Capítulo 39

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Mientras Stan y Alan hablaban, con la música de los años 80 de fondo, me quede viendo el paisaje por la ventana con mis pensamientos presentes. Estoy sola, no tengo a nadie. A las personas que tuve, o mejor dicho que creí tener, me mienten o otros dejan de luchar por mí. En éste mundo uno está solo desde que nacimos. Porqué no vamos de la manita de nadie y menos estamos pegados a una persona. Ellos vienen y se van, o se alejan pero ya no son lo que fueron. La verdad es que es nuestra culpa por estar esperanzados porque luego, cuando no pasa nada, nos desilusionamos por no tener lo que nos imaginamos. La cosa es que estoy sola porque tú no estás. Lo peor es que aún tengo esperanza.

— Mad, ¿escuchaste eso? —dijo Alan sacándome de mis pensamientos.

— ¿El qué? —dije sacudiendo la cabeza.

— Que haremos una acampada. —sonríe.

— Interesante. —afirme con la cabeza.

— Oye, ¿estás bien? —me dice en voz baja y acercándose un poco.

— Sí, ¿por qué no iba a estarlo?

— No sé, ¿por qué no lo pareces? —dice obvio.

— Estoy bien, será un largo camino. —le sonreí.

— Todo va a estar bien. —pone la mano en mi pierna. Me giré y seguí mirando por la ventana.

Recuerdo éste camino como si fuera la palma de mi mano. Recuerdo cada cosa que pasó como si fuera ayer, una verdadera escabechina. En el trayecto habíamos parado varias veces para ir al baño pero no para comer y eso me cabreaba mucho. Hasta que se hizo de noche y encontraron un lugar para acampar. Mientras unos montaban las tiendas de campaña y otros preparaban la comida, yo miraba a cada uno de ellos sentada al lado de la hoguera.

— Hola, filósofa. —dice Hudson sentándose a mí lado.

— Hola extranjero.

— ¿Extranjero? —ríe.

— No sé, ¿filósofa?

— Todo el día estuviste pensando.

— Así que todo el día me estuviste mirando.

— Casi. —me corrige él. Elias le llama y éste se levanta— Pequeñas indirectas. —me guiña el ojo y de va.

Seguí ahí sentada. Al poco rato, la comida estaba lista y todos se pusieron alrededor de la hoguera. Alan estaba con Hudson y Patrice. Ya ni caso me hace. Cuando todos acabamos de comer, Victor dijo a cada uno con quién tenía que dormir.

— Patrice tú dormirás con Madison.

— ¡No pienso dormir con esa! —me queje.

— Tú tranquila que yo tampoco quiero, idiota. —dice ella cruzándose de brazos.

Me acerqué a ella para plantarle mi puño en su cara y que salga por la otra parte.

— Mad, Mad, para. —me para Victor. Le miré y le sonreí al recordar todas las veces que ha hecho esto— Entonces, ya que Alan y yo dormimos juntos, Alan irá con Patrice y yo contigo. ¿Está bien?

— Sí. —pasé por el lado de Patrice haciéndole una mueca y también por el lado de Alan pero a él ni le miré. Me metí en la tienda de campaña y en el saco que había dentro. Seguramente Alan de divertirá con esa puta, como siempre. Ni se quejó. Maldito imbécil. Bueno, tampoco es que me importe, yo estoy con Ace. Más tarde vino Victor dentro.

— Por fin acabé de organizar todo.

— ¿Qué, no te gusta? Pequeño jefe. —me burle.

— Sí pero son como unos niños pequeños. —me mira haciendo referencia a mí.

— Si hubiese dormido con esa le hubiera partido la cara y creo que no quieres eso.

— La verdad es que no. —se mete dentro del saco.

Un poco más y llegaremos, un poco más y puedo vengarme, un poco más y se acaba todo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y comencé a temblar.

— Hace frío. —dije bajito.

— ¿Quieres también mi saco? 

— ¿Y tú que harás?

— Dormir sin el, no tengo tanto frío.

— Mejor... —hice una pausa— ¿Puedes abrazarme?

— Claro.

Se acerca y me abraza. Después de esto ninguno habló. Pasaba el tiempo y no podía dormirme. ¿Se habrá dormido? Me di la vuelta, él aún me abrazaba. Le miré. Con la poca luz que había, sus ojos resaltaban. Seguí mirándole. Al poco rato hice una mueca rara al darme, por fin, cuenta de que estaba despierto todo éste rato. Él notó eso.

— ¿Pasó algo?

— Tienes unos ojos muy bonitos, resaltan en la oscuridad, ¿sabes? —ríe bajito por lo que acabo de decir.

— ¿Estás bromeando? —no conteste.

Levanté mi mano y le acaricie la cara, él seguía mirándome. Llegando a los labios, noté que eran tremendos. Sobre todo el labio inferior. Es tan mordible. Tengo que parar. Mierda, no puedo. Llevé mi mano tras su cuello y lo atraje hacía mí, juntando nuestros labios. Él me correspondió al beso. Nuestro beso era lento pero a la vez excitante. Le mordí el labio y luego él se separó.

— Déjalo, por favor.

— ¿Por qué? —dije sin entender nada.

— Sé que lo haces para joder a Alan y además de eso tienes a Ace. —me di la vuelta de nuevo, dándole la espalda.

— Realmente quería hacerlo.

— Yo también quería. No creas que no quise, pensé que... —le interrumpí.

— Déjalo, anda.

¡Joder! Realmente quería hacerlo. ¿Qué mierda me pasa? Me da absolutamente igual lo que haga Alan y de ninguna manera lo hice para joderle. Ni siquiera pensaba en eso. Y Ace... lo quería, sí, lo quería hasta que me ocultó cosas. Mierda, ¿por qué tuviste que hacerlo?

— Soy un idiota, lo siento. —me dice acercándose a mí.

— Lo sé.

— Pero ¿por qué lo has hecho? Digo, nos conocemos desde hace muchísimos años y ¿sólo ahora quisiste?

— Antes no te miraba con los mismos ojos. Ahora duerme.

— Que descanses. —ni le contesté. Él me abraza mas fuerte y me atrae hacia él.

Alan

Al meterme en la tienda de campaña, Patrice ya estaba ahí. Esto no me gusta nada.

— Por fin llegas. —dice ella con una malicia en la voz.

— ¿Por qué? —me metí en el saco.

— No me digas que no quieres. —se acerca a mí y me acaricia el pecho.

— Pues no, no quiero. —le quité la mano.

— ¿Qué te pasa? —dice ella mosqueada.

— Nada, te merecías que Mad te diera una ostia. —me giré dándole la espalda. Ella se quedó boquiabierta— Si me molestas y no me dejas dormir, seré yo él que te meta esa ostia.

Ahora seguramente Mad piense que estoy haciendo cosas sucias con ésta. ¿Y si voy a su tienda? No, mejor no. Hoy estaba muy pensativa, mejor la dejo que descanse.

¡Ups! Una vida menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora