Capítulo 60

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— Pues aguántate. —le puse un dedo en sus labios. Oh por Dios.

— Entonces no me provoques. —me aparta de él y se levanta.

— ¿Eres tonto o que te pasa?

— Eres...

— ¿Qué? —me levanté.

— Tenemos un amigo en común. —quiere continuar pero se para.

Me mira tiernamente y luego baja su mirada a mis labios. Vuelve a mirarme a los ojos y me sonríe.

— Eres una tentación jodidamente terrible y no me estás poniendo las cosas fáciles. —una sonrisa maliciosa se me salió— ¡Ves! ¿Sabes qué? Hoy dormiré en el otro cuarto. Sí, será lo mejor. Tú no salgas de éste cuarto. Te traeré la comida aquí. —siguió hablando sin dejarme decir nada para luego irse.

Y si que se lo tomó enserio ya que preparó la comida y me la dejo en la puerta. No pensé que podría calentarse tanto un hombre.

A la mañana siguiente todo volvió a la normalidad. Me cambié de ropa, desayuné y llevé a Hudson al trabajo y después fui al mío. Por fin nos dieron un coche.

— Buenos días. —dice Rachel.

— Buenos días. —sonreí.

— El señor Henry estaba ansioso de que llegaras.

— ¿Henry? —dije impresionada.

— Sí, no sabemos lo que le dijiste para que saliera de la cama. Ese anciano es muy cabezón.

— Y que lo digas... —miré mis uñas.

— Bueno, está por allá, en ese salón. —me señala el lugar. Fui hacia allá.

Estaba sentado en la mesa que estaba en frente del cristal que daba al jardín. Una buena vista.

— Tardó mucho, señorita. —me dice al verme.

— Tenía otras cosas más importantes que hacer. —sonreí aunque él estaba mirando las vistas.

— Me gusta más tú actitud que la de Felisia. —Aunque no la conozca, eso está claro.

— Bueno, tiene suerte, usted está hoy en mis planes. —me senté y disfruté de las vistas. Después de un buen rato decidió hablar. Por fin.

— No me quedan muchos años por vivir. —vuelve a hacer una pausa— Tuve dos mujeres en mi vida a las que quise muchísimo. Una de ellas fue mi primer amor y murió después de diez años. Con la segunda, decidí darme otra oportunidad en ésta vida y también murió, por una enfermedad. Luego llegó Felisia, ella es joven y guapa y cuidó muy bien de mí. Fue como una hija para mí. Ellas fueron las tres mujeres en las que confíe plenamente. Ahora dime, ¿vas a irte tu también de mi vida? —dice eso último mirándome. Sus palabras me causaron un escalofrío. Su voz fue tan apasionante y sincera.

— Prometo quedarme hasta su último suspiro, señor.

— Bien. —toma mi mano que estaba apoyada en la mesa— Dime Henry. Cuando me llaman señor, me siento más viejo de lo que soy. —ríe éste. Reí también. Empieza a agradarme éste viejo.

(Una semana después)

Estaba regando las plantas de la ventana cuando una chica se acercaba a nuestra puerta.

— ¿Quién es esa? —le pregunté rápidamente a Hudson. Él vino a mi lado en un cerrar y abrir de ojos.

— Es una chica que viene cada día a comprar el pan. Más bien para ligar conmigo. —me contestó y fue a abrir la puerta. Yo seguí con las plantas.

— ¡Hola Hudson! —dice ella con una voz chillona. Que idiota.

— Hola Catia, ¿qué tal? ¿Qué te trae por aquí? —dice él echándose en el marco de la puerta. Otro idiota.

— Muy bien, vine a traerte esto.

— No tenías que haberte molestado.

— Tu mereces todas mis molestias. Por cierto, estás muy sexy sin tu traje de cocina. —Ay por Dios, si sigo escuchando esto moriré joven.

— ¿Quién es ésta? —dije al estar detrás de Hudson, abrazándole por detrás. Ella al verme abrió los ojos como platos.

— Soy Catia. —se adelanta ella y me extiende su mano.

— Madison, su novia. —tomé su mano con un poco de fuerza.

— Un gusto. —me fulmina con la mirada.

— ¿Ésta es la idiota de la que me hablaste? —miré a Hudson. A éste se le quitó la sonrisa al instante.

— ¿¡Qué!? —dijeron los dos.

— ¡Ups! Se me escapó. —me tape la boca.

— ¡Eres un maldito imbécil!

— Más lo serás tu por venir aquí. —tomé el plato de la mano de Hudson y se lo devolví— Tenemos comida, no necesitamos la tuya. Y la próxima vez que interrumpas nuestro momento en el que tenemos sexo, te arrancare ese pelo que tienes en la cabeza tan —hice una pausa— feo. —tiré de Hudson para poder cerrarle la puerta en la cara a la chica.

— ¿Qué fue eso? —dice el atónito.

— Eres mi novio, no voy a ser la vergüenza del pueblo.

— ¡Aha! ¿Con qué ahora somos novios?

— No, aún no me lo has pedido.

— Espera un momento. ¿Estás celosa? ¡Estás celosa! —ríe.

— Deja de decir estupideces. —rodeé los ojos. Se acerca a mi y toma mi rostro en sus manos.

— Mírame a los ojos y dime que no estás celosa. —le miré.

— No lo estaba pero no voy a dejarte salir con esa o tener cualquier tipo de contacto con ella. —dije mientras él me miraba divertido— ¿Escuchaste su voz?

— Lo que tu digas, sigamos con lo que estábamos haciendo antes.

— Vale. —quise ir a la ventana pero él tomó mi mano y tiró de ella dándome la vuelta.

— Estábamos teniendo sexo, ¿recuerdas? —dice en broma.

— Cierto. —me acerqué lentamente a él.

Su sonrisa se borro y se echó un poco hacia atrás. Seguí acercándome hasta quedar a pocos centímetros. ¿Realmente pensó que lo iba a besar? Pues sí, por la cara que tiene. Idiota. Lo que hizo a continuación fue totalmente sorprendente, inimaginable e inesperado: me besó.

¡Ups! Una vida menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora