pedí unas pizzas y te traje una, sé que no comiste nada en todo el día.

— ¿Y Ace?

— También le llevé una pero está muy poco dispuesto a comerla.

— Gracias. —le sonreí. Se acerca y la deja en la cama— Ven, quédate un poco, tengo que contarte algo. —di unas palmadas en la cama para que se sentara.

— ¿De qué?

— De tus padres.

— No, tranquilo, estoy bien.

— Lo siento.

— No tienes porqué.

— Si tengo porque. Yo hablé con K para llevar a tus padres lejos pero para protegerles. Pero veo que hubiesen estado mejor aquí.

— Alan. —pone su mano en mi hombro para que me callara— Cuando acepté entrar al bando, tú mismo te ocupaste en decirme todas las consecuencias que conlleva estar aquí. También me di cuenta que todos ustedes no tienen padres y tampoco familia. Así que yo disfruté al máximo estando con ellos hasta el último día. El hecho de mandarles ahí, le dieron unos días más de vida. Una vida más feliz y así pudieron morir en paz. Y te lo agradezco. —sonríe— Ahora come y ponte a dormir. —se levanta y va hacia la puerta pero se para antes de salir— Lo siento mucho por Mad.

— Yo también lo siento. Sé que ustedes también eran amigos.

— Ustedes eran mi familia y hemos quedado dos. Así que ni se te ocurra morir. —ríe y cierra la puerta.

Thomas, Madison estaría orgullosa de ti. De todo lo que lograste y lo fuerte que te estás haciendo cada día. Realmente ella nos entrenó, a su manera, a llevar una mejor vida y a ser mejores.

¡Ups! Una vida menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora