(Una semana después)
No hice gran cosa. Cuando Thomas no estaba en casa me quedaba en el sofá viendo la puerta. Esperando que ella vuelva como todas las veces que le pasaba algo malo. Ella siempre volvía.
Ahora estaba en una tienda para comprar algo de comida. Quiso ir Thomas pero me ofrecí yo, con algo debo ayudarle.
— ¿Alan? —dice una voz conocida detrás mia.
— ¿Sí? —me di la vuelta.
— Tiempo sin vernos. —dice ella sonriendo.
— ¿Qué tal estás, Amber?
— Mejorando.
— Que bueno. —le sonreí— ¿Sabes quién te atacó? —dije acercándome a ella.
— Fue una mujer... —hace unos gestos para recordar— Bree, así se llamaba. —suelta.
— ¿Bree? ¿Qué tenías tu con ella?
— ¡Yo nada! Ella vino como loca. Me dijo que no olvidara su nombre y que yo era parte de su venganza. ¡Y luego me apuñaló! Justo antes del juicio ella desapareció y no han vuelto a saber más de ella. —Claro, porque la hija de su puta madre fue a matar a Madison.
— Vaya rollo. —intenté parecer tranquilo.
— Bueno, ¿y tú que tal?
— Ahí vamos. —sonreí. Ella se me acerca coqueta.
— Si quieres —acaricia mi pecho— puedo alegrarte el día. —me mira traviesa.
— No gracias. —la aleje.
— ¿Seguro? —vuelve a acercarse.
— Mucho. —retrocedí unos pasos.
— Entonces podemos salir a tomar algo, charlar un rato. Puedes invitar a tus amigos.
— Están muertos. —se me escapó— Voy a pagar esto. —tomé la primera cosa que pille de la estantería.
— ¿Tienes hijos? —me mira divertida.
— ¿Qué? —dije sin entender y ella señala mi mano. Había cogido unos potitos para bebés— Un amigo. —me rasque la cabeza— Él tuvo hijos. Bueno, él no los tuvo sino su mujer. —salí de allí casi corriendo.
Joder, ya ni sé hablar con las mujeres. Tampoco es que me interese otra aparte de Madison.
— Señor, tenemos una buena oferta para los pañales. —dice el cajero sacándome de mis pensamientos.
— No gracias, con esto es suficiente. —le sonreí.
— ¿Es niño o niña?
— Eh... es niña. No, es niño. —sacudí mi cabeza. El cajero me miró raro— Es cansado tener un bebe, ya sabe. De tantas noches sin dormir ya no se lo que digo.
— Te entiendo. —tomé la bolsa y salí pitando de esa tienda.
Al llegar a casa, dejé los potitos en la mesa.
— ¿Para esto fuiste a la tienda? —me pregunta Thomas entre risas.
— Me acaba de pasar una cosa muy extraña. —dije atónito.
— Pues voy a por unas cucharillas y me cuentas. —dice el aún riéndose y va a la cocina— Toma. —me extiende la cuchara.
— ¿Has pensado alguna vez en tener hijos? —le pregunté.
— Sí, con una chica que quise mucho pero sólo fueron imaginaciones mías. —me mira queriendo decir algo pero se aguanta.
— Si sólo me miras no saldrás de dudas. Venga, dime.
— Mad y tú... —hace una pausa— ¿Pensaron en tener hijos.
— Fíjate que ella decía que no le gustaban. Decía que eran muy molestos y que tenías que dedicarle mucho tiempo. Pero en realidad, creo que no quería porque con nuestro trabajo es difícil de mantenerlo con vida y ella no quería perder a otro ser querido. —abrí un potito y tomé una cucharada. No estaba tan malo— En varias ocasiones la vi jugando con niños pero yo me escondía o me hacia que no la estaba viendo.
— Hubiera sido una buena mamá. —suspira.
— Sí... Habría matado a cualquiera que se le acercara. —reímos— Esto es ridículo. —nos señalé— Si alguien nos viese comiendo esto se reiría en nuestra cara.
— Pero mientras nadie nos ve, podemos terminar de comerlos. Luego volvemos a nuestro estado varonil.
(Horas más tarde)
Ayer acabo mi semana libre y hoy ya tengo misión, junto a Patrick. A este jefe no se le escapa nada.
— ¿Estás preparado? —me pregunta él.
— Sí. —dije sin dudarlo.
— Mi hermano me dijo que te vigile. Has pasado por muchas cosas y... —le interrumpí.
— Estoy bien.
La verdad es que lo estaba pero para hacer la misión. Tengo tantas ganas de partir cráneos.
— Vamos allá. —dije y entramos al edificio.
— Escucho voces. —nos pusimos contra la pared.
— Ellos son. —saqué mi pistola y él hizo lo mismo. Señalé con mis dedos en forma de: uno, dos y tres. Salimos corriendo.
Disparamos pero ellos rápidamente se escondieron, eran cinco. Dos de ellos se quedaron y el resto salió corriendo. Nos disparábamos entre nosotros hasta que nos quedamos sin balas. Nos acercamos poco a poco uno del otro. Al quedar una corta distancia, salí corriendo y me tiré encima de él. Comencé a pegarle puño tras otro, él también consiguió pegarme algunos pero menos que yo. Al ver que se estaba debilitando, tomé su cabeza y la iba estallando fuerte contra el suelo. Poco después, dejo de moverse pero la sangre estaba por todos lados. Inspire el olor a sangre como si fuera una droga. Que bien se siente. Miré a mi derecha, Patrick aún estaba luchando.
— Déjamelo a mi. —me levanté— Ve a por los otros.
— Vale. —sale corriendo.
Miré al hombre que estaba delante mia. Ladeé mi cabeza haciendo crujir el cuello. Rápidamente le di una patada y él me la devolvió con un puño. De nuevo le di una patada pero ésta vez se dio contra la pared, no tenía escapatoria. Cuatro puños fueron suficientes para dejarlo en el suelo.
— ¿Dónde estás? —le dije a Patrick por el pinganillo.
— Acabo de matar a uno. Van hacia la salida de la parte trasera.
— Voy.
Salí corriendo hacia allá. Por el camino me encontré una silla, la tomé. Me puse contra la pared al escuchar sus pasos. Esperé hasta que estuvieran cerca y salí golpeado al primero que pillé con la silla en la cabeza. Por suerte, golpeé al guardia. Calló al suelo y aún no paré, seguí golpeándole. Él otro se me quedó mirando, sabía que no tenía escapatoria porque era un debilucho.
— A ti te estábamos buscando. —le dije.
— Lo sé.
No pude hablar más con él porque alguien de la derecha le disparó. Miré y era Patrick.
— Yo podía con él. —le miré mal.
— Lo sé pero quería darte el gusto. —ríe y yo bufe.
Después de informar a K sobre la misión, nos fuimos a casa. Me tiré en el sofá. Sentía la adrenalina dentro de mí. Se estaba tan bien, tengo unas ganas enormes de...
— Acabas de manchar todo el sofá de sangre. —dice Thomas cerrando el libro. Ni me di cuenta de que estaba.
— ¿Has follado alguna vez? —se sorprendió ante mí pregunta, hasta pude notar un leve rubor en sus mejillas.
— ¿A qué viene eso? —dice balbuceando.
— ¿No tienes ganas?
— Pues sí pero no voy a hacerlo con cualquiera. ¿Sabes todas las enfermedades que puedes pillar? Mejor me aguanto.
— Hagámoslo.
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¡Ups! Una vida menos
ActionDespués de la muerte de mis padres, deje de ver la vida de esa manera. Conocí a Alan, compañero en mis misiones y en el día a día. Comencé a ver lo que uno no pensaría que podría pasar en la vida real. Y así me hice fuerte. ¡Ups! Olvidé presentarme...